AMLO es infalible y previsor; además es dominador. Para muestra basta un botón: hasta ahora, en los pocos días que la señora Sheinbaum ha estado en el cargo de presidenta, ha demostrado que es una sincera convencida del programa político y económico de Morena; y que también es una fiel seguidora de las políticas y directrices de su jefe.
La forma de gobernar de ella y Morena sigue siendo igual que la del sexenio anterior: autoritarismo, demagogia, despilfarro, obras faraónicas, irresponsabilidad, militarismo y delincuencia organizada. Para qué cambiar, la ciudadanía los quiere así como son. Ahora les urge terminar con el estado de Derecho. Nos esperan otros seis años de tragedias impredecibles.
La señora Sheinbaum, heredera del nuevo innombrable, se ostenta como la única intérprete del sentir popular; se considera la defensora de los intereses del pueblo; como la única autorizada para consultar de manera directa, espontánea y diaria la voluntad popular; también proclama ser la única que sabe qué es lo que quiere y demanda. A eso, en otras latitudes, se le denomina demagogia. En México se le da otro nombre: felicidad absoluta y generalizada.
La nueva presidenta, al igual que su antecesor, vive para servir al pueblo como una abstracción, como una entelequia. El pueblo toma forma y se hace realidad de manera efímera y anónima cuando se reúne para escucharla; para ser consultado directamente y, en forma tumultuaria; para aplaudir a su nueva mesías. En estos casos, es de suponerse que el pueblo se pronuncie en el sentido en que le es insinuado por ella cuando les habla. Los promotores de la opinión pública al servicio de ella, disfrazados de pueblo, hacen operante los actos de aprobación; también promueven las muestras de afecto.
Desde luego hay gente que no es pueblo: los empresarios, que explotan a sus trabajadores; los miembros del Poder Judicial Federal, que con amparos obstaculizaron su acción como jefa de gobierno y que ahora, con suspensiones, le impiden gobernar; tampoco lo son los dirigentes y miembros de los partidos de oposición; que no la molesten, para atenderlos está la secretaria de gobernación. De mala gana aceptaría considerar como pueblo a las víctimas de la delincuencia organizada; quién les manda estar en el lugar equivocado, en el momento más inoportuno y en las circunstancias menos propicias. Pura mala suerte.
La presidenta Sheinbaum, al igual que su jefe, sabe que es voluntad del pueblo mexicano el estar protegido y vigilado por los militares y sometido a su autoridad. Ella, en su infinita misericordia y sabiduría, permite al pueblo gozar de la tranquilidad y la seguridad que sólo los militares saben y pueden dar.
A todo demagogo le molestan los controles a su acción; bajo el pretexto de servir al pueblo, de estar en contacto directo con él, en su afán desinteresado de ahorrar recursos, somete, elimina o desprestigia los contrapesos que impiden su acción. El Congreso de la unión está totalmente sometido; los órganos autónomos a punto de desaparecer; y, como van las cosas, en poco tiempo nadie daría un quinto por el Poder Judicial.
La presidenta anunció, como una gran noticia, la construcción del ferrocarril de México a Querétaro; también comentó que los responsables de hacerlo serán los militares. Obvio. Para ir a tono con las políticas morenistas, se construirá con dinero público, sin rendir cuentas y sin limitarse a lo presupuestado; las cuentas finales obrarán en expedientes que llevarán el sello: secreto militar y que sólo se podrán abrir veinte años después de que concluya su construcción.
Como pintan las cosas, será otra farmaciota: incosteable y para el lucimiento personal de quien ordenó su construcción. Vista la naturaleza del terreno es previsible que no se inunde y que no se tire ni un solo árbol.
A quién se le ocurre pensar que pueda haber corrupción en su gobierno. Los controles existentes los propuso y apoyaron los actuales morenos para vigilar a los gobiernos priistas y panistas que eran corruptos. Los morenos, como parte del pueblo y representantes de los mexicanos, no lo son; por ello, no necesitan ser vigilados. Ellos se controlan y vigilan a sí mismos. Ignacio Ovalle y el hermano incómodo no son morenistas; sólo parecen.
Quien prometió regresar a los militares a sus cuarteles y acabar con el militarismo no fue ella, fue su jefe. Seguirán en las calles. Es necesaria la intervención de los hombres de verde para acabar con la delincuencia y dar seguridad a la población. Nada que ver con lo intentado por Felipe Calderón Hinojosa. Lo que ella promueve no es militarismo por un simple hecho: ella, que es jefa de las fuerzas armadas, no es militar.
Las reformas por virtud de la cuales se eliminaron las barreras jurídicas que impedían la militarización del país han sido aprobadas. Están pendientes de realizarse las que son necesarias para eliminar los errores que se observan en su texto y las posibles contradicciones con los textos vigentes.
La Guardia Nacional, que era una institución netamente civilista y cuya creación fue prevista para neutralizar el militarismo, por virtud de la reforma se ha militarizado. Nadie o muy pocos se atreverían a afirmar que, con ello, la delincuencia bajó y que la ciudadanía ha vuelto a la tranquilidad. Todo lo contrario. Hay ingobernabilidad en más de la mitad del territorio nacional, se producen los crímenes más groseros y crueles. Hemos vuelto a la pena de muerte por decapitación.
El crimen organizado controla gran parte del territorio nacional y buena porción de la economía. Esa es una buena noticia. El Estado Mexicano no tiene necesidad de distraer recursos humanos y materiales para hacerlo
La señora Sheinbaum, a falta de un nuevo enemigo, mientras no se presente otro, seguirá tomando al mismo que tenía su antecesor: a Felipe Calderón Hinojosa. Ella y AMLO no podrán ser felices mientras viva o esté libre. Él es su chivo expiatorio al que atribuirle sus pecados y fracasos.
Para distraer la atención de los mexicanos, exigirá una disculpa a Dinamarca, por tener un mejor servicio de salud que el de México; a China, por habernos enviado la fiebre amarilla y el covid; y a los Estados Unidos de América, por las invasiones de 1847 y de 1914. La expedición punitiva contra Pancho Villa, por el momento, quedará pendiente de ser objeto de reclamación.
Somos felices, aunque no lo sepamos o no lo queramos. Somos envidiados por nuestros vecinos. Por virtud de la próxima reforma a la Constitución, la que están preparando Ricardo Monreal y Gerardo Fernández Noroña, se elevará a rango constitucional el principio de que los mexicanos somos felices y que, para seguirlo siendo, se suprimirán las elecciones periódicas, los partidos políticos, la no reelección, los derechos individuales y colectivos, el voto ciudadano, los tribunales y la prensa libre.

