Por Diana Laura Bourguet González
Se vislumbraba a lo lejos una gigantesca fachada dando la impresión de ser una cúpula, en su interior se veía el norte y sur por el que el aire tenía libre circulación. Abundaban una infinidad de olores, sensaciones y emociones. A lo largo y ancho del recinto se encontraban mesas de madera con bancos a los costados. En las paredes anaqueles de distintos tamaños para los diversos materiales y herramientas, en frascos pequeños los tornillos de divergentes tamaños, formas y grosores, en los estantes latas de pintura junto con el thiner, estopa, laca, barniz y pegamento, juntos son una combinación sofocante de fuertes mareos.En la otra pared colgadas todas las herramientas para realizar su trabajo.
En el suelo la maquinaria con un torno del tamaño de una mesa, la sierra eléctrica y un berbiquí descansado en una mesa. Por último la materia prima, yacen en baldas catalogadas por la especie de la madera. Pino con un olor fresco amarillo pálido y un ligero rojizo, ébano su color es casi el negro, olor dulce perfumado, cedro color rojizo similar al fuego de fragancia seca y opaca.
El sol se levanta vemos entrar a una persona a lo lejos, complexión delgada de estatura promedio, colocándose un mandil de cuero agarra las gubias se aproxima a la mesa más cercana jala el banco produciendo un sonido sordo. Se sienta, vemos que tiene un cabello rizado y que es de piel morena, sus manos fornidas, cañosas, magulladas y ásperas como las lijas, utiliza grandes anteojos a través de ellos posa una mirada amable su nombre Emilio Bourguet.
Emilio Bourguet Mendoza nació el 1 de Agosto de 1902 en Ocotlán de Morelos,, Oaxaca. En 1936 Emilio Bourguet contrajo matrimonio. Su hijo José Mario Bourguet Bermúdez nació el 12 de Octubre de 1937 en Ocotlán Morelos, falleció en el presente año el 3 de Febrero del 2021.
Durante los primeros años de vida de Emilio Bourguet se le inculcó la religión católica siendo devoto. Iba a primaria hasta cuarto grado, tenía una habilidad innata para dibujar.
De joven fue mensajero de telégrafos y testigo de los choques agraristas y carrancistas.
Sobrevivió al fatídico año de 1915. Cuando las pestes inundaron la región y una plaga de langostas causó enormes daños en la agricultura, desatando la hambruna en algunas regiones y en otras la especulación y acaparamiento. Solamente quienes tuvieran dinero en plata (antes en México se utilizaban las monedas de
plata y oro ese era el dinero en aquellos tiempos) podrían comprar comida, y por aquel tiempo se había introducido el uso de billetes de banco que nadie quería por ser simples “papeles” .
Un día su padre le preguntó qué oficio le gustaría aprender, en su inocente
respuesta dijo carpintero.
Quizás no sabía que el camino que estaba tomando lo llevarían por un sendero inimaginable. Por qué ser maestro carpintero, significa ser maestro de la madera.
Es aprender uno de los oficios más difíciles, arduos, complicados y dignos de todos los tiempos, que se remonta a las edades primarias del hombre sobre la tierra. Oficio apreciado por todas las culturas, de Asiria, Egipto y que recorrería por la época Bizantina, Edad Media, Renacimiento y Barroca.
El primer camino de esta travesía surge cuando abandona su pueblo para ingresarse en el taller de su maestro Guillermo Pulido en Oaxaca, quien le enseñó a trabajar en fino. Tras varios años de estar como aprendiz se separa de su maestro en 1938 y monta su primer taller de carpintería en la calle de Trujano, dos años antes contrajo nupcias. Estuvo ahí por 27 años en la compañía de su familia, su segundo taller Alcalá, el tercero en Ocotlán donde decidió enseñar a los jóvenes el oficio de la carpintería fina pero quedó decepcionado ya que nadie ponía disposición ni querían aprender. Decide regresar a Oaxaca y arma su último taller en Montoya con la ayuda de su hijo Mario.
Al tener su primer taller que se componía de cosas usadas posteriormente instaló sus primeras máquinas. Sus primeros trabajos en su taller fueron el fabricar muebles como sillas, salas, comedores, cabeceras y recámaras hechas de caoba y cedro madera de excelente calidad. Cabe resaltar que siempre cobraba la mitad de su trabajo por su humildad y generosidad.
El siempre soñó con restaurar el Templo de Santo Domingo siendo su familia devota, iban tres a cuatro veces a la semana hasta que un buen día se le pudo conceder su deseo. Le hicieron formalmente el ofrecimiento de trabajar el cancel de la puerta y luego el retablo a través del padre Esteban Arroyo.
Con el padre Secundino organizaban excursiones entre los feligreses, para recorrer cada pueblo de Oaxaca y estudiar los retablos tomaban fotografías.Iban a los pueblos de la Mixteca fue en Yanhuitlán donde se tomó la idea fijándose en el retablo que está junto al Presbiterio, en el muro derecho.
Mientras todos observaban la fachada él se escabulle por la parte trasera para conocer su estructura, ensamblaje, la forma en la que fueron construidos a base de mecanismos rudimentarios y muchas de las veces sin un solo clavo. Para él fue muy interesante ver cómo estaban cimentados y armados por partes, de abajo hacia arriba sostenidos por dos o más enormes troncos. Que mantienen a los retablos siempre separados del muro pero sujetos por largueros con alambres retorcidos haciendo su estructura muy sólida.
Ninguno de los padres tenía idea alguna de qué modelo seguir para construir en Santo Domingo. No existían documentos. Excepto un dibujo en acuarela de un pintor Zamora que mostraba a grandes rasgos cómo había sido el altar mayor que se había quemado. También estaban los trazos de 14 retablos más en esa pintura, los hijos de Zamora, siendo sus amigos, no quisieron venderlo a los dominicos pero sí a él, con la base del dibujo y lo examinado en Yanhuitlán comenzaron las obras.
En 1955 se hizo el cancel de la puerta que desapareció con la última restauración de 1972-1973.Un año después el 4 de marzo de 1956 dieron inicios a la restauración del Altar Mayor. Con la ayuda de la maquinaria de ese entonces pero siendo fieles a la técnica que permitió en siglos pasados la elevación de retablos notables.
Se instaló un taller en la sacristía, su hijo Mario fue su mano derecha, de forma simultánea se hicieron las reformas a la capilla del Rosario.
A pesar que tenía un equipo bajo su mando siendo él el maestro de obra tardó cuatro años. Don Emilio se dedicó al volumen y su hijo al dibujo y talla.
Para la capilla del Rosario tampoco había vestigios de cómo había sido originalmente, así que se basaron en el retablo que hizo José de Churriguera en San Esteban de Salamanca, España. Terminaron en una tarde de domingo del mes de Octubre de 1964 y esa misma tarde se bendijo la capilla por un arzobispo.
El comulgatorio se produjo a instancias del padre José María Tascón, mientras que con Arroyo se hicieron todas las bancas que se encuentran frente al altar.
A simple vista parece que todo marchó muy bien, cuando no fue así le pusieron trabas ya que no confiaban que pudiera hacer todo lo que le pidieron en un principio. Su hijo le pedía a su padre que le exigiera a la Iglesia que se les pagará más pero él lo negaba, al terminar un trabajador intentó adjudicarse todo.
Al terminar su trabajo en Santo Domingo lleva a cabo la restauración de la totalidad de los retablos del Templo de Santa María de Petapa en Oaxaca. Su labor se extiende a Santo Domingo Tonalá, en Chiapas en donde reconstruye y restaura todos los retablos.
El 4 de marzo de 1987 recibe la medalla “Donají” haciendo mención de ser un ciudadano distinguido y por su labor altruista de haber contribuido al beneficio de la sociedad Oaxaqueña.
El recibe la medalla después de Rufino Tamayo en 1985, fue una odisea el que Emilio Bourguet quisiera recibir dicho premio.
Un señor que trabajaba en el ayuntamiento, su jefe le encomendó la tarea de recoger a Don Emilio para que recibiera el premio, el hombre fue hasta su casa pero él negó merecer el premio. Regresa al ayuntamiento informando a su jefe que no pudo convencerlo, así que su superior lo amenaza diciéndole que si no regresaba con él, no se dignara a aparecer a su puesto.
Aquel hombre vuelve a llamar a la casa de Emilio y le implora que se suba al automóvil en la parte trasera para que recogiera su premio, porque si no lo hacía, a él lo iban a despedir del trabajo solamente así se subió. Le entregó el premio Salinas de Gortari, y a medio camino en un mar de lágrimas. El hombre le pregunta qué le pasa Don Emilio y él le responde con la voz entrecortada que nadie nunca le había dado un premio por su trabajo.
Pasó sus últimos días en la casa de retiro Tamayo. Haciendo una excepción con él ya que le permitieron colocar su taller, ya no lo trabajaba pero lo contemplaba. Allegados a la familia dicen que lo que le causó la muerte fue el dejar de trabajar, era su vida falleció el 1 de febrero de 1993. Al otro día las esquelas del periódico no tardaron en aparecer en “El Imparcial noticias” y “Voz e imagen de Oaxaca” lamentaban con profunda pena el fallecimiento de Don Emilio, para las familias Bourguet y Bermúdez.
Su primera nieta Laura Bourguet González se encargó de llevar en sus brazos la urna en donde están sus restos de lo que un día fue un hombre sencillo y cordial. Entró a la iglesia acompañada de ambas familias, recorriendo el largo pasillo con el sonido de las pisadas, hasta llegar donde estaba el padre Oscar Mayoral entregando las cenizas. Dejándolas detrás del altar mayor.
Reside bajo una bóveda de cánticos celestiales y descansa el sueño eterno de su embelesante obra.

