Beatriz Pagés

 

Desde hace mucho, no se veía en la política mexicana que una candidatura fuera resultado de una magistral estrategia de ajedrez como resultó ser la que hizo Enrique Peña Nieto con el priísta Eruviel Avila. Una jugada tan bien elaborada que ya comenzó a tener efectos devastadores tanto en el PAN como en el PRD; lo mismo en el ámbito mediático que en las organizaciones ciudadanas y en los círculos intelectuales. Que impactará los resultados electorales del 2011 y sin duda los del 2012.

Es temprano para saber cuántos efectos más tendrá este movimiento de piezas. Lo único cierto es que modificará el tablero político nacional existente. Ningún partido, ni el PAN ni el PRD ni el mismo PRI, quedará a salvo de las consecuencias de una jugada —mezcla de intuición, cálculo y fría inteligencia— que desplazará y hará caer a unos y provocará, seguramente, la incorporación de otros.

La profundidad de esta partida es lo que tiene atónitos y enojados a los adversarios del PRI. Por eso resulta cada vez más simplón el argumento —repetido aquí y allá, lo mismo por Gustavo Madero que por Marcelo Ebrard— que la candidatura de Eruviel respondió al miedo que le tuvo Peña Nieto a la alianza PAN-PRD. Bueno, y si fuera el caso, ¿qué?

La decisión a favor del ex alcalde de Ecatepec —anunciada 24 horas antes de que se llevara a cabo la consulta ciudadana— dio en varios objetivos. Primero, restó importancia mediática y política a la insaculación cívica organizada por la derecha y la izquierda empanizada.

Si otro y no Eruviel hubiera sido el favorito del PRI para contender por la gubernatura, con toda seguridad las casillas se hubieran llenado de gente y hoy la alianza no estaría como está —según frase de Andrés Manuel López Obrador— “en el basurero de la historia”.

En realidad, tanto la alianza como la consulta misma fueron arrojadas a la basura por sus mismos autores. Jesús Ortega, Ebrard, Manuel Camacho y Madero —representantes supremos, según ellos, de la democracia mexicana— decidieron mandar “al diablo a la ciudadanía”, a los 198 mil electores que se manifestaron a favor de la alianza, después de saber que Eruviel era el candidato del PRI.

Los costos del fracaso de la consulta no sólo lo pagan hoy los partidos involucrados, sino las agrupaciones civiles encargadas de avalar moralmente los resultados. ¿Con qué argumentos los académicos e intelectuales que decidieron participar en la implementación de ese ejercicio cívico-electoral, podrán seguir diciendo que el PAN y el PRD son la opción democrática que tiene México?

La candidatura de Eruviel, sumada a la derrota de la alianza, ha tenido un efecto dominó. Aunque para algunos es una exageración calificar su destape como consecuencia de una jugada magistral, lo cierto es que en los partidos de enfrente todo es anarquía.

Una decisión acertada en el PRI desencadenó una crisis severa en Los Pinos, en el PRD de los Chuchos y en el PRD de López Obrador. Quedémonos con la última declaración del tabasqueño para tratar de entender lo que está sucediendo en la izquierda: “Tengo pruebas de que Calderón ofreció a Alejandro Encinas la candidatura para gobernador del Estado de México”.

¿En verdad tiene pruebas o lo dijo para chantajear y asegurar la lealtad de Encinas? ¿O lo dijo porque estamos a días de presenciar la renuncia de Encinas al movimiento de López Obrador, para, de esa manera, sí contender por la maltrecha alianza o en su caso por la izquierda que encabezan Ortega, Jesús Zambrano, Camacho y Ebrard?

Si esto no es así, entonces, ¿por qué ambos llamaron, palabras más palabras menos, mentiroso al Peje?

Es cierto, muchos factores de diverso tipo y dimensión incidieron en la candidatura del ex presidente municipal de Ecatepec, Eruviel Avila, pero, sea como sea, no deja de ser un jaque mate al rey.