En el otoño de 1873, el día 19, bajo la vigencia del porfirismo, nació el periódico “Las Hijas del Anáhuac”. Semanario reconocido históricamente como la primera publicación genuinamente tejida por manos y mentes femeninas. Destinado a iluminar el sendero de la audiencia de este género.
La importancia de este acontecimiento radicó en la novedad que representaba que sus autoras eran mujeres. En un mundo donde el susurro del papel y el golpeteo de la prensa eran considerados dominios exclusivos de la presencia masculina, “Las hijas de Anáhuac” emergieron como un audaz desafío a los convencionalismos de la época. Este periódico no sólo fue una ventana por la que asomaban las voces femeninas, sino, un espejo que reflejaba la capacidad intelectual y ceativa de la mujer en una sociedad que apenas reconocía su voz.
Se cuenta que en aquella época, las mujeres que tuvieran la intención de escribir en medios masivos de comunicación, a menudo se veían obligadas a adoptar seudónimos masculinos. Un reflejo de las barreras que existentes para ellas en el mundo literario y periodístico.
¿Cuál es la razón que inspiró esta audacia? -La visión progresista del Presidente Benito Juárez dio lugar, en 1861, a un audaz decreto: Todas las mujeres debían tener el derecho inalienable a la educación. Un valiente y trascendental paso hacia la igualdad y la inclusión, que abrió las puertas de las escuelas a las mujeres.
Para aterrizar este espíritu de cambio, en 1871 nació la “Escuela de Artes y Oficios para las mujeres”. Este centro educativo fue creado con el noble propósito de brindar a las jóvenes la oportunidad de forjar un futuro independiente mediante el aprendizaje de diversos oficios. Más que una institución, este se convirtió en la esperanza para aquellas mujeres que, en un mundo donimado por varones, buscaban escribir su propio destino.
Una ventana a la libertad de expresión y a la creatividad, fue el curso de imprenta, mediante el cual las alumnas no solamente aprendieron el arte de la imprenta y el diseño, sino que también abrazaron el desafío de crear su propio medio de comunicación.
Así nació “Las Hijas del Anáhuac”, con publicaciones semanales, producto de su esfuerzo conjunto, y testimonio de su incipiente empoderamiento. Escribieron pensamientos, sueños, desbordaron su creatividad. En el ruido de cada placa impresa resonaba una melodía de independencia y autoafirmación.
La Escuela de Artes y Oficios para Mujeres, y con ella “Las Hijas del Anáhuac”, se convirtieron en símbolos de la lucha por la autonomía femenina y el derecho a la voz propia. Fueron estas jóvenes valienes, armadas con conocimiento y determinación, quienes empezaron a moldear un nuevo capítulo en la historia, demostrando que la educación es el cimiento de la libertad.
Generalmente las mujeres que escribieron en este periódico usaban pseudónimos con nombres en náhuatl. Por esa razón no es tan fácil identificar quienes fueron las que integraron este proyecto. Sin embargo, en un trabajo denominado “La unión de la vida: creación y escritura en relación a Las Hijas del Anáhuac”, de Mariana Abreu, presentado en Duoda, Universidad de Barcelona, en 2022, señala que esta obra se publicó en México del 19 de octubre de 1873 al 18 de enero de 1874, con un total de 14 ediciones, de 4 páginas cada una. La Redactora en Jefe fue la alumna Concepción García Ontiveros, quien presentó su examen profesional cuando se publicaba la décima edición del semanario y frecuentemente utilizaba el pseudónimo Llancueitl.
En dicha obra también se afirma que en el informe del año en que la publicación se inició, había siete alumnas en el taller de tipografía, que además tomaban otras clases, como gramática, francés, química, inglés, geografía, física, historia, dibujo, modelado, bordado, tejido de mantillas, relojería, entre otras.
Mariana Abreu, también señala que las fundadoras del periódico en comento percibían la existencia como una obra sagrada, digna de ser explorada y apreciada con profundo agradecimiento. Consideraban que la vida emana de una esencia materna. Enfoque que ve el cosmos como una entidad cohesiva, que emerge de una madre universal. Este linaje se extiende hasta los albores de la prehistoria y lo vinculan al mito de la Diosa de la creación.
También señala que para Las Hijas del Anáhuac, “…la experiencia de ser mujer era un placer, las mujeres nacían para el goce y lo que limitaba esta posibilidad venía de fuera: La mujer es un ser nacido para gozar; sin embargo, su corazón guarda siempre una historia de amargura: su abnegación toca a lo infinito…El mundo siempre censura la más sencilla de sus acciones, buscando un motivo para ridiculizarla….. y ¿sabéis en cambio de tanto abnegación y sufrimiento lo que obtiene?…El yugo, la opresión, la indiferecia; he aquí el premio de tanto amor y ternura”.
Otro artículo que Abreu resalta es “Exhortación de una madre azteca a su hija”. El consejo que la madre brinda a su hija para un comportamiento adecuado con su esposo, padre y en general con las personas de su entorno. Le dice: “Sigue, hija mía, los consejos que te doy. Tengo muchos años y bastante práctica del mundo. Soy tu madre y quiero que vivas bien. Fija estos avisos en tu corazón, pues así vivirás alegre”. Digno es mencionar que el consejo no es sumisión, sino, la búsqueda de la alegría, a través del buen comportamiento.
Las escritoras viven las ciencias del conocimiento como una experiencia. Por ejemplo, escriben sobre geografía, no como un asunto abstracto, ni como un objeto de estudio, sino, como una concepción de lo bello y armónico del universo, ligada a la vida y al goce de formar parte de la naturaleza. Parten siempre de sus propias vivencias a través de los sentidos y contagian el placer y la gratitud hacia el entorno que las rodea.
Al empuñar la pluma, estas mujeres, plasmaron en el papel mucho más que artículos periodísticos, acuñaron la historia. Rompieron las cadenas de un paradigma restrictivo e imprimieron, con cada palabra impresa, un nuevo tejido social, donde la tinta era símbolo de igualdad y emancipación. Su legado es un faro de inspiración y un canto de libertad y progreso.
La autora es ministra en Retiro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación
@margaritablunar