El domingo 29 de mayo, los ciudadanos colombianos —quizás los menos novedosos de Sudamérica— le dieron la espalda a sus políticos tradicionales: “a los de siempre”. Colombia sufragó en sus comicios dominicales para acabar con el establishment, con lo que se giró al populismo, con un 72 por ciento de las papeletas decantadas por las opciones antisistema y sólo el 24 por ciento por las “acostumbradas”. En suma, el antiguo guerrillero, Gustavo Petro vence en las primarias y pone, a la izquierda, en el umbral de la Presidencia . Resta por definir con qué signo finalmente se concretará tal camino en la segunda vuelta del 19 de junio, aunque el resultado no está, ni mucho menos, decidido.
Mientras llega la fecha definitiva —en 14 días se conocerá la verdad irrefutable—, Colombia votó el cambio. Con prácticamente el escrutinio completo, Gustavo Petro, de la coalición de izquierda Pacto Histórico, y con el 40,33 por ciento de los votos válidos, y Rodolfo Hernández, el “outsider” que lidera la Liga Gobernantes Anticorrupción, que logró el 28,18 por ciento de los sufragios, cumplirán el balotaje de rigor.
De tal suerte, la nación colombiana se encamina así hacia un nuevo sendero, que es lo que representan los dos candidatos. Al mismo tiempo, al punto donde se bifurca el camino en dos rutas desconocidas para un país que no ha sido dirigido por un partido de izquierda, como tampoco por un “outsider” que desprecia lo establecido y no se cansa de repartirlo y cantarlo cada vez que puede.
Bien dice Héctor Aguilar Camín en su columna titulada “El revoltijo colombiano”: “La votación por Petro es una anomalía en un país que no tenido nunca un gobierno de izquierda. Y, sin embargo, Petro es lo que parece más normal en el escenario, con algo que parece un programa coherente para un gobierno de izquierda, pues su primera propuesta es una reforma fiscal que añada varios puntos a la recaudación”.
Pero, agrega el director de la revista Nexos: “Petro parece olvidar que fue el proyecto de una reforma fiscal lo que incendió el gobierno del actual Presidente, Iván Duque, y abrió el espacio de protesta que sepultó a Duque, y, al parecer, al resto de la clase política tradicional colombiana”. “Todo esto, a juzgar por la manera como los votantes saltaron por encima de la candidatura de derecha tradicional de Federico Gutiérrez, Fico, y se fueron por la candidatura de derecha populista de Rodolfo Hernández, al que pusieron en segundo lugar en la primera vuelta”.
Y, según Aguilar Camín, “Fico ha dicho que votará por Hernández cuya bandera es la anticorrupción, autor de un lapsus célebre en el que queriendo decir que su pensador alemán favorito era Albert Einstein, dijo que era Adolfo Hitler”. En fin, el famoso historiador y novelista originario de Quintana Roo, refiere que “las casas apostadoras dan ya un 70 por ciento de posibilidades de que Hernández gane la presidencia y la pierda Petro, en un giro de última hora hacia la querencia derechosa”. Siempre he creído que apostar en cuestiones electorales es totalmente chabacano.
Sin embargo, de la lectura de “El revoltijo colombiano” escrito por Aguilar Camín, se desprende que de los candidatos presidenciales en disputa, tan “malo es el giro como el colorado”. En su conclusión, el autor de La guerra de Galio y de Morir en el golfo, dice: “Lo que sí está presente aquí (El revoltijo colombiano) es la acusada tendencia, latinoamericana y global, de rechazar todo lo que huela al gobierno saliente y, de paso, a los políticos tradicionales… Vale decir: la búsqueda de un atajo para salir de “los de siempre” y echarse en brazos de algo nuevo, distinto, esperanzador, aunque proponga fantasías… La historia no termina bien”. Parece que el chetumaleño dedica sus conclusiones al hombre de los “otros datos” y del “me canso ganso”. Sobran razones para no solo suponerlo, sino para afirmarlo.
La pregunta de cajón es ¿cómo se comportará Gustavo Francisco Petro Urrego (Ciénaga de Oro, Colombia, 19 de abril de 1960), en caso de ganar la presidencia el 19 de junio próximo. En principio, el pasado guerrillero (pomposamente prefiere se le llame “revolucionario” como muchos otros iluminados que en Latinoamérica han sido), lo marca para siempre. Aunque cuenta con algo de experiencia de mando civil, como ex alcalde de Bogotá, muchos colombianos lo consideran como un candidato de extrema izquierda (incluso de ultra izquierda) que mas temprano que tarde llevará al país por los mismos derroteros que el chavismo-madurismo en Venezuela. Su pertenencia a la guerrilla del M-19 —la guerra en Colombia tiene un balance mortal de víctimas fatales: 215,000 civiles, y 46,813 combatientes, de 1958 a 2018–, es su principal característica, se siente cómodo como “revolucionario” y su centro de lucha lograr que la izquierda ocupe la Presidencia colombiana: su lema de campaña tanto en 2010 como en 2018 y ahora en 2022. El ex guerrillero del M-19 es el mayor de tres hermanos de una familia de la clase media.
De más está decir que Petro es admirador hasta el fanatismo de la revolución cubana y confeso amigo de Hugo Chávez. Cómo sería un gobierno presidido por el originario de Ciénaga de Oro. Varios analistas aventuran que se alejará de todo lo que represente a la clase política que ha gobernado al país cafetalero en las pasadas dos décadas. Sin duda tratará de “borrar” a la tradicional —aunque no tan vieja—, pero moderada derecha colombiana para reemplazarla por una izquierda que no ha ejercido el poder en el país. Es probable, incluso, que intente plantear nuevos modelos de entendimiento dentro del Estado colombiano.
Alejandro G. Mota Nicolicchia, consultor de la Universidad de Navarra (España), en su análisis titulado “Un enigma llamado Petro”, reflexiona: “…la gran pregunta se acerca, no tanto al “qué” sino al “cómo” de esos pretendidos cambios. Los modos se pueden visualizar en la misma medida que vemos a la izquierda en América Latina. Una primera más arcaica, autoritaria, ortodoxa y recalcitrante representada por los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua (Por coincidencia los mismos que “defiende” el hombre fuerte de la Cuarta Transformación en México, BGS). Y una segunda encarnada en líderes como Gabriel Boric de Chile, Alberto Fernández de Argentina y Andrés Manuel López Obrador de México (“el hermano del anterior” como le llama el tabasqueño, BGS); los tres con un discurso filo populista, enemigos por momentos y a conveniencia del capitalismo pero en el fondo profundamente pragmáticos”.
Concluye Motta: “¿A dónde se dirigiría Petro en caso de llegar a la presidencia de Colombia? Hoy, la mayoría de los colombianos sí demandan un cambio, eso e evidente. También está claro que no aspiran a convertir a su país en lo que hoy ven en su vecina Venezuela, por ejemplo, mucho menos la Cuba marxista. Pero el hartazgo ha llegado a ese país y un gobierno de Petro tendría la responsabilidad de darle viabilidad a esa molestia a través de ideas moderadas, sin excentricidades y apegados a la ley. De gobernar, se espera que Petro comprenda que se pueden conseguir cambios profundos sin formas radicales”.
Y de Rodolfo Hernández Suárez (26 de marzo de 1945, Piedecuesta, Colombia) se dice que ha sido la sorpresa en la primera vuelta de las presidenciales. En forma exagerada algunos comentaristas le han comparado con el ex presidente de EUA, Donald John Trump, por ser empresario de 77 años de edad —como el magnate rubio republicano—, y más que nada por ser un empresario que amasó su riqueza en el sector de la construcción a semejanza del estadounidense. A diferencia del desprestigiado ex presidente estadounidense, el colombiano procede de la clase media. Su padre era sastre y él obtuvo la licenciatura como ingeniero civil. En el pasado dijo admirar a Adolfo Hitler y en forma violenta le propinó un fuerte golpe a un concejal de Bucaramanga. Se conduce como una persona “sincera”, con sentido del humor y habla coloquialmente para decir exabruptos e insultar a sus adversarios.
Según algunos analistas colombianos, es cierto que Colombia votó en contra de la clase política, por el cambio y al parecer todo esto lo representa un “outsider” (extraño, aquellos que se presentan a elecciones sin contar con experiencia política y al margen de los partidos, frecuentes en los días que corren, como en su momento lo hizo Donald Trump), como Rodolfo Hernández Suárez. La paradoja política consiste en que Petro, a su vez, vende un cambio rodeado de los políticos tradicionales, los que encarnan todo lo que no quiere el ciudadano. Petro se equivocó en gran medida porque. no supo leer el hartazgo y se dejó atrapar por todo lo que detesta el ciudadano: los políticos tradicionales. Pese a todo, en la primera vuelta, el ex guerrillero ganó.
¿Quiénes votarán en el balotaje por Rodolfo Hernández? Pregunta nada fácil de contestar. En Colombia la división entre izquierda y derecha es diferente a la que existe en otros países iberoamericanos. Los habitantes están angustiados por asuntos menos filosóficos como son la pobreza y el hambre: 22 millones de colombianos sobreviven con dos dólares al día. Y diariamente comprueban cómo la corrupta clase política se roba los recursos público. En esa confluencia los electores de todos los sectores podrían volcarse por el populismo y no por el ex guerrillero, aunque los encuestadores lo ubiquen como el preferido. Su inclinación por la dictadura de Nicolás Maduro, podría echar por tierra sus aspiraciones presidenciales. Lo que tampoco es definitivo. El resultado de la segunda vuelta no es fácil de predecir.
El análisis del colombiano Carlos Suárez, titulado “Hastío con el “establishment” “, presenta claro el proceder de Rodolfo Hernández: “Aunque en esta campaña ha lanzado piedras al uribismo, Hernández antes se ha retratado con los simpatizantes del expresidente Alvaro Uribe, considerado figura fundamental del debate público colombiano, a quien describía como un amigo, pero que ha quedado como uno de los derrotados de la jornada. Así, se espera que la derecha se lance de lleno con Hernández…”
“También queda por ver qué pasara con el centro político. Se espera que los grandes representantes de ese sector se sumen a Hernández, logrando una confluencia también histórica en torno a una candidatura”…”Hasta ahora, el Pacto Histórico —de Petro—, ha logrado acercar posiciones con sectores liberales y de centro que en otras épocas hubiese sido impensables al moderar el discurso en favor de un cambio “sereno y tranquilo”, con propuestas más “verdes” y menos estatistas”.
Petro sabe que nada está escrito y por ello empezó a atacar poco después de conocer su triunfo en la primera vuelta: “La corrupción no se combate con frases de Tik Tok. Mi rival está imputado por corrupción. ¿Seguimos por el camino de las frases huecas mientras lo que se hace es seguir con las cosas como están?…¿Podemos ser una gran nación si admiramos a Hitler?”, dijo el mismo domingo 29 de mayo recordando parte de los planteamientos más polémicos de Rodolfo Hernández.
Por el contrario el mensaje desde la campaña de Hernández no fue tan contundente: “Hoy ganó una voluntad ciudadana firme para acabar con la corrupción como sistema de gobierno. Hoy perdió el país de la politiquería y corrupción. Soy consciente de la necesidad de unir al país en un cambio. Y soy consciente de las dificultades que habrá cuando sea presidente”, dijo el “outsider” quien podría llegar al Poder Ejecutivo de Colombia sin bancada parlamentaria ni respaldo institucional inicial.
La moneda está en aire. Se verá de que lado caerá el domingo 19 de junio. VALE.