El G20 y el nuevo mundo
La cumbre del G20, el grupo de gobernantes y presidentes de bancos centrales, cuyos países conforman el 66% de la población mundial y el 85% de producto bruto mundial, acaba de concluir en Río de Janeiro, y podría decirse que fue de importancia clave para México porque dio lugar al retorno de nuestro gobierno al escenario internacional -a las “grandes ligas”- de la mano de Claudia Sheinbaum, la presidenta de la República.
Sheinbaum propuso en ese foro, que los Estados miembros destinaran 1% del gasto militar al programa de reforestación “más grande de la historia” (sic). Lo importante, sin embargo, de su presencia fue dejar a un lado la política pueblerina de López Obrador que aisló internacionalmente a México, así como los contactos de Sheinbaum con sus pares.
Los más importantes, obviamente, fueron la conversación de la mandataria con el primer ministro canadiense Justin Trudeau, en las que hablaron del T-Mec y de su revisión en 2026. Trudeau habrá expresado las conocidas inquietudes sobre la condición de “esquirol de China” de la que se acusa a México en relación con la producción del gigante asiático -particularmente en la rama automotriz-, y respecto a la fabricación e introducción en Estados Unidos y Canadá de la letal droga de Fentanilo.
Trudeau se refirió también a la reforma del Poder Judicial que el régimen está echando a andar y provoca, por fundadas razones, temor e irritación en México y entre países, particularmente aquellos con intereses económicos en el nuestro.
Sheinbaum, asimismo, al comentar con su interlocutor la pretensión, casi injuriosa, de los primeros ministros de las provincias de Alberta y Ontario, de expulsar a México del T-Mec, pues afirman que somos “la puerta trasera de China”, recibió del propio Trudeau la seguridad de su desacuerdo con los mencionados primeros ministros provinciales.
La mandataria mexicana informó también de su conversación con el presidente Biden, quien le ofreció transmitirle la información “que tiene Estados Unidos” sobre la captura del Mayo Zambada. También hay información, mínima, de la entrevista de Sheinbaum con el presidente Xi Jinping de China, de obvia importancia.
Añado a la brevísima reseña de contactos de Sheinbaum aludiendo, primero, al breve con el presidente galo Emmanuel Macron, “muy cordial”. Macron aprovechó su breve estancia sudamericana para visitar en Buenos Aires al presidente Milei, irredimible destructor de consensos -recuérdese el agrio diferendo de los países miembros del Mercosur con miembros de la Unión Europea por el tema de la agricultura.
Y vuelvo a la mandataria solo para mencionar su cordial entrevista inicial con Lula, el anfitrión de la cumbre, contacto que se añade al que ambos mandatarios tuvieron en Ciudad de México en octubre, con motivo de la toma de posesión de Sheinbaum. Representantes de los dos países más importantes de Latinoamérica, que, sin embargo, tienen relaciones “complejas”, ¿por la ambición “imperial” de Brasil frente a la pertenencia “geopolítica” de México a Norteamérica?
En pocas palabras, lo verdadera importancia de la participación de la presidenta mexicana en el G20, es que constituyó el anuncio del retorno de México a “las grandes ligas” de la política internacional. Que ojalá sea tan impactante como lo ha sido el retorno del Brasil de Lula, liberado de su Trump tropical, Jair Bolsonaro.
Al margen del asunto México -y más importante que ello- es tomar en cuenta que el G20 es el grupo de países influyentes y poderosos -si se me permite la expresión- entre los cuales se encuentran los que sucedan a la hegemonía de Estados Unidos, ¿y de Occidente?
¿Qué retener, en síntesis, de lo discutido en la cumbre de Río? Primero, la preocupación latente de la inmensa mayoría de países del G20 ante el próximo arribo de Trump a la Casa Blanca, enemigo jurado del multilateralismo. Pero en torno a los temas tratados, los analistas dicen:
Respecto al cambio climático y el abandono de los combustibles fósiles, los dirigentes del Grupo reconocieron en su declaración final la necesidad de aumentar recursos en miles de millones de dólares para financiar los cambios, pero sin precisar “de qué bolsa saldrán”.
Sobre Ucrania, dieron la bienvenida a “todas las iniciativas constructivas en favor de una paz justa y duradera”, recordaron los principios de la Carta de las Naciones Unidas sobre relaciones pacíficas, amistosas y de buena vecindad y denunciaron la amenaza y el empleo de la fuerza para obtener beneficios en términos de territorio. Sin señalar responsables. Y nada más.
En torno a Gaza y Líbano, apoyaron un cese al fuego, se mostraron “profundamente preocupados por la desastrosa situación humanitaria en la banda de Gaza y la escalada en Líbano, subrayando la necesidad de ampliar la asistencia humanitaria y reforzar la protección de los civiles.”
Recuérdese, al respecto, que el Consejo de Seguridad de la ONU, de 15 miembros, acaba de votar 14-1 a favor de una resolución que “exige un alto el fuego inmediato, incondicional y permanente que debe ser respetado por todas las partes, y reitera además su exigencia de la liberación inmediata e incondicional de todos los rehenes. ” Y que Estados Unidos, con poder de veto, votó en contra.
Fue, sin embargo, importante la recomendación de gravar “efectivamente” los ingresos de los súper ricos, propuesta por Lula y aterrizada por el experto Gabriel Zucman, asesor de Lula, quien sugirió un impuesto del 2% a los 3000 multimillonarios del planeta, lo que se traduciría en 250 mil millones de dólares por año.
Finalmente, también “iniciativa faro” de Lula, la cumbre se pronunció por una Alianza global contra el hambre y la pobreza, apoyada por 82 países firmantes y que propone unir esfuerzos para obtener recursos y el apoyo, de hoy a 2030, de 500 millones de personas, lo que dará -se precisa- una dimensión internacional al combate contra el hambre y la desigualdad.
Trump, su Little Rubio y Latinoamérica
Entre el gabinete circense, de chiflados y espeluznantes (weirds) que trata de nombrar y hacer aprobar Trump para su gestión que inicia el 20 de enero, se encuentra Marco Rubio, senador cubano estadounidense por Florida y que el magnate neoyorkino propone, ni más ni menos, como secretario de Estado (secretario de Relaciones Exteriores).
Little Rubio o “intento de hombre fuerte latinoamericano”, como llegó a describirlo despectivamente Trump en el pasado, es un anticastrista de la primera hora, que tratará -aunque nuestra época lo haría difícil- de crear un grupo militante y agresivo de gobernantes latinoamericanos de derecha: Argentina, con Milei en papel protagónico, El Salvador, Ecuador, Paraguay, República Dominicana, Perú, Costa Rica y Guyana. Para contrarrestar, ha dicho, la nefasta influencia de China y Rusia en nuestra región.
Hostilizará, asimismo -y, en su caso, buscará derrocar- a gobiernos de extrema izquierda -unos lo son, otros no: Cuba, Honduras, Nicaragua, Venezuela, Colombia.
Ciertamente, los gobiernos socialdemócratas -o de izquierda “atinada”, diría un priista de la prehistoria- como México, Guatemala, Chile, y Uruguay si gana la izquierda, tendrán un incordio -especie de tumor, según el diccionario de la Real Academia- con el personaje.
¿Y la UE?
Existe un temor generalizado por el próximo arribo de Trump, que aborrece a los europeos y amenaza con obligarlos a asumir el costo de la OTAN y de la defensa de Ucrania. Si Trump no acaba “en 24 horas” con la guerra.
La UE está sufriendo, asimismo, con “caballos de Troya” como el primer ministro Viktor Orbán de Hungría, “amigo de Trump, Putin y Xi” y con la amenaza, aparentemente en vías de superación, de una ultraderecha desembarcando en Bruselas y en el Parlamento Europeo.
