El país que ha sido modelo de la democracia en el mundo —Estados Unidos de América (EUA)—, sin duda vive la fase más polarizada y dividida de su historia política reciente. Al grado que el resultado de los comicios presidenciales del próximo martes 5 de noviembre no solo decidirá la titularidad del Poder Ejecutivo de la Unión Americana sino la suerte y futuro de la democracia occidental tanto en el continente americano como en gran parte del resto del mundo.

Es asunto vital la cita de la ciudadanía estadunidense con las urnas en cuestión de pocos días; hoy como nunca, la suerte está echada. Alea jacta est.  Ninguno de los contendientes —ambos representan la fuerza de los migrantes que son la base del país: mujeres y hombres—, tiene segura la victoria. La competencia está cerrada. La Casa Blanca conocerá, en breve, el nombre de su próxima jefe o jefa: Donald o Kamala. God Bless America, es el lema popular en EUA desde la Primer Guerra Mundial. Lo necesita.

Por si fuera necesario, solo hay que mencionar algunos temas escabrosos  que han tenido lugar en la campaña electoral que está por terminar: discurso extremistas, profundas divisiones partidistas —especialmente entre los demócratas que tuvieron que cambiar de abanderado: Joe Biden, tuvo que reconocer sus debilidades a favor de la vicepresidenta Kamala Harris—, y los tremebundos intentos de magnicidio sufridos por Trump, y el asalto al Capitolio en 2021 (promovido por el propio presidente en ese momento, Donad Trump, que se emperró en no reconocer su derrota en las urnas), serían más que suficientes para ilustrar la situación sociopolítica que ha privado en el país durante el último cuatrienio. Es conocido por todo mundo que la violencia política no es fenómeno reciente en el país, pero su visibilidad y repetición casi cotidiana indica su punto crítico. Así son las cosas. Imposible negarlas o tratar de ocultarlas.

En este sentido los abanderados partidistas —la demócrata y el republicano—, marcan sus diferencias. En tanto Kamala Harris —más reflexiva y puntillosa— resalta la importancia de la unidad y el discurso responsable, el magnate sobrevalorado, macho alfa, adopta una postura a la defensiva, enfocándose en proteger a su base —por cierto la menos preparada intelectual y académicamente de la Unión—, y desviando la atención hacia los movimientos de los demócratas que él se obstina en calificar como de izquierda, como responsables de la violencia. En gran medida, muchos comentaristas académicos y de los medios de comunicación llega a considerar que el comportamiento personal de Trump ha provocado los intentos de ataque sufridos en menos de dos meses de campaña. Tratándose del empresario urbanístico neoyorquino todo puede ser. No por nada es el único ex presidente de EUA en haber sido puesto en el banquillo de los acusados penalmente. En plena campaña, Trump intenta que muchas de las acusaciones en su contra, desde tipo sexual hasta fiscales, le sean condonados simplemente porque él lo pide, pero hay jueces que consideran que en EUA nadie “está exento de ser castigado si se le demuestra su culpabilidad”.

O como explica el politólogo Pablo Salas en la Universidad de Florida: “Muchas veces son los propios políticos quienes, conscientes o no, alimentan la violencia política. Y un vehículo frecuente para ello son las redes sociales, que constantemente permiten la proliferación de discursos de odio y teorías de conspiración que terminan teniendo un grado importante de responsabilidad”.

El ejemplo más claro de esto se dio el 6 de enero de 2021, día que marcó uno de los momentos dramáticos en la historia reciente de la Unión Americana cuando una turba de seguidores del rijoso mandatario irrumpió en la sede del Congreso estadounidense en un intento de interrumpir la certificación de los resultados de las elecciones presidenciales de 2020.

El balance de aquel ataque tumultuario fue brutal: cinco muertos y cientos de heridos. Para la vicepresidenta Kamala Harris, la convocatoria del candidato derrotado fue un golpe directo a la democracia. En un discurso sobre el inaceptable levantamiento trumpista, la ahora candidata demócrata a la presidencia describió: “Lo que vimos ese día no fue simplemente un ataque a un edificio, fue un ataque a la libertad, a la supremacía de la ley y a nuestro sistema electoral. Fue un intento de revertir el orden democrático”.

La candidata Harris ha vinculado la violencia política con la desinformación y la creciente desconfianza en las instituciones, subrayando la necesidad de restaurar la fe en el sistema democrático y el respeto por las normas constitucionales.

Todo lo contrario, las cosas hay que llamarlas por su nombre. La reacción del mandatario republicano al asalto promovido por él mismo al templo de la democracia estadounidense, fue, por lo menos más ambigua. Primero envió un mensaje en el que pedía a sus “fieles” que abandonaran la sede parlamentaria, pero lo hizo en un tono que se tomó como indulgente hacia la turba. El magnate escribió: “Los amamos, son muy especiales”. Aunque después condenó el ataque, sus comentarios reflejaron una postura contradictoria hacia los eventos de ese día. Para muchos, el apoyo implícito a quienes participaron en la insurrección alimentó la narrativa de que Trump había incitado el ataque, un argumento que se convertiría en el eje de su segundo juicio político. Por cierto, Trump ha sido el único mandatario estadounidense en ser sometió a dos impeachments.

A tan solo nueve días de los comicios, los contendientes redoblan sus esfuerzos de campaña en entidades cruciales como Carolina del Norte, Michigan y Wisconsin, atacándose con todo tipo de descalificaciones que desalienten el voto por el rival en el momento de depositarlo. Uno y otro aprovechan cualquier circunstancia para que el ciudadano se convenza de apoyarlo. El magnate, inclinado al dramatismo y lo rimbombante visitó a los damnificados de los huracanes Helena y Milton en Carolina del Norte, donde el martes 22 se sumaron 30 fallecimientos más tras el fenómeno climático y lanzó duras y groseras críticas a la vicepresidenta Harris. Es su costumbre y no dejará de hacerlo hasta el último minuto permitido.

Así, no fue sorpresa para nadie escuchar al boquiflojo de Trump llamar a Kamala como “la peor” persona de EUA, “estúpida” y “vaga del infierno”. Incluso cuestionó el I. Q. (Coeficiente Intelectual) de la ex Fiscal General de California al llamarla “lenta” y advertir que en “EU no se necesita otra persona con un coeficiente intelectual bajo” refiriéndose a los lapsus linguae que obligaron al presidente Biden a abandonar su candidatura presidencial. Sin embargo, el abanderado republicano, que ahora es el candidato más viejo en la historia política de la Unión Americana —y al que muchos señalan ahora como una persona con problemas mentales—, insiste en que una candidata “radical de izquierda” —como Kamala Harris—, llegue al poder y puso de ejemplo cómo enfrentan ambos sus campañas y explicó que mientras la californiana parece descansar, él aprieta su agenda para llegar cada vez al mayor número de lugares, lo que sin duda es una crítica a su propio equipo que le atiborra con eventos tan seguido con el ánimo de demostrar que trabaja más que su adversaria.

En los últimos días, el magnate se reunió con comunidades latinas en la Florida —donde reside actualmente—, en un intento por atraer grupos minoritarios en entidades que podrían ser cruciales con el empate técnico que mantiene con Harris, con diferencia de menos de un punto porcentual según las encuestas. Por su parte Kamala tiene menos mítines pero si muchas entrevistas previamente pactadas en las que abunda en las diferencias con el republicano al insistir que conforme se acerca la fecha del 5 de noviembre éste luce cada vez “más inestable”, luego de que el ex presidente arremetiera repetidamente en contra de la ex senadora.

Muestra de la volatilidad personal que ha mostrado Trump, Harris comentó que es claro que el magnate ya está listo “para cantar victoria”, lo que hará mucho antes de que se den a conocer los recuentos oficiales, como lo hizo en 2020 cuando perdió frente a Joe Biden, quien por cierto el martes 22 del mes en curso llamó a la población a cerrarle el paso a una “amenaza como él” e impedir que retorne nuevamente a la Casa Blanca.

Pese a que Harris no acudió a mítines durante varios días, sus aliados lo han hecho, como el ex presidente Barack Obama —integrado a la campaña como si él fuera candidato—, y su compañero de fórmula y aspirante a vicepresidente Tim Wall, acompañado además por personajes populares como el rapero Marshall Bruce Mathers III, mejor conocido por el mote de Eminem, que en Michigan fue el presentador del primer presidente afroamericano estadounidense que llamó al pueblo a votar sin importar si lo hacían movidos por la esperanza o la frustración con tal de decidir su futuro. En dicho acto, el rapero resaltó que apoya a la candidata demócrata porque con ella las libertades de los estadounidenses están protegidas.

En tanto son peras o manzanas, los próximos comicios de EUA serán los más reñidos desde el año 2000 cuando George Bush perdió el voto popular, pero ganó el Colegio Electoral —y la Presidencia—, por 500 votos en Florida. Pero, como escribe Arturo Sarukhán en su Carta desde Washington titulada Los votos cruciales: “…hay tres socios demográficos clave que definirán el resultado en los siete estados bisagra en juego: mujeres, hispanos y negros” … “Las elecciones este año giran en torno a la brecha de género por dos razones: el resultado porífero colocar a la primera mujer presidenta del país” —noción que hay que subrayarlo, ciertamente no ayudó a Hillary Clinton en 2016–”.

En la Casa Blanca; y el aborto, tema kryptonita para los republicanos desde que la Suprema Corte revocó Roe v. Wade en 2022, podría aumentar los ya de por sí elevados niveles de participación de mujeres en las casillas que se han registrado de entonces a la fecha. Las mujeres blancas, que representan casi 40 por ciento del electorado nacional, han sido columna vertebral del GOP (Gran Old Party) durante década, pero las encuestas sugieren que su apoyo a ese partido (Republicano) pueden erosionarse este noviembre, gracias a mujeres blancas más jóvenes que se están moviendo más a la izquierda a una velocidad vertiginosa.

Si el electorado sigue siendo el mismo que en 2020, el 5 de noviembre podría ser muy buen día para Harris”, pero si la participación de hombres aumenta con relación a la pasada elección, “Trump será el que celebre esa noche”. En fin, esta elección se decidirá por márgenes ínfimos, con ambas campañas pugnando por atraer a esa brizna del electorado que queda por decantarse: un 5 por ciento que son votantes indecisos.

¿Cómo caerá la moneda? ¿Cara o cruz? VALE.