No cabe duda que vivimos tiempos políticos difíciles, hacia el exterior con la inminente toma de posesión de Donald Trump y la probabilidad de que cumpla sus amenazas de establecer aranceles a las mercancías que México exporta hacia Estados Unidos, en las mañaneras la Señora Presidente descalifica a quienes levantan la voz y se atreven a la menor crítica, y como su antecesor los tilda de enemigos, reaccionarios y conservadores. Rechaza, interpreta a su modo o incumple la Constitución. Se propicia el linchamiento de los adversarios políticos. Se estigmatiza a los medios de comunicación que disienten de fondo o en las formas del actual gobierno.

La terca realidad se impone y, pese a los intentos de la Señora Presidente por minimizar los actos de violencia en diversos estados de la república, el país está inmerso en un marasmo de descomposición política, inseguridad, violencia, desesperanza y creciente irritación social.

El país atraviesa momentos difíciles, que sólo los ensoberbecidos de poder no pueden, o se niegan a ver, y desde luego no entienden. La crisis de inseguridad con más de 200 mil muertes en seis años, las recurrentes fosas clandestinas donde arrojan por centenares a ejecutados sólo es comparable con la barbarie del nazismo en la Segunda Guerra Mundial, y ciegos de poder, quienes gobiernan buscan que la cotidianización de la violencia sea asimilada y aceptada sin protestas sociales y cuando se enfrenta a movilizaciones de la sociedad con torpeza busca descalificarlas, expresando que obedecen a intereses inconfesables o falta de información. Se equivocan, la sociedad ha reiterado su hartazgo.

Las crisis cuando afectan a las Instituciones y golpean a la sociedad en su conjunto sin que desde el poder se encuentre una salida política consensuada que permita sortearla, se convierte en un problema irresoluble tal y como plantea lúcidamente el célebre Juan José Linz Stroch, sociólogo y Profesor de Ciencia Política de la Universidad de Yale, sus trabajos y ensayos versan sobre las teorías de los regímenes autoritarios y totalitarios,  en su ensayo “La quiebra de las Democracias y las transiciones a regímenes democráticos”, que leído en clave mexicana nos permite desentrañar el despeñadero a que nos han conducido los 2 regímenes Morenistas

De la crisis de inseguridad  sin duda alguna, al actual gobierno se le puede reprochar  su agravamiento y una equivoca estrategia para enfrentar a la delincuencia organizada y en especial al narcotráfico, con abrazos y no con balazos, El supuesto combate lo está librando la Guardia Nacional y el Ejército violentando la Constitución; y cuando las Fuerzas Armadas son sacadas de sus cuarteles sin un marco jurídico y una planeación adecuada, sin tener claro el qué, el cómo, el dónde, el cuánto y durante cuánto tiempo, afirma Linz, se quiera o no, los Ejércitos comienzan a ejercer poder y los desenlaces suelen ser trágicos para los Gobiernos.

En teoría, un desenlace para sortear la crisis con el Ejército ejerciendo poder en combinación con un Gobierno fallido es un golpe de Estado, lo cual en las circunstancias actuales de México resulta poco probable sobre todo por la tradicional lealtad de nuestro Ejército y que nuestro país desde el lejano 1929, no ha vivido una intentona golpista, esta opción habrá que desecharla básicamente porque nuestra Fuerzas Armadas mantienen una lealtad institucional.

La ciudadanía está hastiada, cansada, harta de que la política se convierta en la ocasión de arrojar paletadas de suciedad al adversario, y no como debiera ser, de exposición de propuestas, de oportunidad de cambios, de esperanza de mejoría. Es por ello que la sociedad civil organizada debe luchar por la dignificación de la política, entendida ésta como la acción superior del hombre para beneficiar a su comunidad y mejorar sus condiciones y calidad de vida. Lo delicado y muy preocupante es que, por hartazgo y falta de credibilidad, la ciudadanía se abstenga mayoritariamente de participar en los movimientos de la Sociedad Civil que surgen como un contrapaso.

La perspectiva respecto de la inseguridad, que es el tema que más preocupa a la sociedad, es totalmente diferente desde la Cd de México a la que se tiene en los estados; es cierto que la capital y la zona metropolitana ha sido golpeada por rachas de violencia, pero está lejos, muy lejos de sufrir la violencia constante y permanente que lastima a los habitantes de Sinaloa, Michoacán, Tamaulipas, Coahuila, Chihuahua, Morelos, Guerrero o Jalisco, por citar algunas entidades. Al comentar en la Ciudad de México lo anterior, los interlocutores sonríen con escepticismo, o bien afirman que es un efecto mediático; quienes recorremos con frecuencia la provincia y algunas de las ciudades de las referidas entidades, hemos vivido ya el temor, el miedo y crece en nuestro interior, la ira por la necedad de no variar la estrategia  emprendida contra la delincuencia organizada, que arroja además de los 200 mil muertos en seis años de gobierno de Morena,  también las cifras oficiales arrojan 100 mil desaparecidos, y muchos cuerpos exhumados de las fosas clandestinas.

Somos más los ciudadanos que queremos una salida pacífica y democrática. La violencia sólo la necesitan y se regodean en ella los autoritarios. Cerremos el paso a la realidad autoritaria cesarista que se vislumbra desde el poder.

La vitalidad del pueblo mexicano son una esperanza de que no somos conformistas en espera de dadivas sociales apaciguadoras del descontento social. El cambio prometido desde el sexenio pasado, no mejoró nada y el tiempo se agota. Este Movimiento muestra y demuestra que somos muchos los mexicanos que no estamos contentos, que estamos hartos de la demagogia y la ineptitud en la conducción de la cosa pública de antes y de ahora.