Los Universitarios hablan es un espacio abierto a la comunidad estudiantil, la que cursa la licenciatura en las instituciones de educación superior; inicialmente las que funcionan en la Ciudad de México. Pretende ser un

espacio en el que los universitarios opinen libre y responsablemente sobre temas de actualidad.

En esta entrega participan estudiantes de la Escuela Libre de Derecho y de la Universidad Panamericana. Dan su visión respecto de un tema específico y actual: la Ley Sharia y el Mundial.

Elisur Arteaga Nava

 

Si todo se puede, nada se puede

Por Alejandra Estrada Campos, ELD

 

A propósito del mundial de Qatar 2022, ha saltado al interés público la llamada “Ley Sharía” bajo la cual se conoce al conjunto de textos basados en el Corán, los relatos del profeta Mahoma y la deliberación de los académicos religiosos del Islam que se aplican de alguna u otra manera en la mayoría de los países musulmanes. Este ordenamiento regula los aspectos públicos y privados de la vida, contiene orientación moral y espiritual, formas comportamiento, vestimenta, conductas consideradas como delitos y sus penas, etc. Sin embargo, es importante destacar que no se trata de una codificación uniforme, sino que la interpretación y los alcances de los documentos que la integran varían en función de cada país o escuela de pensamiento.

Al respecto surgen muchas preguntas filosóficas: ¿existen valores universalmente aceptados? ¿los derechos humanos son una idea meramente occidental? ¿se justifica la intervención en sociedades distintas con la bandera de la dignidad humana?

El relativismo ético-cultural afirma que distintas sociedades tienen prácticas que consideran válidas y que al ser diferentes de otras sociedades deben ser respetadas y no comparadas ni evaluadas desde las prácticas de otras sociedades, pues hacerlo sería un signo de imperialismo o eurocentrismo. Por otro lado, se ha puesto de manifiesto la falacia que implica este relativismo ya que el simple hecho de que existan comunidades diferentes no implica que deban existir o que tengan el mismo valor, y que resulta incompatible con la noción derechos humanos que ha sido concebidos como transculturales y válidos objetiva e intemporalmente para toda cultura.

El matiz lo encontramos en el pluralismo cultural, que es el reconocimiento de una realidad plural de tradiciones e instituciones, el cual no debe confundirse con el relativismo cultural que implica el mito de que todas las formas culturales poseen idéntico valor. Si nada fuera verdadero ni falso no habría diferencia alguna entre el conocimiento y la ignorancia, y la ciencia, la moral y la democracia no podrían sobrevivir.

Las sociedades son libres de autodeterminarse, pero el poder por definición requiere límites basados en la dignidad humana que constituye el criterio ético que disuelve ese relativismo. No hay duda de que existen muchos fines diversos que los seres humanos pueden perseguir y adecuar su conducta a ellos. Sin embargo, afirmar que todo reproche moral es subjetivo, cultural e ideológico conduce al nihilismo, así como el nihilismo a la barbarie.

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El mundial a modo

Por Arturo Yamil Alvarado Díaz Slim, ELD

 

El entonces presidente de la Federation Internationale de Football Association, (“FIFA”), Joseph Blatter anunciaba en 2010 que el Mundial de Fútbol de 2022 se jugaría en Qatar. Entre las especulaciones de corrupción, salió victorioso de la puja un país que no es pambolero y cuyas condiciones climatológicas, aparte, no favorecen el practicar deporte al aire libre.

Originalmente, construirían 12 estadios para completar la misión, al final fueron sólo 8, además de la infraestructura necesaria para recibir a los cientos de miles de aficionados del fútbol de todo el mundo. Era un proyecto ambicioso, pero no imposible si se hacían de mano de obra barata, entonces contrataron inmigrantes. 6,500 de esos trabajadores murieron para que los jeques qatarís cumplieran su sueño de ser anfitriones de un mundial.

La devastadora cifra es sólo el principio de lo desafortunado de este Mundial. Qatar es un país gobernado por la Ley Sharia. Sharia significa ‘el camino correcto’ y es esencialmente el modo de ascender, de acuerdo a la creencia del Islam, lo más cercano posible a Dios. El texto normativo en ella contenido deviene principalmente del Qurán, considerado la misma palabra de Dios, y del Hadith, que es la suma de profecías, dichos y alabanzas pasados por generaciones desde su profeta.

La Ley Sharia contiene una serie de prohibiciones que son incompatibles con el desarrollo occidental, del cual se desprende la tendencia internacional en materia de derechos humanos. Se destacan la prohibición las relaciones homosexuales y la virtual ausencia de derechos de las mujeres. Además, no se permiten el consumo de alcohol, la profanidad, música altisonante e incluso demostraciones públicas de afecto. Aquellas selecciones que tenían por intención portar insignias de apoyo a derechos humanos fueron incentivadas a no hacerlo, so pena de incurrir en sanciones.

En México, no nos es ajeno que la FIFA amenazó con sancionar a la selección por el grito discriminatorio, bajo la capa de defensores de la igualdad y respeto, lo cual obliga a preguntarnos ¿qué sucedió tras bambalinas en 2010 para que se eligiera a Qatar como anfitrión del Mundial? La hipocresía es clara y la complicidad también. Pero ello no significa que el espectador deba evitar disfrutar de ver los partidos del torneo, aunque no se le exime tampoco de tomar conciencia de las violaciones a derechos humanos institucionales y extraoficiales que se viven en el país anfitrión.

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Ley Sharía en Afganistán: un retroceso a los derechos de la mujer 

Por Carolina Itzel Palacios Farfán, UP

 

El pasado 25 de noviembre mujeres y colectivos feministas salieron a marchar en la Ciudad de México, para conmemorar el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la mujer. En ella, expresaron sus exigencias al gobierno contra la ola de violencia que las niñas y mujeres viven día a día.

Parecería que esto es un problema únicamente de Latinoamérica, pero la realidad es que la violencia estructural también la viven mujeres en otras regiones, culturas y países. Tal es el caso de las niñas y mujeres afganas, con la aplicación estricta de la Ley Sharía desde hace más de un año.

En pocas palabras, esta ley es la base del derecho islámico, pues rigen la conducta y moral de sus ciudadanos. Sin embargo, el gobierno autoritario de Talibán exige más allá de lo que esta ley establece. De su interpretación, controlar las actividades y forma de vida de las mujeres, es “restablecer el orden”.

Bajo este régimen, los derechos que las mujeres habían luchado por décadas se han derrumbado en menos de dos años. Generando un retroceso en los derechos humanos a la educación, al libre desarrollo de la personalidad y a los derechos de familia. Por ejemplo, en mayo de este año se solicitó que las mujeres afganas tenían que cubrir sus caras totalmente en público. Incluso, ya no pueden salir sin acompañamiento de un hombre, forzándolas a confinarse en sus casas o a casarse en contra de su voluntad.

Por otro lado, el patriarcado se refleja al prohibir que las mujeres ya no puedan trabajar en trabajos gubernamentales. Dejando así las decisiones enteramente a los hombres y reforzando un sistema sexista. Por otra parte, se permite que las niñas y mujeres accedan a educación primaria y universitaria. Sin embargo, hay dos candados: la educación secundaria se encuentra prohibida para ellas, lo que en realidad se traduce como una acción que discrimina y prohíbe de forma indirecta que las niñas sigan aprendiendo y estudiando. El segundo, es que únicamente pueden estudiar ciertas carreras universitarias, discriminándolas de estudiar carreras como ingenierías o ciencias.

Al hablar de derechos humanos, es fundamental que seamos empáticos y conscientes con lo que también sucede fuera del país. Ser reflexivos de la seriedad de este problema en varios países, en donde la violencia a la mujer puede volver a ser normalizada, sin ser penada. Recordemos los derechos humanos como vienen, se pueden ir. El apoyo y sororidad entre las mujeres se debe sentir más allá de las fronteras. La lucha por los derechos de las mujeres aún no termina, pues puede pasar que los gobiernos autoritarios y jueces realicen retrocesos en nombre del patriarcado. Ya. No. Más.

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