Por Carlos Hernández Torres

 

Nubarrones de tormenta en el horizonte de la 4T

Desde junio del año pasado, el presidente y su coalición gobernante han sufrido una serie de descalabros que encadenados parecen traducirse en signos ominosos para el proyecto de la 4T:

En la elección de diputados federales de junio pasado, la coalición gobernante Juntos Haremos Historia integrada por Morena, el Partido Verde Ecologista de México y el Partido del Trabajo, perdió la mayoría calificada en la Cámara de Diputados y con ello la posibilidad de hacer enmiendas constitucionales sin el aval de la oposición, ahora unida en una alianza que empieza a convertirse en un obstáculo real a los planes e intereses del Ejecutivo y sus aliados.

A pesar del vehemente llamado a que los ciudadanos acudieran a la urnas el pasado 10 de abril a manifestar su deseo de que el presidente continúe en el cargo, 4 de cada 5 personas que podían votar decidieron ignorarlo, lo que en los hechos significó la pérdida de 15 millones de votantes, es decir, la mitad de los 30 millones que en 2018 lo llevaron a la silla presidencial.

Para agravar este fracaso, se puso de manifiesto que el presidente, los miembros del gabinete, algunos gobernadores, su partido y su coalición estuvieron dispuestos a violar abiertamente la ley para cumplir con un capricho inútil y costoso.

Una semana después de este hecho bochornoso, la oposición derrotó por la vía democrática al presidente y su alianza gobernante al rechazar en bloque su iniciativa de reformas a la Constitución en materia eléctrica y poniendo con ello de relieve la importancia del voto opositor dentro de las urnas.

Para echarle más leña a la hoguera, la alianza opositora ha confirmado su intención de impedir los cambios a la Constitución en materia electoral y de la Guardia Nacional en los términos propuestos por el presidente y sus aliados.

Adicionalmente, en la mayoría de las entidades federativas que tendrán elecciones de gobernador este año, la alianza opositora Va Por México integrada por el PAN, el PRI y el PRD, volverán a presentarse como un frente unido, aumentando sus posibilidades de retener al menos cuatro de las gubernaturas en juego —Aguascalientes, Durango, Hidalgo y Tamaulipas—, contra los deseos del presidente de llevarse el carro completo.

Finalmente, el presidente está perdiendo el control de la narrativa pública acosado por acusaciones frecuentes de corrupción que involucran a familiares y a personas cercanas a él; el aumento constante de las cifras de contagios y defunciones por el mal manejo de la pandemia; el fracaso de la campaña de vacunación agravada por la caducidad de millones de vacunas que no fueron aplicadas; haber rebasado la cifra ominosa de más de 100 mil personas desaparecidas; las humillaciones que sufren cada vez con mayor frecuencia las fuerzas armadas, mientras el presidente declara su preocupación por proteger a los criminales; el aumento en la incidencia delictiva; la preocupación ciudadana por los planes anunciados de destrozar de raíz el sistema educativo nacional con propuestas de reforma populistas y dogmáticas, entre otras perlas para el pesimismo.

Todo esto no es más que un síntoma claro del fracaso de la 4T en los temas que más preocupan a los ciudadanos y de que no hay maroma que valga en las mañaneras para que la gente no se dé cuenta de ello y ya no haga caso a las encuestas de la supuesta popularidad presidencial, que solo se explican por quiénes y cómo las hacen.

 

Las elecciones de este año pueden ser el parteaguas para un cambio en nuestro modelo electoral

En las elecciones federales de 2018, alrededor de 90 millones de mexicanos —aproximadamente el 75% de la población— podía votar. De ellos, 57 millones lo hicieron y 33 millones se quedaron en casa, contribuyendo con ello a reforzar la impresión equivocada de que “el ganador cuenta con el apoyo mayoritario de los mexicanos”. Según los datos oficiales,  este obtuvo poco más de 30 millones de votos, es decir, más o menos un tercio de los votos posibles, que representan solo la cuarta parte de la población total de México. De los que podían votar, dos de cada tres no lo eligieron.

El hartazgo entendible de mucha gente con la corrupción del sistema político mexicano, característica sin excepción de todos los partidos políticos de entonces, motivaron a una cantidad importante de miembros de la clases medias urbanas, incluyendo a los millennials,  a votar por un caudillo que prometía un cambio radical, sin reparar en que más allá de frases hechas y a pesar de las advertencias de muchos, no contaba con un plan y un equipo capaz de llevarnos a buen puerto. El resto de los votos se lo dieron los viejos y los más necesitados que piensan, muchas veces con razón, que “un perdido a todas va” y que creen fervientemente en los hacedores de milagros.

En los ya más de tres años que la 4T lleva gobernando, la realidad ha evidenciado que no hay forma de corrupción más peligrosa y dañina que ejercer el poder con soberbia, ignorancia e ineptitud, dilapidando recursos escasos para sectores clave como la seguridad, la salud y la educación, bajo la bandera de un supuesto combate a la corrupción y sin importar el costo ni las consecuencias.

El desmantelamiento de programas sociales construidos a lo largo de varias décadas que, con todos sus defectos y deficiencias, apoyaban a una cantidad importante de personas pertenecientes a los segmentos de población más vulnerables y necesitados, para sustituirlos por otros que no cuentan con infraestructura operativa ni reglas de operación y que se manejan discrecionalmente, lo que ha provocado que los recursos no lleguen oportunamente a sus destinatarios, como le reclaman cada vez con más frecuencia, incluso en sitios simbólicos para él como ocurrió en Macuspana, su tierra natal.

Entre algunas de las premisas básicas en que se apoya la nueva doctrina y actuación del gobierno destacan las siguientes:

Llegó al poder una persona impoluta que “no es igual a los de antes” y que por su calidad moral, sensibilidad, sabiduría y voluntad puede resolver todos los problemas del país.

Hay que debilitar a los demás poderes corrompidos por el neoliberalismo y, junto con los demás órganos autónomos, supeditarlos al control y voluntad del Ejecutivo.

En aras de acabar con la corrupción, se justifica cualquier acto o decisión, cambio a las leyes o a la administración pública, sin importar, como ya se ha visto, los costos y las consecuencias políticas, sociales y económicas.

 

La narrativa oficial del país en ruinas frente al crecimiento imparable de la clase media

En cuanto a la narrativa oficial de la autodenominada Cuarta Transformación o 4T, entre las ideas predominantes machacadas cotidianamente se pueden citar las siguientes:

Nos dejaron un país en ruinas.

Es muy difícil mover al elefante y por eso es tardado obtener resultados.

Ya se está acabando con la corrupción y por eso el conservadurismo se resiste a los cambios y se opone a todo lo que se hace.

Los medios identificados como conservadores mienten y son cómplices de los que se oponen a la verdadera transformación del país.

La última encuesta intercensal realizada por el INEGI tres años antes de la elección de 2018, puso en evidencia que, a pesar de que subsisten zonas del país con altos niveles de marginación y de pobreza, México cuenta con una clase media urbanizada, amplia y robusta. El Censo de Población y Vivienda de 2020 confirmó esto como muestran las cifras que ilustran algunos aspectos del progreso alcanzado por las familias mexicanas en las últimas décadas, lo que contrasta notablemente con el escenario desastroso que presenta el gobierno de la 4T, sin que nadie lo contradiga con elementos objetivos que desconocen la mayoría de los mexicanos, porque no nos hemos preocupado y ocupado de mostrarles lo que pueden perder si no votan. Para muestra, basta un botón:

Fuente: MEXICO BIGDATA con datos del Censo de Población y Vivienda 2020 del INEGI 

 

La urbanización, la migración y la informalidad han cambiado el contexto electoral

En los últimos años, la población mexicana se ha urbanizado progresivamente, fenómeno que ha contribuido a que cada vez un mayor número de personas tengan acceso a servicios educativos, de salud, de vivienda, de transporte, etc., de los que carecían en sus comunidades de procedencia y que tengan diferentes motivaciones para votar que sus paisanos que permanecieron en sus lugares de origen.

Hoy en día, poco más de 80 millones de personas, que equivalen al 63% de la población, viven en alguna de las 74 zonas metropolitanas del país (1). Combinando esta cifra con los indicadores de vivienda y de bienes en el hogar antes expuestos, es evidente el progreso alcanzado y que México, lejos de ser un país en ruinas, ha avanzado lenta pero constantemente hacia mejores condiciones de vida para sus habitantes, aunque subsisten rezagos importantes, especialmente en las zonas rurales y en las colonias periféricas de las grandes ciudades. La distinción entre lo urbano y lo rural ahora es fundamental a la hora de diseñar los mensajes para atraer votantes en dichos ámbitos, pues en ellos hay distintas necesidades y aspiraciones de sus habitantes.

A partir de las crisis de las últimas décadas, millones de mexicanos se vieron obligados a emigrar hacia otros países para ganarse la vida, particularmente hacia Estados Unidos y Canadá, transformándose con el paso del tiempo en comunidades dinámicas que han progresado en lo social y en lo económico, a partir de su esfuerzo, trabajo y dedicación: nadie les ha regalado ni becas ni apoyos para lograrlo y son un modelo para sus paisanos que se quedaron esperando, hasta el día de hoy, a que el gobierno los rescatara.

A la fecha, las remesas que envían a sus familiares se han convertido en una de las principales fuentes de divisas del país que van directamente a beneficiar a las zonas y localidades de donde partieron. Este grupo de mexicanos, por sí solo, tiene más capacidad económica y organización que el gobierno federal para combatir el rezago de sus comunidades y para promover su desarrollo. Habrá que buscar entonces formas de colaboración de la sociedad con ellos, para contribuir con ideas y apoyo técnico a que esto suceda, sin necesidad de que el gobierno federal intervenga, dejando en sus manos el control del manejo de sus recursos. Tenemos mucho que aprender de ellos.

 

El poder económico de los informales representa una fuerza potencial de cambio

Paralelamente a la migración del campo a la ciudad, ha crecido el fenómeno de la informalidad como una opción para mucha gente que llega menos preparada para competir en las grandes urbes y que encuentra en esta forma de vida una fuente de ingreso con menos barreras que las que enfrentan las empresas que operan legalmente. También ha sido un salida para las personas de los grupos urbanos más rezagados que no obtienen un ingreso suficiente para sostener a sus familias, que han perdido el empleo o que ya llegaron a una edad en la que no es posible conseguirlo.

La informalidad no es otra cosa que el conjunto de empresas, trabajadores y actividades que operan fuera de los marcos legales y regulatorios. Conlleva a la evasión de la carga impositiva y regulatoria pero, a la vez, a no gozar plenamente de la protección y los servicios que la ley y el Estado pueden proporcionar. Generalmente, la constituyen micro negocios familiares de menos de 5 miembros que, de acuerdo a cifras del INEGI (2), al mes de abril de 2020 casi llegan a los 5 millones de establecimientos, es decir, más del 85% de los establecimientos registrados en todo el país por el instituto.

Por otra parte, según cifras del mismo INEGI (3), al final de 2019 la población económicamente activa (PEA) ascendió a casi 58 millones de personas, equivalente al 45% de la población total, que actualmente llega a casi 128 millones de personas. Para ese lapso, también reportó que 31.3 millones de personas se sumaron al sector informal, que representan el 54% de la PEA. Se estima que la producción informal en México representa casi la tercera parte del PIB total.

La informalidad es la respuesta deformada de una economía sobre regulada que intenta escapar al control del Estado, lo que lleva a muchas empresas informales a conservar su tamaño pequeño, a conducirse por canales irregulares de proveeduría y distribución y a desviar recursos constantemente a fin de encubrir sus operaciones o sobornar funcionarios. Además, es un ámbito ideal para el comercio de mercancías robadas o de copias ilegales que no cumplen con los estándares de calidad y seguridad de los productos originales, por lo que se vuelven atractivas para las organizaciones criminales.

Por estas razones, la informalidad es un fenómeno que ha sido promovido y protegido desde hace muchos años por las autoridades locales en prácticamente todo el país, sin importar el partido al que pertenezcan, porque además de ser una fuente de corrupción y de financiamiento para algunos funcionarios y organizaciones políticas, favorece el corporativismo con fines electorales. Los grupos que controlan una parte importante de la informalidad estarán presentes y activos en las próximas elecciones, promoviendo y defendiendo sus intereses.

El análisis combinado de todos los elementos expuestos hasta ahora, será indispensable para identificar los distintos perfiles de votantes, sus necesidades, sus problemas y sus aspiraciones, tomando en cuenta, además, las diferencias en las circunstancias particulares de las distintas regiones, entidades, municipios y localidades del país.

 

El mal récord del gobierno de López Obrador

Después de más de tres años contados a partir del día siguiente al día de la elección, cuando el anterior gobierno abdicó de sus responsabilidades cediendo la toma de las decisiones más trascendentes a los recién llegados, la realidad está evidenciando que gobernar no es tan fácil como se creía y decía, así como que del dicho al hecho hay mucho trecho.

Desde la costosa decisión de cancelar el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, hasta la rifa del avión presidencial y la propuesta de eliminación del PIB como medida de crecimiento, la cadena de decisiones y medidas improvisadas, caprichosas y sin sustento técnico —insistentemente despreciado por el nuevo gobierno—, han dado lugar a un malestar generalizado por el aumento de la inseguridad, la pérdida de empleos, el deterioro de los servicios de salud, el abandono de apoyos a las mujeres y porque el dinero de los apoyos gubernamentales no llega ni en la forma ni con la oportunidad que llegaba antes.

El enfrentamiento frecuente con las mujeres y sus causas por la supuesta conspiración del conservadurismo que las manipula, parece ser la gota que puede empezar a derramar el vaso del desencanto, de la desconfianza y de la tolerancia hacia al que le han pasado y perdonado todo, a cuenta de sus promesas de campaña.

Estas conductas y el desfiguro de MORENA han hecho recapacitar a muchos miembros de la clase media que le dieron su voto, y que además empiezan a sentir en carne propia el efecto de las políticas que disculpan a los delincuentes y criminalizan a los ciudadanos, poniendo en riesgo sus vidas, derechos y bienes. Ahora tienen claro lo que arriesgan de continuar por este camino.

 

Las próximas elecciones estatales pueden ser un primer paso a un contexto electoral diferente

De lo expuesto hasta ahora quisiera concluir con algunas consideraciones que todavía pueden resultar de utilidad para los próximas elecciones de gobernador que se celebrarán el 4 de junio próximo, pues más que apelar a los partidos de oposición, están dirigidas a los ciudadanos:

La principal fuerza electoral capaz de transformar al país está integrada por los ciudadanos que no votan y que si se decidieran a hacerlo podrían, al menos, devolver el equilibrio democrático y contener la expansión territorial de un grupo capaz de cualquier cosa para imponer su modelo. Esto es válido para las elecciones locales de 2022 y 2023, como para la madre de todas las batallas de 2024. Si la 4T gana estas seis elecciones controlará 24 de las 32 entidades federativas.

Ningún partido político o alianza tiene la capacidad de los ciudadanos que se deciden a actuar por cuenta propia yendo a votar, como sucedió en la Ciudad de México, particularmente la clase media con más escolaridad que es la que tradicionalmente más se abstiene y que más puede perder si las cosas continúan como van: el total será la suma de las partes y en el caso de la capital significó pegarle en la línea de flotación al barco insignia del movimiento del presidente, pese a los pronósticos de las casas encuestadoras.

Hay dos fuerzas sociales que han impedido que los daños causados por un mal gobierno se hayan desbordado al ámbito de la paz social: los migrantes que envían sus remesas para apoyar a sus familias y no al gobierno, que no son clientela de nadie; y la amplia clase media que trabaja en la informalidad creando, empleo, valor añadido y derrama salarial aún en las condiciones más adversas. El desafío que tenemos como sociedad es integrarlos al resto de los ciudadanos que salimos a trabajar todos los día para asegurar el sustento y progreso de nuestras familias, sin depender de las limosnas de un régimen populista que se aprovecha de ellos y que los califica de aspiracionistas.

Si no te gustan los candidatos de oposición, respira hondo y vota por el candidato de la alianza o el que tenga más posibilidades de triunfar frente al candidato de la 4T: de lo que se trata es de salvar el barco no de elegir capitán y tu voto fuera de la urna te va a pasar una factura enorme.

El autor es master of Science (Mathematics), University of Toronto, Canadá, 1975. Matemático de la UNAM, 1973.

Notas:

  1. MEXICO BIGDATA, con datos del INEGI y del CONAPO para 2020.
  2. Directorio Estadístico Nacional de Unidades Económicas. INEGI. Mayo de 2020. https://www.inegi.org.mx/app/mapa/denue/
  3. “Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE). INEGI. 19 de mayo de 2020. https://www.inegi.org.mx/programas/enoe/15ymas/default.html#Tabulados