El tiempo con su velocidad inexorable nos tiene esta semana en el sexto y último año del actual gobierno, en el 2018 Morena jamás imagino una victoria tan amplia y las mayorías en ambas cámaras del legislativo. Los ditirambos y las fanfarrias las han cantado los simpatizantes de Morena y la voz dominante del inquilino de Palacio, quien ha vivido instalado en un país paralelo como irreal, además de obsesionado por vender su mendaz historia día con día, con propaganda y ataques a todo y a todos.
Este 2024 por fin agoniza la administración del actual gobierno, ha sido en general un sexenio nefasto, un sexenio en donde ha habido más de 180 mil muertes violentas, en el que por una pésima atención de salud han fallecido muchos mexicanos, un sexenio de crisis de seguridad, de crisis de empleo y crisis económica, suspiremos porque por fin se acabe.
Recordando la mitología griega, Cronos dios implacable del tiempo, hijo de Urano y Gea, y a su vez padre de Zeus y de Hera, con el transcurrir de los días, los meses y los años, en un corto plazo nos hará recordar con nostalgia los tiempos idos y en ocasiones nos hará olvidar acontecimientos que en su momento parecieran inolvidables. La naturaleza del ser humano es así. Los mexicanos en especial, si bien en su momento magnificamos somos al mismo tiempo, propicios al olvido. Por ello, la frase de que nuestros políticos apuestan a la desmemoria colectiva ha tenido tanta fortuna. Es cierto que recordar y entender el pasado, propicia un mejor entendimiento del presente y es herramienta indispensable para construir el futuro. Solo que igual de malo resulta olvidar fácilmente, como anclarse en el pasado.
Después de casi dos décadas de buscar el triunfo el actual presidente accedió al poder, como resultado de quienes lo ejercieron con anterioridad no estuvieron a la altura de los grandes estadistas. El sexenio iniciado en diciembre de 2018, y transcurridos ya cinco años y tres meses, se percibe un México en caída libre en la conducción de la economía, y a pesar de eso las decisiones siguen siendo la improvisación en la designación de las responsables de las distintas carteras del gobierno. Lo que es un hecho es que el actual presidente cargará hasta el fin de los tiempos con los muertos de la equívoca política sanitaria ante la pandemia, y con los muertos y desaparecidos de la violencia que vive el país. El tiempo en su lento discurrir y la Historia implacable pondrá en contexto y sin pasiones este tiempo perdido para México.
Lo primero que perdió el nuevo gobierno, fue la esperanza de un cambio verdadero como se cansó de expresar por décadas de candidato. El mesías se evaporó en semanas o acaso meses. En realidad con su 4t, como en el Gato Pardo de Giuseppe di Lampedusa, cambió todo para que todo siguiera igual, o peor.
Aduciendo corrupción canceló la construcción del NAICM, ahuyentó a los inversionistas nacionales y extranjeros y peleó con el sector empresarial. Hasta ahora no hay nadie en la cárcel por los actos corruptos que denuncio. En sustitución de ese aeropuerto, sin planeación, ni estudios avalados por las autoridades aeroportuarias internacionales, puso al ejército a construir un nuevo en el sitio donde se ubicaba un viejo aeropuerto militar.
Y quien en campañas se pasó décadas insultando a las Fuerzas armadas, hoy gobierna con ellas, y lo hace sentado sobre las bayonetas como en el pasado lo hicieron los regímenes dictatoriales. A fin de tenerlos contentos los ha llenado de contratos y dinero.
En la Administración Pública, demostrando que no tiene ni la más pálida idea de su importancia, despidió al personal calificado y entrenado de todos los niveles, dañó las actividades operativas y desde luego contrató a sus correligionarios, aún sin preparación ni estudios aunque no supieran nada del tema con la consecuente pérdida o daños en los servicios públicos.
Su analfabetismo económico lo llevó a extender certificado de defunción al Neoliberalismo pero apostó todo el futuro económico al T- MEC, y del cual no ceso de transgredir sus reglas por considerar que no es más que un instrumento de libre comercio y engendrado por el neoliberalismo. Sus dislates, errores, ocurrencias llevaron al fracaso económico y deficitario con que cierra su sexenio.
El recuento podría seguir, pero para finalizar vale la pena consignar la impericia y errática conducción de la crisis sanitaria del desabasto de medicamentos e instrumental médico, de la imparable violencia en casi todos los estados de la República; mientras que el inquilino del palacio día con día explota en rabietas al sentir que el tiempo se le acaba y no logra detener la información ahora desde el extranjero, sobre los actos de corrupción que lo involucran a él y a su familia.
Dentro de su crisis personal el presidente se asume, al igual que Luis XIV el Rey Sol de Francia que decía que “el Estado soy yo”, el presidente de México, se considera la encarnación del Estado y de la Ley, al decir en la conferencia mañanera, que su autoridad moral y política están por encima de la Ley. Tal afirmación requeriría del análisis de un médico psiquiatra.