Hace unos días, justo antes de las elecciones, el Presidente López Obrador minimizó la presencia de civiles armados en un retén que detuvo a los medios de comunicación que cubren la fuente de Presidencial y dijo que se armó “un escándalo”.
Y claro que es un escándalo. Es un escándalo que al jefe del Ejecutivo federal le parezca normal que hombres armados instalen retenes en las carreteras de nuestro país, que lo hagan sin ningún control y que además, retengan a cualquier persona.
Dar su aval a los retenes de la delincuencia organizada en caminos y carreteras es la mayor muestra de su claudicación ante los delincuentes.
La presencia del crimen organizado en las elecciones es preocupante.
No le bastó al gobierno federal con su injerencia en el proceso y la militarización de las elecciones, permitió que las bandas delincuenciales metieran las manos y apoyaran con dinero ilegal a los candidatos de Morena.
Los mexicanos fueron víctimas de la intromisión del gobierno de la 4T, ya que han utilizado ilegalmente recursos públicos para promocionar a los candidatos de Morena.
Asistieron secretarios de Estado y gobernadores por las seis entidades federativas donde se llevaron a cabo comicios, mientras el país está sumido en una crisis de inseguridad, donde cada día asesinan a más de 95 personas.
Hicieron una campaña de desinformación respecto a los programas sociales, amenazando a la gente con quitarles los apoyos si votaban por candidatos que no sean de Morena.
Incluso, el Senado de la República, fue utilizado con fines ilegales para promocionar a los candidatos de Morena al gobierno de Tamaulipas y de Aguascalientes.
Vulneraron una y otra vez los derechos políticos de los mexicanos, queriendo impedir que se llevaran a cabo comicios de manera libre. Quieren concentrar todo el poder porque no les gustan las voces disidentes.