Los debates políticos entre candidatos cobraron auge en 1960 tras el encuentro entre los aspirantes norteamericanos John F. Kennedy y Richard Nixon, el primero por el Partido Demócrata, el segundo por el Partido Republicano la comunicación política adquirió otros matices como la imagen, lenguaje corporal, propuestas y demás aditamentos alrededor de la naturaleza de un acto de dicha magnitud. Podemos decir que ahí se diseñó otro paradigma que ha representado mayor politización.
En nuestro país fue en 1994 el primer debate entre candidatos a la presidencia de la república, recordamos a Diego Fernández de Ceballos, Cuauhtémoc Cárdenas y Ernesto Zedillo Ponce de León, posteriormente hubo otros encuentros en las sucesivas elecciones. Los formatos han sido rígidos, en extremo cuadrados para terminar aburridos, muy diferentes a los que se estilan en Estados Unidos o España, por citar dos ejemplos.
Se requieren debates con mayor contenido y que no desfallezcan ante tantos candados, terminan por ser rutinarios, no exentos de algún chistorete y al final no rebasan el estatus del anecdotario.
Claudia Sheinbaum, Xóchitl Gálvez y Jorge Álvarez Máynez estarán este domingo 7 de abril en el debate que esperamos sea de ideas, propuestas y que agregue un plus a las campañas que han sido de una cantidad impresionante de lugares comunes y descalificaciones, además de la violencia contra aspirantes que ha cobrado varias vidas de aspirantes electorales de diversos partidos y genera temor, además de una desconfianza indiscutible.
Al hacer memoria y consultar las fuentes que dan cuenta del debate en Estados Unidos que citamos al inicio del presente artículo, el cual marcó un antes y un después en el ámbito de la comunicación política, para ser trasmitido por radio y televisión dejó varias lecturas. El vencedor en el debate fue el candidato demócrata John F. Keneddy, quienes escucharon en la radio dijeron que el ganador fue Nixon, los que vieron por televisión se decantaron por el aspirante que ya en la presidencia fuera acribillado en Texas, magnicidio no aclarado jamás. En resumen, ganó el carisma.
Se potenciaba la imagen no sólo el discurso, el lenguaje corporal, la actitud. Un ameno Kennedy tomó delantera ante un rígido Nixon que años después lograría ascender a la presidencia norteamericana de la que salió atropelladamente por el conocido escándalo del Watergate que le marcó para siempre.
En el caso mexicano parece que todo llega tarde, los debates que hemos visto entre candidatos a diferentes cargos de elección popular suelen ser accidentados, rígidos, ausentes de propuestas y plagados, en varios casos, de las más rústicas descalificaciones.
En política no se adelantan vísperas, desconocemos con qué ideas o hallazgos concurran los candidatos presidenciales en su momento a los debates, si tendrán una clara visión de los problemas múltiples que nos quejan como nación: combate a la corrupción, impunidad, estado de derecho, reforma del estado. El listado parece no terminar.
El nivel del debate debe ser alto como las expectativas puestas en el próximo ejercicio electoral que será de grandes dimensiones, es conveniente presentar proyectos consistentes para remediar los problemas nacionales que saltan a la vista.
Hemos vivido tiempos violentos, nuestro país ocupa de una verdadera pacificación, luego entonces la diatriba no ayuda, no ocupamos un ecosistema político tóxico.
