Algo sucede en Perú que no es común en otros países iberoamericanos. Algo que va más allá de la publicación, en el lejano año de 1969, de la famosa novela de Mario Vargas Llosa, Conversación en la catedral. En dicho libro aparece el cuestionamiento que se ha repetido en infinidad de ocasiones: “¿En qué momento se jodió el Perú?” A 54 años de distancia, la pregunta sigue siendo válida. Inquietud que no solo se aplica al país sudamericano, sino también para México: ¿desde cuándo estamos jodidos?

Que los ex presidentes iberoamericanos lleguen a sentarse en el banquillo de los acusados ya no es novedad —aun incluso cuando todavía están en el desempeño de sus funciones—; podría parecer que la corrupción es una falla congénita de la clase política de los países del Nuevo Mundo, pero no, es algo que sucede en cualquier parte del globo. Acaba de suceder en las filas de los altos mandos del Parlamento Europeo, con una hermosa diputada griega, Eva Kaili, una vicepresidenta de la institución acusada de recibir dinero en efectivo del gobierno de Qatar: ¡corrupción! Nadie puede tirar la primera piedra.

En Perú, la lista ya suma tres ex presidentes presos. Tras la extradición, el domingo 23 de abril, de Alejandro Celestino Toledo Manrique, que fue presidente peruano de 2001 a 2006, le acompañan en la prisión de Barbadillo, en Lima, otros dos ex mandatarios peruanos, Alberto Kenya Fujimori Fujimori y José Pedro Castillo Terrones. El “chino” —así llaman en Perú a los descendientes de japoneses e incluso a aborígenes serranos con rasgos asiáticos— Fujimori cumple una condena de 25 años por malversación, secuestro y violaciones de los derechos humanos, por una matanza en los años 90 del siglo pasado. Y Castillo fue destituido a menos de un año y medio en el poder, acusado de crear una red de corrupción con su familia y con al menos dos ministros por medio de licitaciones a modo; fue arrestado en diciembre de 2022 por rebelión, tras un fallido golpe de Estado. Inexplicablemente, Castillo ha recibido el apoyo del presidente Andrés Manuel López Obrador. Incluso recibió en México como asilados políticos a la esposa e hijos del ex mandatario. Lilia Paredes, esposa de Castillo también está acusada penalmente en Perú. Algún día será detenida y entonces habrá que oír las “explicaciones” del tabasqueño, que siempre encuentra excusas para sus “pen…samientos”.

Aparte, hay otros ex mandatarios peruanos con problemas legales. Manuel Arturo Merino de Lama (presidente interino en 2020), que destaca como el mandatario con la gestión más breve con menos de una semana acusado de recibir sobornos. Pedro Pablo Kuczynski Godard (2016-2018), también conocido por las siglas PPK, renunció a la mitad de su gestión acusado de corrupción. El 19 de abril de 2019 la justicia ordenó 36 meses de arresto domiciliario a Pedro Pablo por recibir sobornos, nada menos que de ¡Odebretch! Y el 10 de abril de 2022, la Corte Superior Nacional decretó la libertad de Kuczynski bajo comparecencia, con prohibición de salir de Lima Metropolitana, mientras continúe siendo investigado.  Alan Gabriel Ludwig García Pérez (fue presidente en dos periodos no consecutivos: 1985-1990 y 2006-2011); se suicidó casi ocho años después de concluir su segunda gestión porque tuvo miedo de ser detenido por la policía. El 17 de abril de 2019 se quitó la vida en su casa cuando se presentó la autoridad para llevarlo a la cárcel, tras ordenarlo un juez por recibir 37 millones de dólares por soborno de Odebretch; el dinero lo tenía oculto en un banco del paraíso fiscal de Andorra. Martín Alberto Vizcarra Cornejo (2016-2018), es investigado por presuntos pagos de la compañía brasileña Odebretch —empresa que corrompió a infinidad de políticos y empresarios de todo Latinoamérica durante varios lustros, incluyendo funcionarios mexicanos en el gobierno de Enrique Peña Nieto—. Y, Ollanta Moisés Humala Tasso (2011-2016), con rango militar de teniente coronel, se encuentra bajo juicio por supuestos nexos con la firma Odebretch, bajo comparecencia periódica en el juzgado.

Muchos políticos en el mundo saben que los puestos que llegan a disfrutar en los momentos más triunfales de sus carreras no serán para siempre, lo que les conduce a cometer graves errores que la mayoría de los casos termina mal. Siempre, o casi siempre, son descubiertos. Y, fin de la historia. La cárcel por domicilio y la honra perdida para siempre. Nunca se recuperan. El dinero en cantidades exorbitantes se convierte en humo. ¿Y las familias? destruidas, los hijos sin brújula, sin amigos. El final de una carrera que se construyó con mil sacrificios. La ambición es condición humana.

El caso de Alejandro Toledo es paradigmático. Fue el primer descendiente indígena en llegar a la Presidencia en su país. Hijo de un albañil y de una vendedora de pescado. En su niñez, Toledo fue “bolero” como se dice en México y lustrabotas en otras partes.  De 77 años de edad, casado con una extranjera nacida en Paris, Eliana Chantal Karp Fernenburg (24 de septiembre de 1953), científica y antropóloga belga de ascendencia judía, madre de los dos hijos del expresidente. Toledo pudo estudiar gracias a becas estudiantiles que le permitieron cursar la carrera de economía en la Universidad de Stanford, EUA.  Gracias a su formación universitaria (economía), llegó a ocupar puestos en organismos internacionales en la materia, desde la ONU, el Banco Interamericano de Desarrollo, y el Banco Mundial. Asimismo, fue catedrático en instituciones universitarias de EUA. Fundador del partido político Perú Posible. Tenía todo para disfrutar de la vida, pero, la ambición rompió el saco.

Sin duda que la extradición de Alejandro Toledo de EUA a Perú proporciona material más que suficiente para varias teleseries —como las de narcotraficantes—, y películas para la pantalla grande. A poco más de tres lustros de su presidencia —periodo en el que Perú suma ocho mandatarios—, el político peruano fue entregado en un vuelo de Los Ángeles, California, a Lima tres días después —el domingo 23 de abril—, de que el fundador de Perú Posible se presentara ante las autoridades estadounidenses tras el fallo en su contra. Extraditado por el Departamento de Estado norteamericano para ser juzgado por los presuntos sobornos millonarios (35 millones de dólares) de la empresa brasileña Odebrecht, que tiene abiertos frentes judiciales en varias naciones iberoamericanas.

Que Toledo ya se encuentre ante las autoridades peruanas avivó un añejo debate en Latinoamérica. Francisco Belaúnde, catedrático de Derecho Internacional en la Universidad de Lima, declaró a un corresponsal en Centroamérica: “Hay dos lecturas. Una es decir que la justicia, mal que bien, funciona en Perú y puede encarcelar y procesar a ex presidentes. La otra es decir que Perú es más corrupto que otros países…La realidad está entre ambas lecturas. Los peruanos podemos estar orgullosos de que hay personas poderosas, como los expresidentes, que caen. Pero es motivo de vergüenza ver que los últimos presidentes han sido personas sumamente corruptas…Perú es reflejo de lo que hay en América Latina: hay mucha corrupción en las altas esferas. Es lamentable…Podemos decir con cierto orgullo…aunque un poco quizás orgullo agridulce, que la justicia peruana procesa y encarcela a ex mandatarios”. Que alguien lance la primera piedra. VALE.