Aludiré, a vuelo de pájaro, a tres temas de actualidad. Mi exposición será breve y, en la medida de lo posible, directa.
La defensa de los mexicanos
El ministro de la Suprema Corte de Justicia don Jorge Mario Pardo Rebolledo impartió una conferencia a los estudiantes de derecho de la Universidad de Harvard, de los Estados Unidos de América. Su tema: explicar la naturaleza y alcances de lo que se conoce como reforma judicial. La prensa informó que el auditorio, al conocer los detalles de la reforma, soltó la risa. No era para menos. Yo también me reí cuando conocí la iniciativa de la que derivó la reforma. Me dije: no es posible tanta estupidez. Supuse que no se aprobaría. Que los legisladores miembros del Congreso de la Unión la rechazarían o, en el mejor de los casos, que la corregirían y enmendarían. Me equivoqué.
Nuestra presidenta de la república, al enterarse de la risa de los asistentes a la conferencia del señor ministro Pardo salió en defensa del honor de los mexicanos: dijo que de ellos nadie se burla.
No sé si la señora Sheinbaum, como respuesta a las burlas, declarará la guerra a la Facultad de Derecho de la Universidad de Harvard, que es una posibilidad. La otra, que esa declaración la haga a toda la Universidad.
Con toda humildad y respeto me permito sugerirle a la señora Sheinbaum que antes de abrir la boca y de declarar la guerra piense en lo siguiente:
Quienes fueron objeto de burla de los asistentes a la conferencia no fueron todos los mexicanos; en principio sólo lo fueron, en orden cronológico: AMLO y su consejera jurídica, aquel por ordenar y ésta por redactar la reforma judicial; los legisladores al Congreso de la Unión y a las legislaturas de los estados, que la aprobaron. Ellos, son los culpables del ridículo; si son objeto de burlas y risa, es con mucha razón: sólo a ellos se le ocurre elevar al nivel constitucional tantos absurdos, aberraciones, contradicciones, errores y menudencias.
También merecen ser objeto de burla los mexicanos que eligieron a la señora Sheinbaum, a AMLO, a los legisladores al Congreso de la Unión y a las legislaturas de los estados que son los responsables de la reforma judicial. Son esos ciudadanos, poco informados e interesados en las pensiones, a quiénes se les fue a ocurrir elegir a tanto inepto para representarlos en el ejercicio de las funciones ejecutiva y legislativas.
Señora Sheinbaum, en ejercicio del derecho de petición, me permito solicitarle reclame al auditorio de Harvard una disculpa, la que nos merecemos todos los mexicanos que no votamos por usted, por su patrón AMLO y por esa recua de legisladores que aprobaron la reforma que provocó la risa de los harvardianos. No se vale.
Espero, con los nervios deshechos, la declaración de guerra que, en defensa del honor de los mexicanos, hará usted, señora Sheinbaum, a la Facultad de Derecho de esa Universidad. Tiene usted razón: de los mexicanos nadie se burla.
Presidenta: por lo que más quiera, salve el honor de los mexicanos que hemos sido ofendidos, insisto, no de todos, sólo el de aquellos que no votamos por usted, su partido y sus aliados.
Para que la satisfacción que nos deben dar las autoridades de la Facultad de Derecho de la Universidad de Harvard no se prolongue sine die, es decir: sin fijar fecha y que nos sea dada con la debida oportunidad, me permito sugerirle que se le fije un plazo, se me ocurre que la satisfacción que se nos dé no pase del 29 de septiembre del año 2030, es decir, dentro de cinco años once meses y algunos días.
Me permito hacerle notar una pequeña circunstancia: si rompemos relaciones con esa institución educativa, le advierto que algunos de legisladores desvergonzados, levanta manos y sin dignidad que aprobaron la absurda reforma judicial, son o se dicen egresados de los posts grados que imparte esa Universidad. En una de esas, si pide una satisfacción, pudiéramos provocar que les revoquen los diplomas o certificados que le dieron. Si lo hacen, será con sobra de razón. Piénselo.
Señora presidente me permito sugerirle que, antes de hablar, conecte su cerebro con la boca; piense lo que va a decir y el alcance de sus palabras. Usted es doctora en ciencias, no siga el ejemplo de su mentor y maestro que es un ignorante.
La agresión a Claudio X González
A la presidenta le molestan la presencia y las opiniones del abogado Claudio X. González. De él ha opinado que es un junior tóxico, jefe del prian y de querer comandar la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Dijo otras incoherencias que no viene al caso recordar.
En una democracia se vale disentir. El abogado González, al actuar políticamente y al hacer declaraciones, lo único que hizo fue hacer uso de los derechos que le reconoce la Constitución Política. Quien, como presidenta de la república, critica a alguien por sus opiniones hace algo indebido; hacerlo es propio de dictadores y cuando menos, por ahora, México, nuestro país, no es gobernado por uno de ellos.
Señora presidenta Sheinbaum usted no tiene por qué andar heredando pleitos ajenos. Deje que el rencor se pudra en los intestinos de otro. Usted dedíquese a gobernar para todos, que para eso la eligieron quienes votaron por usted.
La imagen de la virgen de Guadalupe
En el segundo debate celebrado entre los candidatos a la presidencia de la república el 29 de abril de 2024, le fue reprochado a Claudia Sheinbaum que, siendo incrédula, en algún acto de campaña, utilizó en su falda, la imagen de la virgen de Guadalupe. Ella, siendo mayor de edad y la responsable del acto sacrílego, pues a eso se reduce lo que hizo, con soberbia, dijo que sus asesores darían una explicación.
De lo que yo tengo conocimiento ni sus asesores ni ella, como candidata ni ahora como presidenta, han dado una la explicación a ese atentado contra las creencias de muchos mexicanos.
Me niego a aceptar que la actual presidenta de la república, haya pretendido aprovecharse de los sentimientos religiosos de los mexicanos con fines netamente electoreros. Me niego a admitir que ella, siendo atea, con tal de ganar votos, haya recurrido a ese acto que, a falta de otro calificativo, se podría llamar desvergonzado y oportunista. Me niego a aceptar que una universitaria, que entonces aspiraba a gobernarnos, haya recurrido a una maniobra tan sucia y censurable.
Seguiremos esperando la explicación.

