En mi huelga de no hablar del sucio negocio que es la política, en mi colaboración pasada hice referencia a algunos aztequismos o términos de origen nahuatlaco, que eran usuales en el estado de Guerrero hace más de setenta años. En esta hago referencia a algunos arcaísmos castellanos que eran usuales en ese mismo estado por los años cuarenta del siglo pasado. Algunos han desaparecido por completo. Otros se conservan en el habla común de los pueblos pequeños y rancherías.
Con esta colaboración pongo fin a mi huelga de hablar de lo que en México se conoce como política. En colaboraciones futuras prometo hablar de las inconstitucionalidades que se observan en las reformas aprobadas a diferentes leyes que tienen que ver con los procesos electorales y con las instituciones encargadas de velar por su imparcialidad. Me referiré a los vicios, que son muchos, de la llamada Opción B
Arcaísmos castellanos
En el estado de Guerrero, hace muchos años eran usuales algunos arcaísmos de origen castellano; ahora casi han desaparecido cuando menos en esa parte de la República Mexicana. Eran de uso común entre la gente humilde o ente los campesinos. Recuerdo algunos:
Agún, como sinónimo de aún.
Ahí ta, por ahí está. En el corrido de Modesta Ayala, de autor anónimo y que fue escrito a finales del siglo XIX, hay un verso que dice:
Ella misma pronunció a su padre,
Con muchísima amabilida (sic)
Ahí ta un hombre que busca trabajo,
Usted dice papá si le da.
Haiga, por haya. Este arcaísmo lo puso de moda Felipe Calderón, cuando hablando al estilo pueblerino dijo: Gané la presidencia haiga sido como haiga sido.
Aluego, no ha desaparecido totalmente, como sinónimo de posteriormente.
Asegundar, según los diccionarios de la lengua, es repetir un acto inmediatamente después de haberlo realizado; denota la repetición de una acción. Se asegundaba la escarda o limpia de una siembra y esa acción no era inmediata. Con el tiempo con ese término se aludía a la acción de repetir el acto sexual sin haberse vestido.
Belduque, un chuchillo de doble filo. Don Francisco J. Santamaría, en su Diccionario de mejicanismos, lo define como “Cierto cuchillo grande y puntiagudo. Parece que el nombre le vino de fabricarse estos en Bois-le Duc (Holanda), que los españoles convertían en Bolduque.”
Bújero, como sinónimo de agujero. Se decía: “Por el bújero que le hizo la bala, se le salió el alma.”
Cacarizo, con él se aludía a quienes, por virtud de la viruela, sus rostros quedaban marcados con muchas cicatrices. Gonzalo N. Santos, en sus Memorias, refiriéndose a cierto general revolucionario, que pretendía presentarse como candidato a la presidencia de la República, lo descartó por serlo; afirmaba: “Es anticonstitucional que un cacarizo sea presidente de la República”.
Chirgo, en la Tierra Caliente, con ese término se aludía a un ser humano sucio y descuidado. Don Francisco J. Santamaría informa que, en el estado de Guanajuato, con ese término se aludía a un hombre enclenque, débil, raquítico.
Corrioso, en mi colaboración anterior referí que, con ese término, se denotaba algo que es duro, fuerte. Dije que la madera del guayabo se considera corriosa, por razón de que es resistente. El término, con ese sentido, no aparece en los modernos diccionarios de la lengua. Aparece el término correoso, para denotar algo flexible y elástico al mismo tiempo.
Chocholeto, para denotar que un ser humano, está desnudo.
Cuantimás, en los diccionarios aparece como contracción de cuanto y más. Su uso ya no es tan común
Cuarrango, con ese término se aludía a un cuadrúpedo que cojeaba de una pata. Con el tiempo pasó a denotar que una persona que tenía dificultad para caminar.
Divisar, mirar algo de lejos.
Emprestado o emprestar, como sinónimo de tomar algo a préstamo. En los diccionarios aparece como un provincialismo o americanismo. A pesar de ello es de notar que en la traducción de la Biblia de Casidoro de Reyna, revisada por Cipriano de Valera, en el segundo libro de los Reyes, se asienta: “Y aconteció que derribando uno un árbol, cayósele el hacha en el agua; y dió voces, diciendo: ¡Ah, señor mío, que era emprestada” (cap 6, v. 5).
Endenantes, en los diccionarios aparece como un arcaísmo, para significar hace poco.
Endequiaque, para denotar un pasado lejano.
Fodongo, alguien que es flojo, mal arreglado o sucio.
Itacate, este término aún es de uso común; con él se alude al lunch o alimento que una persona lleva para el camino o para comer a su hora de descanso. Iba envuelto en una servilleta y depositado en un morral.
Jacal, choza hecha de palma, bejucos y carrizos; constaba de un solo espacio que servía de sala, cocina, comedor y recamara.
Jicarazo o jicarazos, se decía que alguien se había bañado a jicarazos para denotar que se había bañado echándose agua con una jícara; éstas, por lo general, se obtenían de partir por la mitad los frutos del cirián, un arbusto que se da en las regiones calientes y áridos; se distingue del resto de los otros árboles por su color verde intenso. El contenido de las bolas del cirián son de uso común para elaborar un té que se considera como una medicina para combatir la tos “emperrada” o persistente.
Juída, como de huir. También era usual se jue, para denotar que alguien había partido. En el son La tortolita de don Juan Bartolo, uno de sus versos dice:
“Despavorida y mortal/
De juída del gavilán.”
Divisar, como sinónimo de mirar, para denotar que alguien vio algo alejado.
Fisgudo, con ese término se aludía a alguien astuto, inteligente o previsor. Tal vez derive del término fistol, en su acepción de Diablo o de hombre astuto.
Largo, como sinónimo de despedir. En una canción calentana se dice:
Que me gusta una de aquí,
Qué santo me hará el milagro;
Salió a bailar y la vi,
Luego me hice yo este cargo:
Con que me diga que sí,
Hasta la que tengo largo.
Pocillo, un vaso de metal, con asa que se usaba para tomar agua. En las escuelas de los lugares calientes había una olla de barro con agua y amarrado a ella había un pocillo para que los alumnos calmaran su sed. De esta práctica derivó que todas las epidemias fueran comunes a los alumnos del grupo. Con el término pocillo se alude a una tinaja empotrada en la tierra para recoger un líquido o a una jícara para el chocolate.
Quero, por quiero. En alguna canción se dice: Te quero muncho harto.
Tiriciento, para denotar a alguien enfermizo que está débil, amarillo y sin ganas. Viene de Tiricia o ictericia
Vide, por vi, tiempo pasado. En el viejo gusto anónimo de la Pájara güajara, hay un verso que dice:
Yo tenía mi pájara güajara/
Que de hambre se me murió./
Luego que la vide triste/
La comida le sobró.
Truje, como sinónimo de traje, de traer.
En mi colaboración anterior, omití referir un aztequismo: ciclán o chiclán, como sinónimo de un hombre o animal mamífero, que tiene únicamente un testículo. El término viene de ce, uno, en lengua nahual.