El 8M del 2023, fue un día especial. El sol cayó con fuerza en la Ciudad de México. Medio día, la primavera morada llegó. El morado de las flores de las jacarandas embellece las principales avenidas de la ciudad de México. El morado es también el color de la protesta, el color de la esperanza, el color de la voz que grita ¡Ni una más! ¡Somos malas, podemos ser peores! ¡Vivas, libres y combativas! El río humanos se extendió desde el Auditorio Nacional por el Paseo de la Reforma y calles aledañas, hasta el Zócalo, epicentro de la vida política nacional. La mayoría de ellas fueron de morado, muchas con pañuelo verde. Saldo blanco, el bloque negro actuó, pero no dominó la movilización, gran trabajo del grupo Atenea de la CDMX.
El Zócalo morado es un enorme mural, un mosaico, un abanico, del movimiento civilizatorio más importante de este siglo: la lucha de las mujeres por sus derechos y en contra de la violencia, que millones de ellas padecen todos los días. Por supuesto que la igualdad sustantiva es muy importante, hay que romper el techo de cristal y despegarse del piso pegajoso, pero primero, lo fundamental es que no las maten, no las desaparezcan, no las violenten.
Igual que en la CDMX, en muchas ciudades del país hubo marchas similares. Caminaron unidas, juntas, como un solo cuerpo, como un solo dolor, como una única esperanza. Imposible no conmoverse, no sentir su fuerza y vitalidad.
La lucha de las mujeres es un movimiento que creció sobre la memoria de las miles de mujeres asesinadas y desaparecidas. Nació del dolor, de la angustia de las madres buscadoras, que con determinación y arriesgando sus vidas incansablemente buscan a sus hijas. Recuerdo a Debanhi sola a la orilla de la carretera, escucho el saxofón poderoso de Malena, atacada cobardemente pero no derrotada, no le pudieron arrebatar la belleza, ni el valor. Recuerdo a Cecilia Monzón, a María Elena Ríos, a Olimpia Coral, a Agnes Torres, a Ingrid Escamilla, la lista se pierde en el infinito de la ausencia.
Los gobiernos, atrapados por su disputa por el poder y el enjambre de intereses que representan, son incapaces de entender la trascendencia que representa para la sociedad el movimiento de las mujeres en sus múltiples expresiones. Desde hace años, el discurso feminista se volvió políticamente correcto y electoralmente rentable. Lamentablemente, en la clase política mexicana surgió un subgrupo: las mujeres políticas profesionales, las cuales tienen mucho más relación y cercanía con su partido, con su líder, con el grupo que las llevaron al poder, que con la lucha de las mujeres. Que distantes fueron las conmemoraciones oficiales, demagógicas y acartonadas, en comparación con las manifestaciones libres, rebeldes, combativas y valientes de las mujeres mexicanas en las calles. ¡Que vivan las mujeres!
A nosotros, a los varones, nos toca guardar silencio, escucharlas, reflexionar acerca de nuestra masculinidad y cambiar nuestras actitudes y prácticas. Una nueva masculinidad, acorde con la cultura de la igualdad, es posible. Eso pienso yo, ¿usted qué opina? Políticas es de bronce.
@onelortiz