El panorama delictivo y la falta del cumplimiento de la ley por parte de las autoridades está desbordado. La impunidad con la que deambulan los narcotraficantes por todo el territorio nacional es indignante; pasean sus armas, camionetas e ilegalidad sin rubor alguno. Entonces ¿para qué se empoderó al Ejército? El hecho de que matan a diestra y siniestra, causan daños, incendian objetos y toman terrenos como en la ley de la jungla: el más poderoso, es la causa real de la violencia e inseguridad que vive México.

Ahora el gobierno presume como un logro principal en materia de seguridad la captura de Ovidio Guzmán. Esta detención se logró muy lejos de la estrategia primordial que Andrés ha sustentado por 4 tormentosos años: abrazos, no balazos. Desato una batalla en Culiacán, se utilizaron helicópteros para disparar a los presuntos delincuentes, las Fuerzas Armadas utilizaron su poder para abatir a 19 implicados y evacuar a Ovidio del territorio. Esto, poniendo en riesgo a civiles tanto en las calles como en el aeropuerto donde fue impactado un avión comercial con pasajeros en medio de la pista. Se decretó en el estado de Sinaloa la suspensión de todas las actividades por el caos y al día siguiente el gobernador Rubén Rocha comunicó que se podía regresar a las mismas como si nada hubiese pasado.

La no persecución de los delitos son ya algo común y que la sociedad ha aceptado como un día más.

Esta captura del hijo de unos de los narcos más buscados y capturados de nuestro país, no se logró gracias a que sus mamás los regañen, ni por abrazos llenos de afecto, ni por las humillaciones que han recibido los militares, ni por las dádivas disfrazadas de programas sociales que se reparten a lo largo y ancho del país.

¿A qué se debe este giro de 180° en el gobierno del inquilino de Palacio Nacional? No tuvo opción y seguramente hubiera preferido no darle un golpe a sus principales socios: los narcotraficantes. Lo ocurrido el jueves de la semana pasada era una oportunidad para detener a quienes salieron a cometer ilícitos y que el gobierno ganara más que solo una captura de un capo. Tuvieron la oportunidad de poner en su lugar a los delincuentes que salieron a incendiar las calles en protesta de la captura de su jefe. Sin embargo, los criminales siguen en las calles con sus armas, impunes y paseándose enfrente del Ejército sin que estos puedan hacer algo por instrucciones de ya saben quién.