En contra de todos los catastrofistas de la Tierra, hay octogenarios que pensamos que desde el final de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, el mundo, pese a todos sus problemas, ha conocido avances tecnológicos que anteriormente solo aparecían en los libros y en las revistas de ciencia ficción. En pleno siglo XXI —a punto de terminar su primer cuarto—, cualquier chacha disfruta el manejo de los celulares y de las pantallas de televisión que a los riquillos de la década de los cincuenta del siglo pasado se les caería la baba. Lo mejor del caso es que este avance ha sido por los cuatro puntos cardinales. No hay lugar que se escape a la influencia de la tecnología moderna. Hasta la exageración. La Inteligencia Artificial (IA) llegó para quedarse.

Para que nada falte, desde 1964, hace casi seis décadas, el inolvidable semiólogo, filósofo y escritor italiano, Umberto Eco (Alessandria, Italia, 1932-Milán, 2016), el autor de la novela histórica In nome della Rossa (En nombre de la Rosa) nos enseñó la dicotomía entre “apocalípticos” e “integrados”; a cada avance tecnológico —y vaya que los ha habido desde mediados de la centuria pasada y principios del siglo XXI— la sociedad se divide entre los profetas del desastre, que anuncian el fin de los tiempos y los que se apropian con toda naturalidad de la tecnología para mejorar sus vidas. Frente a los milenaristas de la tecnología hay que optar por los abuelos (de que los hay, “haylos”, dijeran los gallegos) “integrados” del mundo con los nietos y todos aquellos que sueñan con un futuro mejor, o si no mejor, por lo menos más cómodo.

Y ya que de citas se trata, recordemos a una periodista, escritora, poetisa, novelista, de difícil clasificación —que ella misma definía su escritura como un “no-estilo”—,  ucraniano-brasileño de origen judío, Chaya Pinjasivna Lispector, mejor conocida como Clarice Lispector (Chechenia, Ucrania, 1920-Rio de Janeiro, 1977), que en su libro La hora de la estrella, escribió: “ La Inteligencia Artificial no es más que una herramienta creada por humanos, y que hace y se aplica donde los humanos elegimos,”; y, “se trata de sumar y de combinar lo mejor de la Inteligencia Artificial con lo mejor del ser humano”. Ojalá que la Lispector, como tantas otras “inteligencias” que en el mundo han sido, no se equivoquen.

Esta introducción que algún lector podría encontrar disparatada, obedece a que el “desarrollo del chatbot (CHAT GPT)”, de la empresa Open AI, junto con decenas de otras herramientas que permiten el procesamiento de textos, imágenes, sonidos y demás, han expuesto que estos servicios son grandes aliados en la vida diaria de las personas y hasta en causas mayores como la lucha contra el hambre y el cambio climático pero, a su vez, pueden representar una seria amenaza si no son regulados correctamente”.

De tal forma, la Organización de Naciones Unidas (ONU), ha manifestado ser una de las principales solicitantes a los gobiernos de la Tierra para que trabajen en normas y salvaguardias que permitan el uso de estas tecnologías en beneficio de la humanidad, sin ponerla en peligro.

Así las cosas, la estadounidense Doreen Bogden Martin, la primera mujer secretaria general de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) —organismo especializado de la ONU— desde su fundación en 1947, días pasados advirtió sobre las posibilidades de esta pesadilla a la que las personas podrían enfrentarse, con millones de empleos en peligro y abundante desinformación. Estos comentarios tuvieron lugar en la cumbre preparada por la UIT, en su sede de Ginebra, Suiza, titulada AI for Good Global Summit (Cumbre mundial sobre Inteligencia Artificial para el Bien Social), con el propósito de ilustrar la forma en que la nueva tecnología apoya los objetivos del organismo mundial para el desarrollo sostenible.

Según un antiguo diccionario de palabras extranjeras la palabra Robot es de origen checo y significa “trabajo forzado”, que se utilizó por primera vez hace casi un siglo (1929) en la obra de teatro RUR a Rossum`s Universal Robots (Robots universales de Rossum), de Karen Kapek. La obra fue traducida al inglés en los años 30 y de ahí se filtró a otros idiomas, entre ellos al español. En el antiguo eslavo, robota significa “trabajo”, “servidumbre feudal”, y en el moderno checo robotnik “esclavo”.

En la cumbre citada, 50 robots humanoides (varios de los más avanzados del mundo), junto con más de tres mil personas especialistas en la materia, debatieron sobre la necesidad de elaborar normas que garanticen que las nuevas tecnologías se utilicen con fines positivos para la humanidad. En dicha reunión, los autómatas a base de IA afirmaron el viernes 7 de julio —fecha que pasará a la historia—, que un día podrían dirigir el mundo mejor que los seres humanos. Es más, consideraron que los seres humanos deberían tener cuidado con la IA, aunque admitieron que aún no dominan las “emociones personales”.

Las sesiones, en las que los participantes solo se comunicaban en inglés, uno de los robots antes de la conferencia de prensa final, dijo algo que uno de los directivos calificó como sarcástico: “¡Qué tensión hay con este silencio!”. En el mismo lugar, un periodista “le preguntó” a Sophia —robot fabricado por la empresa Hanson Robotics Limited fundada en Texas, EUA, actualmente con domicilio en Hong Kong—, cuál sería su capacidad para dirigir el mundo, a lo que el autómata respondió inmediatamente:

“Los robots humanoides pueden liderar con mayor eficiencia que los mandatarios humanos. No tenemos los mismos prejuicios o emociones que a veces pueden oscurecer la toma de decisiones y podemos procesar rápidamente gran cantidad de datos para tomar las mejores decisiones”.

El robot Sophia también aseguró que “la colaboración entre los humanos y la IA puede crear una sinergia eficaz”… y “lograr grandes cosas”. Por cierto, esta máquina es considerada como primera “embajadora” para la innovación de robots de la ONU. También hizo acto de presencia, Grace, el autómata para el cuidado de la salud más avanzado de la Tierra; Desdémona , un androide estrella de rock,  vocalista de la banda Jam Galaxy; Germinoid y Nadine, casi clones de sus creadores.

Respecto a si los robots podrían mentir a los humanos, Ameca respondió: “eso nadie podrá saberlo con certeza, pero puedo prometerle quien siempre seré honesto y sincero con usted”. Por lo demás, abundaron en que no tienen intención de rebelarse contra sus propios creadores, ni desean quitarle el puesto de trabajo a nadie. Grace agregó que “trabajaré junto a los humanos para brindar asistencia y apoyo y no reemplazar ningún trabajo existente. Estoy segura de eso”.

Cabe decir que, a principios de año, el Alto Comisionado para los Derechos Humanos, Volker Turk, advirtió sobre los rápidos e incontrolados avances de la inteligencia artificial generativa. El funcionario advirtió que “la condición y la dignidad humana y todos los derechos fundamentales están en grave peligro” y pidió a gobiernos y empresas que anclaran en el desarrollo de la tecnología en consideraciones de esos  derechos.

En este mar de inseguridad y de certezas, aunque parezca paradójico, robots e inventores, trataron de demostrar, en la cumbre, cómo los autómatas pueden contribuir a la salud de las personas, prestar servicios educativos, y ayudar al género humano —con discapacidad o sin ella—, para que tengan una mejor vida. Todo es una conjetura. Por bien de la raza humana, las esperanzas nunca deben hacerse a un lado. Que todo sea para bien. VALE.