Hoy por hoy, por todos los puntos cardinales del planeta los intereses políticos —derecha, centro e izquierda— manosean la democracia. Hay un enfrentamiento generalizado. Todos se declaran defensores del sistema democrático siempre y cuando los votos les sean favorables y, contrario sensu, “hubo fraude”. Nadie da marcha atrás. No hay debate de fondo, solo acusaciones (abundan las Fake News); el todo o nada. La democracia se convierte en una herramienta de uso. La inteligencia y la experiencia política pasan a segundo plano. Todos quieren ganar. El fracaso no está en su agenda. Y el que tiene el poder trata de mantenerlo lo más posible, por las buenas o por las malas. En México, en Cuba, en Venezuela, en Nicaragua, en Bolivia, y hasta en la Vieja Europa. En China, ni hablar, el régimen es una dictadura y en Rusia Vladimir Putin ha alargado su mandato cada vez que fue necesario.
¿Otros ejemplos? Suficientes: el más escandaloso, el caso de Donald Trump en Estados Unidos de América, que hasta el momento, pese a sus evidentes pillerías y acusaciones, en forma por demás burda, trata en los días que corren, de que se anulen las elecciones presidenciales en las que triunfó Joe Biden y se declare su “victoria”. Si eso sucede en lo que era el ejemplo de la democracia mundial, qué no sucederá en otros sitios. En la parte austral del continente, el ambiente político está más caliente que nunca. El enfrentamiento en Brasil entre Jair Bolsonaro y Lula da Silva se dirimirá el 2 de octubre próximo, con los comicios más polarizados de la historia brasileña desde el retorno de la democracia al país en 1985. Y lo que sucede en Argentina, en el enfrentamiento entre el Poder Judicial y el Ejecutivo, con el juicio a la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, acusada de varios delitos desde hace más de 15 años, es otra muestra de la polarización internacional.
En los últimos días, Argentina ha vivido otro más de los episodios polarizantes a los que hemos aludido al inicio de esta ISAGOGE. La nación austral vive en un ambiente caldeado desde hace muchos años. Y, por si hiciera falta, la actual vicepresidenta Cristina Fernández viuda de Kirchner, es ave de tormentas desde antes de que su esposo, Néstor Carlos Kirchner, que fue presidente argentino 2003-2007, muriera.
Cristina, presidenta del país durante ocho años, y actualmente vicepresidenta con Alberto Fernández (no son parientes), está acusada por el presunto delito de asociación ilícita y administración fraudulenta de fondos públicos, debido a supuestas irregularidades en la concesión de 51 obras públicas a firmas del empresario Lázaro Báez durante su mandato entre 2007 y 2015 y del fallecido Néstor Kirchner en la austral provincia de Santa Cruz.
Así las cosas, el lunes 22 de agosto pasado, el fiscal Diego Luciani —junto con Sergio Molal—, pidió una condena de 12 años de prisión e inhabilitación perpetua para Cristina Fernández, que le impidan ejercer cargos públicos, en el juicio por enriquecimiento ilícito y presuntas irregularidades en la adjudicación de obra pública por medio de una organización delictiva, con lo que generó una defraudación al Estado de alrededor de mil millones de dólares. El juicio es conocido como “Causa vialidad de la obra pública en la provincia de Santa Cruz”, cuna política del Kirchnerismo.
En tales circunstancias, la vicepresidenta arremetió en contra de los fiscales; y afirmó que no han probado “nada de lo que dijeron” en el juicio que calificó como de “ficción”, amén de asegurar que “la sentencia ya estaba escrita”. Coreada por los cánticos de decenas de seguidores que se reunieron a las puertas del Congreso donde tiene su oficina en el Senado de la República, Cristina transmitió, por medio de las “benditas redes sociales”, los pormenores de una investigación que calificó como una “feroz campaña política y mediática” en su contra, basada en supuestos sobreprecios en torno a la construcción de “rutas inexistentes” en Santa Cruz. A lo largo de dos horas de transmisión, la vicepresidenta argumentó que no existen pruebas en su contra y que ninguno de los testigos citados a declarar durante el juicio apoyó con su testimonio la versión de los fiscales a quienes culpó de adoptar el “guión de los medios de comunicación afines a la actual oposición política”.
Además, respecto a la negativa del Tribunal que la enjuicia para ampliar su testimonio, recurso que solicitó desde el lunes 22 de agosto, alegando los letrados cuestiones formales, la señora Fernández caldeó aún más el ambiente, con un discurso victimista:“ Si algo faltaba para confirmar que no estoy ante un tribunal de la Constitución, sino ante un pelotón de fusilamiento mdiático-judicial, es impedirme el ejercicio de defensa”.
Además, con el propósito de convertir la causa en su contra en una causa contra el peronismo, Cristina Fernández declaró: “Esto no es un juicio a Cristina Kirchner, es un juicio al peronismo: es contra los que pelamos por las jubilaciones, el salario, la obra pública”. Estas palabras parecen un eco de las repeticiones “mañaneras” que cotidianamente se escuchan en Palacio Nacional en el centro de la Ciudad de México.
El apoyo y los reproches a la vicepresidenta argentina provocan en Buenos Aires manifestaciones en pro y en contra. Las grandes rúas bonaerenses están listas para ambas. Unas más concurridas que otras. Así, poco más de un centenar de argentinos se concentró frente al confortable piso que ocupa la viuda de Kirchner en el centro de la hermosa capital, en el famoso barrio de La Recoleta, zona de lujo, con departamentos tipo París, rodeada de boutiques selectas, donde se encuentro el histórico cementerio del mismo nombre, donde se encuentra la sepultura de Eva Perón; el grupo escandalizó con cacerolas al grito de “chorra” (ladrona). No por casualidad, coincidieron con activistas de La Cámpora (fundada en 2006), la agrupación de la juventud kirchnerista que llegó al lugar para defender a su líder en apuros. La policía terminó dispersando al grupo de apoyo con gases lacrimógenos. Entre los afectados por el embate policial estaba Máximo Kirchner, diputado nacional, hijo de los expresidentes Néstor Carlos Kirchner Ostoic y Cristina Fernández.
Para el miércoles 24 de agosto, el caso de Cristina Fernández conoció una faceta internacional poco común entre los altos círculos Iberoamericanos que han conocido la persecución mediática y judicial con pruebas fabricadas (e injustas condenas) contra los líderes de gobiernos populistas que se auto nombran de izquierda. Así, los mandatarios de México, Andrés Manuel López Obrador; Argentina, Alberto Fernández; Colombia, Gustavo Petro; y Bolivia, Luis Arce, denunciaron un “intento judicial” para “sacar del escenario político” a la vicepresidenta argentina. En el documento, sin firmas, titulado “Declaración de Apoyo a Cristina Fernández de Kirchner”, junto a sus banderas nacionales, los mandatarios latinoamericanos expresaron su decidido apoyo a la política sudamericana al condenar la “injustificable persecución” de la que ha sido víctima en los últimos días.
Luis Arce y Alberto Fernández en sus redes sociales denunciaron “las estrategias de persecución judicial para eliminar a contrincantes políticos en el país”. Asimismo, los dirigentes sudamericanos sostuvieron que la negativa de los jueces para que la viuda de Kirchner pueda ampliar su declaración de defensa demuestra la intención de apartarla de la vida pública, política y electoral.
Los dirigentes regionales latinoamericanos, sin detallar las presuntas y oscuras maniobras judiciales que la propia Fernández ha denunciado en el expediente del caso, replicaron los llamamientos para garantizar el debido proceso que se ha alargado por más de un lustro, pese a que la parte acusadora no ha encontrado información sólida o evidencia suficiente para fincar su responsabilidad. No obstante, la fiscalía procedió catalogando el juicio “como la mayor maniobra de corrupción” durante la gestión de la presidenta: 2007-2015.
Ante el apabullante cúmulo de presuntas anomalías procesales, los mandatarios de izquierda exigieron “que se tomen en cuenta las conclusiones del Informe de la Relatoría Especial de las Naciones Unidas”, lo que pone en tela de juicio la credibilidad del Poder Judicial en la nación que definirá la situación jurídica de Cristina Fernández a fin de año.
La declaración de apoyo de los cuatro presidentes iberoamericanos es la primera muestra conjunta en América del Norte y América del Sur, una vez que el propio Alberto Fernández señalara que las acusaciones son utilizadas mediáticamente en contra de la vicepresidenta de su país, pues aunque la Fiscalía es la que investiga desde hace años, los medios de comunicación argentinos usan el caso para una “tipificación abusiva”.
Sobre el particular también se han pronunciado otros ex mandatarios como Evo Morales, el primer mandatario indígena de Bolivia, y Dilma Rousseff, la primera mujer presidenta de Brasil. Además, los mismos compararon estas acciones judiciales con la persecución que enfrentó el ahora nuevamente aspirante presidencial en Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva también por corrupción, con el conocido caso de Lava Jato.
El documento de apoyo de los mandatarios de “izquierda” de México y Sudamérica a Cristina Fernández dio pie para que algunos analistas internacionales, como Fran Ruiz del periódico Crónica de Hoy, escribieran fuertes réplicas sobre el particular como la que tituló: “¿Por qué con Cristina (Fernández) sí y con Cristiana (Chamorro) no?”, de la que se citan unos párrafos: “Hipocresía en estado puro. No hay explicación para el comportamiento de los líderes de la izquierda latinoamericana ante la ¨persecución judicial y mediática” a la que está siendo sometida, según denuncian, la vicepresidenta argentina, Cristina Fernández”.
“Desde que el martes (23 de agosto) fuera señalada por el fiscal de su país, Diego Luciani, por abusar de su cargo para privilegiar a un empresario afín con contratos de obra pública…comenzaron los golpes de pecho de mandatarios como el recién llegado a Colombia, Gustavo Petro, el boliviano Luis Arce…y particularmente el mexicano Andrés Manuel López Obrador, quien, para llevar por bandera el principio de no injerencia en asuntos de otros países, está resultando en los últimos tiempos el más injerencista de la región…eso sí, sólo cuando le tocan a algunos de sus amigos”.
Y abunda: “Como bien dijo este jueves (25 de agosto) López Obrador, en alusión a la petición de inhabilitación perpetua para todo cargo público contra Cristina Fernández, “no se le puede impedir a nadie que quiera participar en política ser candidato o candidata solo porque se fabrica un supuesto delito, un poco lo que me hicieron a mí cuando el desafuero”. (Sobre el particular mucho se podría aclarar, pero esta no es la ocasión. Otro día).
Fran Ruiz agrega: “Lástima que no hubiera un periodista a su lado (de AMLO) que le recordase que se calló como un perro (sic) cuando la dictadura de Daniel Ortega metió en la cárcel a Cristiana Chamorro, a la que inventó el cargo de “traición a la patria” —como acostumbra hacerlo el tabasqueño con sus adversarios—, sólo porque era favorita en las encuestas y le habría ganado en las elecciones”.
Finaliza su análisis Fran Ruiz: “Y ahí están, Cristina emulando a Evita desde el balcón, jaleada por los suyos dentro y fuera de Argentina, y Cristiana pudriéndose en una cárcel”… Lo dicho, hipocresía pura”.
Es clara la respuesta a la pregunta del periodista: ¿Por qué con Cristina sí, y con Cristiana no?. La política es amiga de AMLO, la periodista no. Y así nos vamos. VALE.