A dos meses de que termine su gobierno, el presidente de EUA, Joe Biden autoriza que el ejército de Ucrania utilice los misiles de largo alcance (ATACMS: Army Tactical Missile Systems) proporcionados por el Pentágono para atacar las tropas rusas. Como eco de fondo, la iniciativa del jefe de la Casa Blanca, de inmediato fue repetida por los mandatarios de Francia y de la Gran Bretaña, países importantes, junto con los estadounidenses de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que apoya al pueblo ucraniano de la invasión militar rusa que cumple —precisamente el martes 19 del mes en curso— mil días de haberse iniciado.

El 24 de febrero de 2022, Vladimir Putin ordenó a sus tropas invadir a la vecina Ucrania, anunciando que dicha operación sería casi un “día de campo”. Con el fin de “desmilitarizar y desnazificar” al país. Ahora, mil días más tarde, el balance no es exactamente como lo planeó el jerarca ruso. Han sido, mil jornadas de guerra injusta, “de lágrimas, dolor y desesperación, resilencia, esperanza e indocilidad”. Oksana Dramaretska, la embajadora de Ucrania en México, escribe en un artículo sobre la fecha de la invasión: “Ucrania resiste y cree en la victoria. Después de casi 1,000 días de guerra, Putin no ha logrado ninguno de sus objetivos estratégicos. El presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, no huyó, Kiev no cayó. Y Ucrania no se rindió”. Como un moderno David, se ha enfrentado al abusivo Goliat.

La embajadora reflexiona: “Los ucranianos sienten en carne propia todos los horrores de lo que se denomina el ‘mundo ruso’. Rusia lanza misiles contra civiles por una única razón: el intento ilusorio de una persona por restaurar un imperio perdido. Rusia trata de convencer de que la democracia, el Estado de derecho y los derechos humanos son valores falsos, porque durante la guerra no protegen a nadie. Rusia intenta demostrar que solo la fuerza militar tiene valor, y por eso un Estado con un potente potencial militar y armas nucleares puede dictar sus propias reglas al mundo y cambiar las fronteras internacionalmente reconocidas. No es una guerra entre dos países, es una guerra entre dos sistemas: el autoritarismo y la democracia”.

La guerra, según informa el magazine francés Le grand continent, de la Escuela Normal Superior de París, ha cobrado más de un millón de víctimas en ambos bandos. Rusia la mayor parte: 700 mil bajas mortales de acuerdo al New York Times, sin reportar la cantidad exacta sobre las pérdidas ucranianas.

De acuerdo a los periódicos The New York Times y The Washington Post y la agencia noticias Reuters que citan “fuentes familiarizadas con el asunto”, la decisión del presidente Joe Biden —que se encuentra en la posición de un lame duck (pato cojo) como le llaman en EUA a un mandatario que está a punto de terminar su gobierno—, se tomó a sabiendas de que la reacción de Moscú puede ser brutal y de impredecibles consecuencias para la seguridad mundial.

El cambio de la posición de EUA “reclamado en muchas ocasiones por el presidente ucranio Zelensky” se da como respuesta a la decisión rusa de desplegar alrededor de 10,000 soldados norcoreanos para su intervención en combate. Es más, el propio NYT precisó que los misiles en cuestión se utilizarían contra objetivo rusos y norcoreanos para proteger a las fueras ucranianas que se localizan en la región occidental rusa de Kursk.

Tal y como se podría esperar, la reacción del Kremlin no fue una sorpresa. Dmitir Peskov, vocero del gobierno de Putin, acusó a EUA de “echar leña al fuego” al advertir que una inminente escalada e implicación directa será culpa de Occidente. Entretanto, las capitales europeas evalúan la posibilidad de replicar este aval. Es más, el portavoz del jerarca ruso expuso que el “permiso” al ejército ucraniano de disparar misiles guiados a su país confirma que Joe Biden “sigue provocando la escalada”, a mostrar intentos de llevar el conflicto a otro nivel, misma que consideró “cualitativamente nueva tensión”.

Por parte, otros expertos creen que el uso inicial de estos misiles podría ser para atacar Kursk, en donde también luchan desde hace unos días tropas norcoreanas. Asimismo, ante el anuncio para tener mayor profundidad contra el agresor, Peskov cuestionó el interés detrás de esta medida en el tramo final (apenas dos meses) del mandato del octogenario Biden, pues el 20 de enero próximo asumirá el poder el presidente Trump, en tanto el escenario internacional está agitado e incierto, pues hay líderes europeos que especulan sobre el impacto que tendrá el retorno del magnate en el ámbito global, pues el empresario neoyorquino prometió poner fin a la guerra en 24 horas —otra de sus bravatas acostumbradas—, luego de “asegurar” que con él “jamás se habría desarrollado la invasión (presume de su cercanía con Putin, al que declaró que admira), y se teme que reduzca la ayuda militar a Kiev.

Como complemento del asunto, en la capital rusa, grupos afines a Putin aprovechan el momento para lanzar amenazas de tipo mayor, como el riesgo de una Tercera Guerra Mundial o una guerra nuclear, como advirtió el jerarca, pues desde la Secretaría de Relaciones Exteriores anticipan una reacción “adecuada”, lo que aparenta arrastrar a otros aliados de Ucrania, como la OTAN, y otros sostienen que es EUA, el principal exportador de armas a Ucrania, el que juega con fuego.

Tal parece que al presidente Biden su salida del poder en poco menos de dos meses le provoca angustia. En las últimas horas autorizó algo inusitado: suministrar minas terrestres antipersonas a Ucrania, algo prohibido por el Derecho Internacional, según informes publicados por The Washington Post, después de que el Pentágono anunciara el envío a la ex república soviética (Ucrania) por lo menos de 275 millones de dólares en nuevo armamento, de acuerdo a funcionarios estadounidenses no identificados según la agencia de noticias AP.

En su turno, el cotidiano británico The Times publicó que el ejército ucraniano dispone de alrededor de 50 misiles ATCMS que servirían como punta de lanza contra blancos rusos, aunque el propio periódico aclaró que su información no tiene sustento oficial pues el Pentágono no lo ha dado por sus propios conductos. Lo que sí hizo reveló el ministerio de Defensa británico fue que el Reino Unido asignará 9.40 millones de dólares para proporcionar a Kiev drones de ataque y reconocimiento.

Lo que nadie puede ocultar o por lo menos disfrazar es el agudo ambiente bélico que se esparce en la zona que afecta, de manera directa o indirecta aquella parte del mundo: Rusia y Ucrania. Al menos es lo que se deduce de las últimas medidas adoptadas por el jefe del Kremlin. Poco después de que Rusia recibiera en una zona territorial “internacionalmente suya”, el primer bombardeo de Ucrania —con misiles ATACMS de manufactura estadounidense—, el 19 de noviembre (cuando se cumplieron los primeros mil días de guerra iniciados por Moscú), Vladimir Putin suscribió el decreto que fija la entrada en vigor de la renovada “doctrina nuclear rusa”.  Firma que los expertos consideran una orden macabra que angustia a todo mundo. A propios y extraños.

De hecho, esta “doctrina” quita todos los impedimentos para que el régimen ruso pueda invocar un fundamento legal si, por una razón u otra, “considera necesario recurrirá su arsenal atómico”. De acuerdo a los especialistas en la materia que han escudriñado palabra por palabra el documento sus argumentos son lo suficientemente ambiguos para que “quede un amplio margen a la interpretación de la única persona que está facultada para decidir si llegó el momento de dar la orden de activar la respuesta nuclear”, es decir el mandamás de Rusia: Vladimir Vladimirovich Putin. ¿Más claro?

En tales condiciones, como explican algunos corresponsales de periódicos occidentales en Moscú: “Rusia podría estimar que su doctrina le permite recurrir  las armas nucleares para repeler un ‘ataque incluso con armas convencionales o drones que representen una amenaza critica a la soberanía y/o integridad territorial’ de Rusia y Bielorrusia, su aliado”, pero (el ‘pero’ de siempre), no define qué entiende por ‘amenaza crítica’ ni cuántos drones o misiles convencionales tienen que ser lanzados al mismo tiempo para merecer una respuesta nuclear”.

En los términos, la “doctrina renovada” —que sustituye la de 2020–, decreta que se consideraría un “ataque conjunto” la agresión de cualquier país sin armas atómicas que reciba el apoyo de una potencia nuclear, implique o no esa ayuda su participación directa en el conflicto.

La redacción del decreto parece el guión de un documental de estos últimos días. Ucrania recibe armas y apoyo logístico de EUA, Gran Bretaña y Francia —potencias atómicas—, y otros países amigos de Kiev, pero no todos los analistas creen lo mismo por lo que es poco probable que Moscú se arriesgue, por estas conjeturas gramaticales, “a un intercambio de devastadores golpes nucleares”, que en los hechos significaría una Tercera Guerra Mundial. Y no solo se trata de países amigos del país invadido, sino de las alianzas militares como la OTAN o cualquier otro organismo de reciente creación de carácter militar. Es decir, qué tipo de “disuasión nuclear” aplicaría Rusia en estos casos; no hay precisión al respecto, pero sí mucha incertidumbre.

Aunque para muchos es claro que el ambiente bélico se extiende por el planeta, en algunas reuniones internacionales, como la del G-20 que recién tuvo lugar en Río de Janeiro —en la que la presidenta de México fue a hablar de los programas sociales de la Cuarta Transformación y de la paz, en general—, no se dijo ni media palabra sobre el decreto de la “doctrina nuclear rusa”.

Razón por la cual el presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, en el contexto de los mil días de guerra, subrayó que su país no se rendirá y luchará hasta imponer a Rusia “una paz justa y durará será”, al tiempo que Dmitri Peskov reiteró que “la operación militar especial” va a continuar “hasta alcanzar todos sus objetivos”.

En México, sin embargo, el nuevo gobierno presidido por Claudia Sheinbaum Pardo no debería esperar hasta el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, para hacer frente a las amenazas antiinmigrantes del magnate que reconfirmó su propósito de declarar una emergencia nacional en la frontera con nuestro país y utilizar las fuerzas armadas para ejecutar sus planes de deportación masiva, que puede sumar varios millones de personas, la mayoría de origen mexicano.

Trump, en su red Truth Social, reprodujo los comentarios del activista superderechista Tom Fitton de que el nuevo gobierno estadounidense está s“preparado para declarar una emergencia nacional y emplear activos militares para revertir la invasión (de indocumentados) de Joe Biden a través de un programa de deportación masiva”. Como rúbrica del mensaje, el delincuente neoyorquino escribió: +¡¡¡CIERTO!!!+…VALE.