Interrumpo la serie de colaboraciones sobre el tema: La política, como el arte de chantajear, que he venido publicando en nuestra revista Siempre. El motivo para que lo haga no es menor: la aparición de una noticia a la que muchos calificaron como buena y que yo agrego que es promisora y esperanzadora: aún hay mexicanos que tienen valor civil.
Hago referencia a lo que sucedió en la Cámara de Senadores el miércoles 19 de octubre. Un senador, conocedor, con valor civil e independiente, puso en su lugar tanto al presidente de la República como al secretario de defensa nacional. Al primero le mandó un mensaje inequívoco: no a la militarización. Al segundo, no se lo mandó decir, tuvo el valor de encararlo y decírselo estando presente. Con toda razón lo acusó de soberbio y de descuidar el ramo que tiene confiado.
Estoy aludiendo al discurso brillante, claro y contundente del senador independiente Germán Martínez Cásares, pronunciado ante los senadores, estando presentes el secretario de Marina, la secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana y el secretario de Defensa Nacional.
El senador Martínez reclamó al secretario de Defensa, general Luis Crescencio Sandoval, por haber acusado al Senado de pretender separar a las fuerzas armadas del pueblo; le dijo que su uniforme de militar no lo hace más y mejor mexicano; le recordó que el presidente Juárez apartó a los militares de los negocios civiles; criticó la militarización, le recodó que el ejército debe ser civilista, no militarista; aludió a que la seguridad es un asunto civil; le recordó el reglamento del presidente Cárdenas limita la actividad de los uniformados a lo estrictamente militar; lo censuró por la opacidad con que se manejan los negocios de la secretaria de Defensa; le recordó que su fuero militar no lo protegerá de la competencia de los tribunales internacionales; le hizo notar que los guacamayos son miembros descontentos del propio ejército; que éste es el pueblo militarizado; que según su propio Reglamento, no puede intervenir en la política; le reclamó los arreglos con Alejandro Moreno, gobernador del estado de Campeche; que los contratos de obra no se licitan y que se adjudican de manera opaca. Le dejó bien claro que la milicia tiene límites. También le dijo que quiere un ejército que obedezca la ley.
Como lo afirmé: lo anterior no se lo mandó decir; se lo dijo claramente y en su cara. El senador Germán Martínez no habló de croquetas ni aludió al físico del general Sandoval. Actuó como un auténtico parlamentario; conducta que cada vez es menos frecuente en nuestro Poder Legislativo.
Que yo recuerde, un mensaje similar no se había escuchado en la Cámara Alta en los últimos 109 años; la carencia no es atribuible a la falta de razones; que las hubo y sobraron: las matanzas del general Francisco Serrano y de sus seguidores en 1927; el asesinato de mi general Rubén Jaramillo y su familia en 1962; la de los estudiantes en 1968; los de Iguala, con la desaparición de 43 estudiantes normalistas y muchos otros crímenes atribuibles a miembros del ejército nacional, ameritaban una protesta parecida. No la hubo, cuando menos en esa Cámara. Insisto: motivos no faltaron; lo que faltó fue valor civil en los legisladores que la han integrado.
El reclamo estuvo muy lejos de tener la bajeza de los ataques, que son comunes en las cámaras que integran el Congreso de la Unión. Nada tuvo que ver con los insultos, que lindan en la bajeza y grosería, que algunos legisladores se hacen, como las de llamar changoleón u otros que ameritaron que los ofendidos de manera baja reclamaran respeto a su edad o a su condición de abuela; se ha retado a golpes a quienes no están de acuerdo. Los insultos y esas conductas demeritan la función y exhiben la falta de argumentos en quienes se dicen ser representantes de la Nación.
Hasta ahora del debate político ha caído a niveles que son propios de pulquerías o de cantinas de barrios bajos. Se toma como heroínas a las legisladoras que ofenden a sus colegas.
Anteriormente el ahora senador Martínez había renunciado a su militancia al Partido Acción Nacional, del que había sido presidente nacional, por no estar de acuerdo con la política seguida.
Considerando que Morena eran una vía para salvar a México de la corrupción, incompetencia y frivolidad de los políticos del PRI y del PAN, en su momento, se adhirió a ese movimiento social. Al darse cuenta de que AMLO y los suyos era más de lo mismo, se declaró legislador independiente y así ha permanecido. En el Senado es parte de un grupo libre, activo y responsable junto con Emilio Álvarez Icaza, Gustavo Madero y otros legisladores.
También tuvo el valor civil de renunciar a la dirección del Instituto Mexicano del Seguro Social que le fue confiada al inicio del sexenio de AMLO; lo hizo por no estar de acuerdo con el trato que recibía la institución a su cargo de parte de los miembros del gabinete federal. No alegó razones de salud para abandonar el cargo. Dijo, y con todas sus palabras, las razones que lo movían a renunciar.
La independencia, valor y competencia que caracteriza al senador Martínez Cásares lo pone en aptitud de ser tomado en cuenta como un candidato viable y preparado para la presidencia de la República.
Los asuntos públicos en México andan mal, muy mal. Como andarán que algunos han visto en la senadora, ahora panista, Lilly Téllez dimensiones para ser candidata a la presidencia de la República, por cuanto a que toma la ofensa personal y la diatriba sin contenido ideológico, como una forma del debate parlamentario. Ella, la de firmes convicciones, la misma que, por no ser reelecta por el PAN, organización a la que pertenecía, renunció a ella y se adhirió a Morena; una vez senadora por este partido, sin prescindir de sus convicciones, volvió a brincar al PAN. Es la misma que, con argumentos sofisticados, pero contundentes, rebatió a su colega Napoleón Gómez Urrutia: “Sentado y callado, y espere sus croquetas”. De manera elegante dijo al senador José Narro Céspedes: “Tienes la cola larga y la cola sucia”. A la Senadora Citlalli Hernández, la rebatió con silogismos refinados, aludió a su físico. Refiriéndose a Gerardo Fernández Noroña le dijo que era “León en el Hilton, chango en el Senado.”
Otro gran tribuno que, por sus dotes como orador y político, aspira a la presidencia de la República, es el senador Gerardo Fernández Noroña; él hace de los golpes su forma de argumentar y del insulto, su manera de convencer. Es el mismo que, aludiendo a la distinguida dama Lilly Téllez, le dijo: “Ya quisiera usted ser changa leona”.

