En casa del jabonero, el que no cae, resbala. Y los que se dedican profesionalmente a la política, deben andarse con mucho tiento; cualquier casa puede convertirse en un resbaladero donde no hay posible asidero. Peor aún, nadie puede presumir de estar libre de culpa. La mayoría republicana de EUA aprobó un comité especial dedicado a investigar lo que calificaron como la “armamentización” de la administración Biden,   dirigido por uno de los principales valedores del ex presidente Trump en el Congreso, el asambleísta republicano, Jim Jordan.

Con 221 votos republicanos a favor, y 211 en contra (demócratas), el elefante rojo enfocará sus baterías en investigar a las agencias y funcionarios públicos que investigaron a Donald Trump y su familia durante los últimos dos años de su administración y durante el mandato de Joe Biden.

Jordan, uno de los relevantes críticos del presidente demócrata, y miembro del ultra conservador Freedom Caucus, afirmó: “No queremos perseguir a nadie, sólo queremos que se detenga; queremos respetar la Primera Enmienda a la Constitución que tiene el país más grande del mundo. De esto se trata este comité, y en eso nos vamos a enfocar”.

Por su parte, el sábado 24 del presente mes, el Presidente Joe Biden, aseguró en una conferencia de prensa que cooperará sin reservas con la investigación del manejo de expedientes gubernamentales. Asimismo, la Casa Blanca informó que abogados del Ejecutivo estadounidense encontraron cinco hojas más de información clasificada en la residencia de Delaware el jueves 12 de enero, con lo que aumenta el número de folios a seis descubiertos en la semana, cuya antigüedad data del tiempo que el demócrata era vicepresidente de la nación: de 2009 a 2017.

De acuerdo con una ley estadounidense de 1978, los presidentes y vicepresidentes de la Unión Americana tienen la obligación de entregar todos sus correos electrónicos, cartas y otros documentos de trabajo a los Archivos Nacionales cuando terminan su mandato. Los Archivos, fundados por el Congreso en 1934, protegen los documentos históricos más importantes como la Declaración de Independencia, la Constitución y la Carta de Derechos, pero también información secreta altamente clasificada. La institución es además el destino final del trabajo de los Gobiernos que pasan por la Casa Blanca. En este sentido, parece que ni el expresidente Donald Trump, ni el actual mandatario, Joe Biden, tienen muy claro esta disposición federal.

Si en el mes de agosto del año pasado saltó la noticia de que Trump “guardaba” documentos clasificados en su casa de “Mar-a-Lago” (Florida), después fue el propio Biden el que no devolvió material clasificado a los Archivos Nacionales cuando salió de la Casa Blanca en 2019 como vicepresidente. La noticia tomó desprevenido al presidente de visita en México, donde asistía a la X Cumbre con los líderes de América del Norte. Aunque la información se conoce ahora, los diez documentos clasificados como confidenciales fueron descubiertos el 2 de noviembre de 2022 (seis días antes de las elecciones de medio mandato) en una oficina privada de Biden, según explicó en un comunicado su asesor especial, Richard Sauber.

Inmediatamente, Sauber aseguró que ese mismo día se notificaron los hechos y los Archivos Nacionales pasaron a recoger los documentos al día siguiente. El comunicado oficial dice: “La Casa Blanca está cooperando con los Archivos Nacionales y el Departamento de Justicia respecto al descubrimiento de lo que parecen ser registros de la Administración de Obama y de Biden, incluidos un pequeño número de documentos marcados como clasificados”.

Para Biden, no podía llegar en peor momento el descubrimiento de los documentos. Justo cuando inicia el año legislativo en el Congreso, con los republicanos al frente de la Cámara Baja preparándose para convertirse en la peor pesadilla del demócrata a golpes de investigación (los republicanos dejaron claro que si ganaban la mayoría, pedirían una investigación sobre la actual administración y de Hunter Biden, el hijo del mandatario).

Claro que las circunstancias les son halagüeñas a los republicanos, por eso festejan el momento aunque no saben si ya llegó el tiempo de festejar. Creen que que las acusaciones fortalecerán sus acusaciones contra el mandatario demócrata y su vástago. Por las mismas razones, el ex presidente Trump reaccionó como si fuera boxeador de peso ligero. El mentiroso rubio pretende retornar a la Casa Blanca, pero sus innumerables acusaciones políticas y hacendarias le pueden echar a perder el deseo. El magnate exigió, por medio de su plataforma Truth Social que los investigadores registren las propiedades de Biden como hicieron en su caso. “¿Cuándo va a registrar la FBI en un redada las numerosas casas de los Biden, o quizás la Casa Blanca? Estos documentos definitivamente no estaban desclasificados”.

Trump hace referencia al estatus de los documentos porque cuando la Federal Bureau of Investigation requisó los documentos secretos en su mansión de Mar-a-Lago, en un intento de evadir responsabilidades, dijo que él mismo había desclasificado todos los documentos que tenía en su propiedad.

Al respecto, el asambleísta republicano, James Comer, señaló: “El presidente Biden ha sido muy crítico con el hecho de que Trump llevara por error documentos clasificados a su residencia, ahora parece que él pudo haber hecho lo mismo”….”¡Qué irónico!”

Comer tiene precisamente bajo supervisión de su comisión loa Archivos Nacionales. Muchos detractores del demócrata recuerdan las palabras que Joe Biden dijo en una  entrevista concedida a un programa de televisión en septiembre último, cuando él mismo se preguntaba: “¿Cómo es posible que eso ocurra? ¿Cómo alguien puede ser tan irresponsable? Yo pensé: ¿qué datos había ahí aquel pudieran comprometer las fuentes y los métodos? Me refiero a lols nombres de las personas que ayudaron. Es totalmente irresponsable”. Nada que ver con la respuesta que dio el martes 10 de enero a los periodistas que le preguntaban por los documentos incautados. Biden cerraba la boca e incluso se le escapaba una pequeña sonrisa.

Lo cierto es qué hay diferencias entre la actuación del experimentado octogenario presidente y la del expresidente. En el primer caso, los propios abogados de Biden dieron la voz de alarma y entregaron los diez documentos clasificados a las autoridades. En el caso del truculento magnate, el Departamento de Justicia tuvo que registrar su casa y oficinas cuatro veces para recuperar los 325 documentos secretos, muchos de ellos considerados altamente clasificados y secretos.

La FBI y el Departamento de Justicia ya están en  marcha. El titular de Justicia, Merrick  Garland, nombrado por Biden, ha abierto una investigación, pero le ha pedido al fiscal general de Chicago, John Lausch —elegido por Trump—, que revise el asunto en un intento de mostrar imparcialidad. Unas pesquisas que llegan cuando el mandatario estadounidense está a punto de hacer pública su decisión sobre si se presentará a la reelección en 2024.

Sin pecar de agorero, sin duda que el escándalo de los documentos clasificados repercutirá en las próximas decisiones políticas de Biden. La magnitud de los hechos todavía es  desconocida. No obstante, y aunque es pronto para establecer una valoración acertada, la popularidad del presidente lejos de descender —aunque usted no lo crea—, se mantiene al alza, mostrando un índice de aprobación de trabajo positivo, tal y como lo demuestra la reciente encuesta de la semana pasada realizada por The Economist y YouGov. La aprobación de Biden alcanza así el 50% entre los votantes registrados, frente al 47% de desaprobación, lo que significa que los números de valoración del líder demócrata han mejorado ligeramente respecto a su punto más bajo, registrado en el verano de 2022.

No obstante, el promedio de encuestas de Biden se sitúa por abajo del 45%. Sin haber podido comprobar todavía cómo le ha afectado directamente al mandatario y a su popularidad la posesión ilegal de documentos clasificados de su etapa de vicepresidente. Los votantes ya empiezan a visualizar posibles líderes demócratas y republicanos, e identificar potenciales candidatos a las presidenciales de 2024.

Más allá de Joe Biden —cuya candidatura a la reelección es aún incierta—, y de Trump —cuyas aspiraciones políticas generan cada vez más malestar entre sus propias filas—, la próxima contienda electoral hacia la presidencia de EUA puede contar con nuevos protagonistas en ambas formaciones políticas para disputar la carrera electoral más decisiva en Washington, así como relevantes asuntos sobre la mesa que jugarán un papel prioritario en la decisión del electorado.

En fin, el escándalo de los documentos clasificados, las diversas cuentas pendientes del magnate rubio con la justicia (que muchos ciudadanos norteamericanos quisieran ver tras las rejas), el mal estado de la economía, así como temas que causan división en la sociedad, como el aborto, el uso de las armas de fuego (de muchos calibres) o la imparable migración (sobre todo del continente americano, y no del Viejo Continente), además del reparto del poder en el Congreso, competirán con caras nuevas que tratarán de hacerle sombra al pasado.

Además, falta por ver el futuro papel de la vicepresidenta Kamala Harris: y a pesar de la falta de liderazgo y carisma con la que a menudo se define a la número dos en la jerarquía estadounidense, abarcará más espacio y peso en la agenda demócrata durante los próximos meses, mientras que del gobernador de Florida, Ron DeSantis, se espera algo parecido. Desde que arrasara en las pasadas “midterm”, ganando la reelección por casi 20 puntos de distancia, el nombre del descendiente de cubanos no ha dejado de sonar de costa a costa, destacando en todos los rankings de la mayoría de las encuestas, para disgusto de Donald Trump, que es superado tanto por Biden como por DeSantis. La moneda está en el aire. VALE.