Aunque algunos políticos insensatos —en su preparación y en su desempeño— como el actual Presidente de México piensan (es un decir), que “gobernar” un país tan conflictivo como el que se creó del mestizaje entre los pobladores originarios y los conquistadores españoles, es “muy fácil, lo cierto es todo lo contrario, sobre todo si el poder recae en un individuo como el truculento tabasqueño Andrés Manuel López Obrador, que en cuatro años de gobierno ha demostrado, ser la antítesis de un gobernante que por lo menos demuestre cordura al ejercer la delicada tarea de dirigir un país como la República Mexicana. Sobre todo, si se trata de Relaciones Exteriores, y no de reaccionar como un novato universitario que acaba de leer el Manifiesto del Partido Comunista (1848), la causa de que infinidad de jóvenes latinoamericanos perdieran sus vidas en los vericuetos de las selvas guerrilleras de muchos países latinoamericanos. Otros soñaron en imitar a Fidel Castro Ruz y lograr que sus países fueran dictaduras durante 65 años como lo es Cuba hasta la fecha. Y en esas andan todavía: en Nicaragua, en Bolivia, Venezuela y otros más. No aprenden que la democracia no sirve para que los aprendices de tiranos mueran de viejos, o enfermos, en el poder. Aunque algunos lograr engañar a sociedades en la miseria que sueñan en las promesas de “mesías” tropicales que los hunden en “pesadillas” de las que difícilmente despiertan.

El escándalo internacional del momento en Hispanoamérica se ubica en Perú, donde los últimos presidentes (y quién sabe hasta cuándo la tendencia trágica se interrumpirá) terminan en el suicidio, en la cárcel y en autogolpe de Estado, tratando de guardar las apariencias cobijándose en el Congreso, perdiendo la confianza de las Fuerzas Armadas al Presidente que fue elegido por medio de elecciones legales. Todo un absurdo, que obliga a repreguntarse, como lo hizo Mario Vargas Llosa en su novela Conversación en la Catedral, ¿Cuándo se jodió Perú? La interrogante dura casi dos siglos.

De hecho, los peruanos tienen en su Constitución una peculiaridad que explica que sus presidentes tengan una posición real que los vuelve  muy débiles. Así, los sucesivos congresos se percataron de que el procedimiento de la vacancia les da la posibilidad de acabar con el presidente y no han dudado en utilizarla cada vez que lo necesitan. Un constitucionalista de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Omar Cairo, explica: “Perú es el único país en el mundo que tiene la institución de la vacancia por incapacidad moral. Pero la incapacidad moral que está en las constituciones peruanas desde 1839, aludía en el siglo XIX a la incapacidad mental del presidente”.

“Ahora, cada vez que los congresistas consideran que el presidente es un inmoral, lo pueden destituir discrecionalmente con solo la fuerza de los votos, y ese término de inmoral es algo muy gaseoso hoy en día”.

A lo que hay que sumar la creciente fragmentación experimentada por las fuerzas políticas peruanas en los últimos tiempos. El Parlamento no está conformado por bloques parlamentarios sólidos, sino por un multitud de grupos pequeños que responden más a intereses particulares que a programas o ideologías, y eso hace muy difícil para los presidentes procurarse un respaldo en el Congreso. De tal suerte, Perú no cuenta con un régimen parlamentario como el británico o el español, en el que el primer ministro o el presidente del gobierno lo eligen los diputado en el Congreso, sino que al presidente lo eligen directamente los votos del pueblo (“el pueblo bueno y sabio”, como dice por ahí un populista desatado), pero la existencia de la vacancia ha permitido un mecanismo discrecional para deponer al presidente que no existe en otros países de la región. A su vez, el mandatario tiene atribuciones que le mantienen en el poder, como lo hizo Castillo para no perderlo, pero le falló la maniobra y así le fue. Algo que su principal apoyo regional, Andrés Manuel López Obrador no lo sabe o no lo entiende. Por ello, aunque Perú ya cuenta ahora con una nueva presidenta —la primera en el país—, hay razones para pensar que podría ser efímera como los anteriores.

En el excelente artículo de Agustín Gutiérrez Canet —diplomático de carrera cuyos nexos familiares los dejaremos de lado—, titulado “Incoherente política exterior”, el embajador en retiro trata la situación diplomática entre México y Perú en los últimos días: “Por conveniencia ideológica, pero sin coherencia diplomática, se soslaya el principio de proteger los derechos humanos si son violados por regímenes de izquierda como en Nicaragua, pero en cambio sí se defienden los derechos humanos del defenestrado presidente izquierdista peruano, cuando el asunto de fondo no son los derechos humanos, sino el frustrado autogolpe de Estado, violatorio de la Constitución de Perú, asunto que solo compete a los peruanos”.

“Sin ningún respeto a nuestra propia Constitución, nos entrometemos en los asuntos internos de Perú, simplemente por simpatías políticas con un mandatario de izquierda caído en desgracia”.

Por las anteriores consideraciones, Gladys Echaiz, congresista conservadora peruana, recién propuso en su Parlamento que se elabore una moción para declarar “persona non grata” al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, pues sus declaraciones oficiales sobre el ex mandatario Pedro Castillo Terrones, intervienen en la grave coyuntura que por el momento padece Perú. La parlamentaria Echaiz declaró: “El señor López Obrador ha dicho muchas mentiras en sus conferencias de prensa (“mañaneras”) de que nosotros (diputados peruanos) hemos tenido expresiones discriminatorias contra el ex presidente Castillo…Nosotros somos soberanos de nuestro territorio y somos los únicos que debemos resolver nuestros problemas. Nadie más debe inmiscuirse”.

Hasta el momento de redactar esta ISAGOGE no ha habido respuesta de AMLO a la legisladora peruana, el hecho es que lo dicho por Echaiz apenas está a la medida. En este sentido, como se sabe desde el inicio de la Cuarta Transformación, López Obrador ha utilizado la Doctrina Estrada —base de la diplomacia mexicana según el propio AMLO— a su conveniencia. La Secretaría de Relaciones Exteriores (como pocas veces ha sido menospreciada por el Ejecutivo federal), en el caso de Perú además de impugnar la “vacancia” (destitución) del maestro rural que llegó a la Presidencia, Pedro Castillo, desconoció a la presidenta Dina Boluarte, que ocupaba la vicepresidencia en el gabinete del destituido (ahora en prisión de 18 meses mientras se estudia su caso). Como vicepresidenta, Boluarte, era la sucesora legal del presidente en caso de que éste dejara de serlo por alguna razón. Esta posibilidad la advierte la Constitución peruana vigente.

En la columna Sin ataduras de Gutiérrez Canet, el ex embajador en retiro explica: “La Doctrina Estrada establece que México se opone a la práctica del reconocimiento de gobiernos extranjeros al indicar que nuestro país no reconoce ni desconoce gobiernos, sino que se limita a mantener o retirar sus agentes diplomáticos sin opinar, sobre la legitimidad de un nuevo gobierno como es el caso de Perú”. Doctrina que no siempre va acorde con los sucesos internacionales. Huele a viejo.

“La actual política injerencista del gobierno mexicano —agrega el diplomático en retiro, tío carnal de Beatriz Gutiérrez Muller, la segunda esposa del presidente Andrés Manuel López Obrador—, motivada por razones ideológicas, viola el derecho internacional y se vulnera a sí mismo, ante la posible injerencia de otros países en nuestros propios asuntos internos.

“La mejor defensa de la soberanía nacional es respetar invariablemente, de forma coherente, el derecho internacional y todos los principios constitucionales de política exterior sin ningún sesgo político”, finaliza.

De hecho, los problemas derivados de la destitución del presidente Castillo y de la asunción de Dina Boluarte en Perú apenas comienzan. El cambio no resolvió la crisis, sino que la aceleró. A partir de ese momento se han registrado protestas a favor del destituido, sobre todo en Lima, la capital, así como en Apurímac, Cusco, Puno, Ayacucho y otras regiones en demanda del adelanto de elecciones y el cierre del Congreso. En Chala, Arequipa, las Fuerzas Armadas reprimieron a centenares de mineros que cerraron el paso en la carretera Panamericana, con saldo de un muerto. La Defensoría del Pueblo informa que la represión ha provocado ya 21 muertos y 646 heridos. La mayoría de muertos ha ocurrido en regiones del sur andino, donde se han unido el ejército con la policía, en virtud del estado de emergencia decretado por el  gobierno como respuesta a las manifestaciones.

Por lo pronto, Boluarte ha sido criticada tras anunciar que la justicia militar investigará las muertes reportadas durante las protestas sociales, de las que su gobierno culpa a la violencia y el vandalismo. Lo que necesita Perú, quizás Boluarte no sea el personaje idóneo. El tiempo lo dirá.

Mientras que la presión social sube, la presidenta Boluarte descartó la posibilidad de presentar su renuncia pues considera que de esta forma estaría dando la razón a los “violentos”, y apeló al Parlamento a aprobar “reformar políticas”. En una entrevista para el canal peruano Latina Televisíón, la primera presidenta peruana en la historia defendió que su dimisión no solucionaría los “problemas”.

Los sucesos se presentan en Perú sin guión ni hora seguros. Y las diferencias con los ejecutivos de Colombia y México fueron tachados por Boluarte como injerencistas. La mandataria reveló que AMLO ofreció asilo a Lilia Paredes, ex primera dama y a sus hijos. La esposa de Castillo está vinculada a una red criminal desde Palacio de Gobierno. Se desconoce su paradero. Y López Obrador declaró que el asilo depende de la familia del ex presidente. El hervidero continuará indefinidamente. Pobre Perú. VALE.