Oportunismo político
Bajo los gobiernos morenistas no hay principios; mucho menos ética. Tampoco los hubo durante los gobiernos priistas. La traición, la desvergüenza. Todo fue y es interés, complicidad y desvergüenza. La primavera de libertad y de independencia judicial sólo duró unos meses: lo que lleva la ministra Norma Piña en el cargo de presidenta de la Suprema Corte. Está en riesgo de desaparecer.
Hubo violaciones graves en el proceso electoral y el INE no las vio y si las vio no dio les atribuyó las consecuencias que la Ley determina.
La Fiscalía en materia Electoral no asumió el conocimiento de las violaciones graves en que incurrieron, entre otros, algunos miembros de la familia presidencial; cuando se le presentaron pruebas, declaró que no había delito que investigar y nadie a quien perseguir.
El tribunal electoral, a pesar de que se le hicieron notar las graves e indebidas intervenciones del presidente de la república y de que hubo financiamientos ilícitos a favor de la candidata del partido oficial, no fue capaz de anular el proceso electoral. Corrió el rumor de que vendieron su primogenitura a cambio de algo ilusorio: la promesa de ser ascendidos a ministros de la Suprema Corte una vez que los están ejercicio sean despedidos.
Algunas ministras de la Corte, con la ilusión de seguir en el cargo, aceptaron la reforma constitucional que acaba con la independencia judicial y somete a los jueces a la voluntad presidencial.
Los políticos mexicanos, salvo raras excepciones, no tienen principios, pero sí intereses. Cambian de chaqueta al momento en que oyen sonar el dinero, ven la posibilidad de ascender o de prolongar su vida política. No importa traicionar a sus tutores, padrinos o cómplices. Los líderes de los partidos satélites, por conservar su cuota de poder, en forma desvergonzada, se agachan y muestran su trasero. Morena, sin importar el entripado de los viejos militantes, admite a todos los tránsfugas y traidores que se arrastran ante su líder.
Con que te vendes, eh; noticia grata, ….
Nadie ha protestado, incluyendo al Fiscal General de la República, de que tanto el presidente de la república en funciones, como la presidenta electa, hayan declarado inocente a Javier Corral Jurado de los ilícitos que se le atribuyen y respecto de materias que están sub judice, ésta se atrevió a afirmar: “Es venganza política”.
No es una nadería de lo que se le acusa: haber dispuesto ilegalmente de 98 millones de pesos del erario del estado que gobernó como panista.
El Fiscal no protestó de que una autoridad incompetente haya asumido una función que corresponde ejercer al ministerio público y a los jueces.
Es inconcebible que el propio fiscal de la Ciudad de México, que ha protestado guardar y respetar las leyes, en violación de éstas, de los convenios de colaboración y del artículo 119 constitucional, haya impedido que Javier Corral fuera detenido y extraditado al estado de Chihuahua que en observancia de la ley, solicitaba su detención
De ventilarse el juicio penal, cabría preguntarse: habrá un juez que se atreva a declarar culpable a Javier Corral, existiendo una declaración presidencial, tanto del saliente como de la entrante, de que es inocente.
La intervención presidencial en asuntos que sólo competen al ministerio público y a los jueces locales pone en evidencia que el país ha caído en la ilegalidad, complicidad, falta de respeto a las leyes y carencia de estado de derecho. La declarada presidenta electa, sin tener necesidad, se ha inmiscuido en asuntos de naturaleza netamente judiciales. Nada bueno es de esperarse de ella en lo relativo al respeto a la Ley.
Hemos vuelto a los viejos tiempos priistas: lo que usted diga señor presidente.
La inmunidad parlamentaria que lo protegerá se convirtió en un expediente de complicidad con el que se protege alguien que abandonó, por interés y por ponerse a salvo de las manos de la justicia, el partido al que perteneció durante 41 años; que traicionó la organización que le dio todas las posibilidades de crecer, y que lo llevó a ocupar cargos; y que lo hizo a pesar de que no podía ocuparlos, ya que tiene doble nacionalidad. Javier Corral Jurado nació en el Paso, Texas, el 2 de agosto de 1966, por lo mismo, goza de la nacionalidad estadounidense
Tanto Morena como Acción Nacional, al llevarlo a ser gobernador y legislador, violaron y violan el artículo 32 constitucional y lo siguen haciendo. Tampoco puede ser senador de la República, para serlo se requiere ser originario de la entidad en que se haga la elección (art. 55, frac. III, con relación al artículo 58 ambos de la Constitución Política.
Mi querido Javier: tú no eres nativo del estado de Chihuahua. No cumplías con el requisito de naturaleza fundamental. Espero que, por tener doble nacionalidad, al ocupar los cargos públicos, cuando menos haya dado cumplimiento a los dispuesto por la Ley General de Población.
Javier: ¿Dónde están las convicciones por las que tanto luchaste? ¿Cómo puedes compaginar tu posición política actual, con el compromiso partidista de toda tu vida? ¿Una vez que ocupes tú curul de senador, a pesar del apoyo que te han dado tus nuevos patrones, te declararás independiente? ¿Lo harás a pesar de que ellos, en violación de la Ley, se la jugaron por ti y, ante las garras del fiscal de tu estado, te declararon inocente? Quien traiciona una vez, puede traicionar dos o más veces. ¿También traicionarás a Morena?
En tu caso no importa la fidelidad a la ideología partidista o el qué dirán tus electores. A tu edad y a la mía, mi querido Javier, no se hacen muchas cosas por temor al juicio o reproche de los hijos. Ese es un tribunal respecto del cual no hay apelación.
Javier, como dice la canción Falsaria del Gran Combo: Con que te vendes, eh. Noticia grata, no por eso te odio ni te desprecio, …” Si algún día fundamos un partido político, te tendremos en cuenta: Como tengo poco oro y poca plata, en materia de precios soy un necio, espero a que te pongas más barato, pues algún día bajarás de precio.