Alejandro Moreno está herido de muerte. Lo está en sentido figurado. Referido a algo específico: su futuro político. En el rubro de salud física, al parecer, está bien y que bueno. Necesita estarlo para hacer frente a las broncas políticas que se le vienen encima y de muchos lados, incluyendo el flanco que tiene abierto con los miembros de su propio partido.
Lo que sea de cada quien, los ataques de que es objeto no son gratuitos. Se los ganó a pulso. Parece primerizo. Se enemistó con muchos, entre otros, con gente peligrosa. Además, se metió con aquellos con los que nunca debió haber tenido pleito o haber confiado en quienes lo hizo.
La permanencia de Alejandro Moreno en la presidencia del Partido Revolucionario institucional no durará mucho. Procurará estar en el cargo lo que más pueda; hacerlo tiene ventajas para él, para AMLO y Morena; las desventajas, que son muchas, afectan a una generalidad: a los priistas, a quienes no lo son, y entre estos están los partidos miembros de la coalición.
Después de todo lo que se ha publicado y sabido de Alejandro Moreno, es indudable que, si de él dependiera, permanecería en el cargo eternamente. Como eso no es posible, se retirará de la presidencia del PRI en el momento en que más le pudiera convenir a él y a su familia. Pudiera coincidir con el día en que obtenga la seguridad de parte del gobierno morenista de que no se procederá penalmente en su contra y de que no serán privado de los bienes que han adquirido a la sombra del poder.
En las actuales circunstancias su separación no depende de la salvaguarda de sus intereses particulares; tampoco del resguardo de la organización política que preside. No se retirará cuando más convenga al PRI, a la alianza de partidos opositores o a la democracia. Lo hará cuando se le indique AMLO.
Alejandro Moreno tiene tanta cola que le pisen, que el momento de su retiro no lo determina él; tampoco depende de los notables y miembros influyentes del PRI. Su permanencia o salida depende de alguien ajeno al PRI, a él y a su familia. Depende de AMLO únicamente.
Al PRI no le conviene que el señor Moreno continúe ocupando la presidencia. Está de por medio su subsistencia como organización política. Su presencia incide para mal en la coalición partidista levantada para hacer frente a Morena y repercutiría en el resultado de las elecciones a realizar el año que viene.
AMLO, de quien depende la libertad y seguridad de “Alito”, es quien le dirá cuándo debe retirarse. Recibirá la orden de que, a cambio de su seguridad jurídica, opere a favor de los candidatos de Morena en el Estado de México y Coahuila y de que lo haga rapidito, de buena gana y de buen modo. Insisto: su retiro será en el momento en que considere que, con su estancia en la presidencia del PRI, ya no puede hacer más daño a ese organismo político.
La presencia de Moreno perjudica a los priistas; son éstos los que no pueden permitirle siga en el cargo.
En derecho se habla de daños y perjuicios. Daño es una afectación que repercute en el patrimonio; perjuicio es la pérdida que se refleja en la utilidad. Los altos dirigentes del PRI ven con preocupación a su líder. Saben que está en una posición muy endeble. Están buscando el mejor momento para deshacerse de él y con el menor daño posible. Del perjuicio no hablan; se conforman con conservar lo que tienen; no aspirar a más: conservar los dos estados en disputa. Como van las cosas, todo apunta que AMLO ni eso les permitirá retener. Qué tiempos aquellos en que el PRI hacía y deshacía.
El caso de Alejandro Moreno demuestra que en política no hay amigos, compadres o “hermanos del alma”; que prevalecen los intereses y las canonjías a repartir.
En su carrera política, además de haberse conducido de manera soberbia, que es lo que va con su manera de ser, incurrió en tres pecados imperdonable y que son inherentes a ese vicio; los enumero en orden decreciente: haber subestimado la beligerancia de Layda Sansores san Román, confiado en sus amigos y creído que podía aspirar a la presidencia de la república. Supuso que la señora Sansores, hija de tigre, era una tullida o manca; que él era el único que tenía grabadora y que dentro de su partido no había alguien con más méritos que él para aspirar a la más alta magistratura.
imagino que a estas alturas Alito no confía en nadie. Yo le aconsejo que, a como dé lugar, busque la reelección como legislador para que goce de inmunidad para estar a salvo “cuando comience la bola”. Ninguna garantía tendrá con las ofertas de seguridad que le esté dando ese alguien de quien depende su destino. Puede tener la seguridad de que si no tiene inmunidad no le haría compañía a Rosario Robles, por cuanto a que ella está en un reclusorio de mujeres, pero sí pudiera compartir celda con Juan Collado o con otros que quisieron pasarse de listos con quienes ahora detentan el poder político.
Los priistas y los aliancistas deben deshacerse de Alito lo más pronto posible y no cuando convenga a Morena y, mucho menos, esperar a que él haga más concesiones inaceptables, como perder el Estado de México; eso será la debacle para la oposición. Si lo pierden, que sea con la satisfacción de haberlo peleado y no entregado.
Alejandro Moreno, a estas alturas del partido, debe estar decepcionado de todo y de todos y convencido de que no hay nada seguro; que todo es dudoso. No se puede confiar ni en el “hermano” ni en el compadre. Todos tienen grabadora.
Hay algo que es cierto: no volverá a hacer uso del teléfono, de las redes y de los medios; si lo hace sólo será para pedir una pizza. Lo hará con temor y temblor. Sabrá que en la pizzería le grabarán su orden y registrarán la hora de su pedido.