El 7 de marzo, se celebra “El día de la juzgadora y el juzgador Mexicano” en conmemoración del establecimiento del Primer Supremo Tribunal de Justicia para la América Mexicana, en Ario de Rosales Michoacán en 1815. Motivo por el cual, la Asociación Mexicana de Impartidores de Justicia premia la trayectoria de los y las juzgadoras de nuestro país.
Son los grandes y pequeños acontecimientos los que acuñan las páginas de la historia, algunas con sangre y lágrimas y otras con orgullo y beneplácito.
Pertenece a las segundas, a las que se escriben con orgullo y beneplácito, el suceso que marcó un hito en la conformación del México independiente. El Congreso de Chilpancingo, liderado por José María Morelos y Pavón, emitió el Decreto Constitucional para la libertad de la América Mexicana, por el cual se estableció, en 1815, el Supremo Tribunal de Justicia para la América Mexicana, en Ario de Rosales Michoacán. Tribunal que por los tiempos convulsos de la época solamente estuvo vigente un año.
Sin embargo, fue un primer intento que fructificó en la Constitución de 1824, con la creación de un Poder Judicial Federal que, basado en el principio de división de poderes, salvaguardara las instituciones establecidas en la Constitución y los derechos de los gobernados en ella consagrados.
La tradición de conmemorar esta fecha, nos remonta a la génesis del proyecto de nación que privilegia la aplicación del derecho como el mejor método que conduce a la justicia.
Bajo el liderazgo de la SCJN, en 2005, la “Declaración de Jurica” fue el punto de partida para la creación, en 2007 de la Asociación Mexicana de Impartidores de Justicia, por sus siglas AMIJ, cuyo compromiso con la sociedad es el acceso a la justicia, transparencia, ética, parámetros de desempeño, profesionalismo, entre otros.
AMIJ ha fomentado la unidad de las y los juzgadores del país, pertenecientes a todos fueros, constitucional, federal y local; de todas las materias, civil, penal, administrativa y laboral y sus respectivas subespecialidades; y, de todas las instancias y niveles jerárquicos, jueces, magistrados y ministros, unidos por la convicción de servir a nuestro país en el desarrollo de esa maravillosa tarea de impartir justicia, que desde cada una de sus respectivas trincheras implica la misma responsabilidad, diferenciada solamente por el tipo de competencia.
Desde 2008, la AMIJ reconoce, este emblemático día, 7 de marzo, como “El día de la juzgadora y el juzgador Mexicano” y premia la trayectoria de los impartidores de justicia de nuestro país. Sus 11 capítulos proponen al juzgador o a la juzgadora que consideren tienen los méritos para ser galardonados.
Este año, los recipiendarios de este reconocimiento, son juzgadoras y juzgadores, ampliamente: conocidos, admirados y respetados, fueron propuestos por los siguientes órganos jurisdiccionales: Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, Magistrado Leonel Castillo González; Comisión Nacional de Tribunales de Justicia de los Estados Unidos Mexicanos, Magistrada en retiro Irma Inés Galván Monroy; Tribunal Federal de Justicia Administrativa, Magistrado Manuel Luciano Hallivis Pelayo; Asociación Mexicana de Magistradas y Magistrados de Tribunales de Justicia Administrativa, Magistrado Jorge Abdo Francis; Asociación de Tribunales Electorales de la República Mexicana, Magistrada Maizola Campos Montoya; Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, Lic Claudia Perera Carrillo; Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje, Magistrada Rocío Rojas Pérez; Tribunal Superior Agrario, Magistrada María Antonieta Villegas López; Asociación Nacional de Tribunales Estatales de Conciliación y Arbitraje, Magistrado Ignacio Aguilar Ramírez; y, una servidora, propuesta, a sugerencia del Ministro Presidente, por los y las Ministras de la SCJN.
La labor jurisdiccional representa la más hermosa realización personal y profesional, motivo de orgullo y dignidad.
Quien imparte justicia, tiene presente que:
El quehacer jurisdiccional, es mucho más que una opción para el ejercicio profesional, es una auténtica vocación. Es celoso guardián de la seguridad jurídica de una nación. Centra el peso de su atención en los justiciables que ponen en la honorabilidad y sapiensia del juzgador, sus bienes más preciados.
El Juzgador(a) forja en el día a día, la imagen que pretende legar a la posteridad. Al tiempo en que coadyuva a cimentar y edificar el prestigio de la Institución a la que pertenece.
Está consciente que la transformación continua de la sociedad, es el reto, de estudio y actualización permanentes.
Sabe cuan importante es no perder la capacidad de asombro en los asuntos a resolver, pues, la rutina en vez de permitir la perfección de la experiencia, se convierte en el letargo del pensamiento.
Sabe que la perfección en la obra humana no es fácil de alcanzar, pero sí la excelencia.
Está consciente de su falibilidad como ser humano, pero, está comprometido férreamente con la verdad; que nunca habrá de esquivarla deliberadamente, sino, agotar hasta donde su capacidad lo permita, a su esclarecimiento, con conocimiento y convicción.
Sabe que la vanidad y el temor son dos instrumentos que disfrazados y sigilosos perturban la ecuanimidad. Por ello, el fino soborno de la lisonja o la encubierta amenaza del improperio público, no constituyen influencia alguna en el dictado de la sentencia.
Está consciente que la democracia, no puede sostenerse en los pilares de una sociedad desigual; pues sólo florece, en donde la libertad se reconoce, no como la ausencia de cadenas, sino como un horizonte de oportunidades asequibles para hombres y mujeres.
Nada puede resultar más gratificante para un juzgador(a) que el reconocimiento de su pares. De ahí el gran mérito de los galardones de AMIJ, pues si alguien puede observar a sus compañeros con el monóculo del escrutinio: conocedor, sobrio, valiente e informado, por donde se captan en toda su magnitud las actuaciones cotidianas, son nuestros compañeros juzgadoras y juzgadoras. Gracias a quienes nos propusieron y a quienes avalaron nuestra designación, pues actos como este, gratifican el alma, enaltecen el espíritu, alientan el futuro de quien es distinguido y se convierten en un compromiso de vida.
La autora es ministra en Retiro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación
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