En México ha concluido el verano y comenzado el invierno. En el aspecto político ha concluido la primavera democrática, la que se inició en el sexenio de Ernesto Zedillo; que subsistió durante los gobiernos de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto y que terminó en 2018, con AMLO y sus desplantes autoritarios. Con éste comenzó un invierno que amenaza ser extremo y, al parecer, prolongado.

Ese invierno político se acentuó en septiembre pasado y ya arrasó con las endebles instituciones políticas: Constitución Política, Poder Judicial, Federal y locales, principio de división de poderes, autonomía de la entidades federativas, partidos políticos y entes autónomos, entre otras.

Durante dieciocho años hubo indicios de que, con sus altas y bajas, en México eran funcionales el principio de división de poderes y la independencia judicial. En estos días es evidente un retroceso nocivo y de fondo en ambas materias.

Los resquicios de división de poderes que existían en la Constitución Política y en la práctica, han desaparecido. La mayor tragedia para los mexicanos está en el hecho de que ninguna de las instituciones políticas existentes tiene la autoridad moral para evitarlo, la posibilidad real de impedirlo o el deseo de detener esa tendencia.

No tienen autoridad moral los priistas; posibilidades los panistas; y deseos de detenerla los morenistas. Los demás: petistas y verdes, no cuentan. Son montón.

El PRI, que fue maestro en mañas y enjuagues de los líderes de Morena: AMLO, Marcelo, Adán, Monreal, Layda, Yunes y otros; que fue el proveyó a los morenistas de su supuesta ideología y de su estructura vertical y antidemocrática, está en vías de extinción. A como van las cosas, a nadie sorprendería que desaparezca en las próximas elecciones.

Los priistas nunca creyeron en el principio de división de poderes, en la democracia ni en un sistema de pesos y contrapesos. Internamente nunca se manejaron democráticamente. Tampoco lo permitieron en los sectores que lo integraban: el obrero, el campesino y el popular. Impusieron en ellos una organización vertical, antidemocrática y corrupta. El principio de división de poderes fue algo que pisotearon y, en el mejor de los casos, ignoraron. Gonzalo N. Santos, un cacique priista, en sus Memorias, dejó un testimonio escrito de los excesos a los que llegaron, de los crímenes en que incurrieron y la voluntad que tenía de no entregar el poder por la vía democrática.

Los pocos priistas que aún quedan, a estas alturas, no tienen cara para reclamar a los morenistas por la destrucción que están haciendo de las instituciones políticas ni por haber desvirtuado las instituciones públicas

El PAN carece de ideología y de miembros; de la primera, de la ideología, prescindieron durante el sexenio de Vicente Fox; siguiendo el modelo priista, adoptaron como forma de gobernar la complicidad y vía para conservar el poder, la de alterar y desvirtuar los resultados de los procesos electorales.

Poco a poco el PRI y el PAN se fueron quedando sin miembros; éstos, uno a uno, han sido cooptados por Morena. Los pocos que les quedan, y que no son montón, sólo están esperando un guiño, por pequeño que sea, para abandonar su organización y sumarse a la cargada morenista.

Los estados de México, Veracruz, Oaxaca, Sonora, Sinaloa y otros, que en el pasado fueron granero de votos priistas, ya no lo son. Están en poder de Morena.

El Bajío, que antaño era el vivero político de los partidos conservadores: PAN y Sinarquista, se ha reducido a uno unas cuantas poblaciones. La escolarización generalizada, la delincuencia organizada, la industrialización, las vías de comunicación y el avance de Morena ha reducido su número. El pensamiento conservador se ha vuelto muy simple: se reduce a sostener un discurso anti morenista.

Los del partido de Dante Delgado, que detentan el poder en dos entidades: Jalisco y Nuevo León, están más preocupados por ver cómo ponen a salvo de responsabilidades a sus gobernadores, que en ocuparse en salvaguardar cosas tan intangibles o etéreas como lo son la división de poderes, la independencia judicial y la supremacía constitucional. Lo más seguro es que el gobernador saliente de Jalisco se incorpore a Morena llevándose miembros y secretos de su organización y de quienes quedan en ella.

Ante la falta de una oposición real muchos, pudieran pensar que tendremos Morena para largo tiempo y con excesivo poder. Esa es una posibilidad. La otra es que en la elección de 2030 Morena se divida y que la facción triunfadora se lleve toda la cuota excesiva de poder que actualmente posee y que la use para acabar con la facción derrotada. Me explico:

Si para el 2030 aún vive AMLO, él exigirá a Claudia Sheinbaum el cumplimiento del pacto que celebraron en el sentido de que herede el cargo de presidente de la República su hijo Andrés Manuel López Beltrán. Ella, como mujer de palabra y en acatamiento del principio de equidad de género, así lo hará. Todos los que aspiran a la presidencia doblarán las rodillas, se hincarán y besarán la mano del ungido. Como la familia reinante es numerosa, tendremos López para el resto del siglo.

Si para el 2030 AMLO ya no viva, las cosas pudieran cambiar. Es obvio que, en acatamiento del principio de equidad de género, la señora Sheinbaum no podrá imponer en la presidencia a una mujer. En ese contexto, por sí y por virtud de la presión que ejerzan sobre ella quienes en 2024 fueron desplazados por la decisión de AMLO: Marcelo, Monreal, Adán, Fernández Noroña y otros, la orillarán a que sea uno de ellos y no Andresito quien la suceda en el cargo.

Ante la negativa, y la falta de liderazgo de ella, es factible que Morena se fraccione y que alguno de aquellos, con el apoyo de otros políticos y gobernadores, contiendan por la presidencia y la ganen.

De alzarse los disidentes con el triunfo, todo el poder que acumuló Morena será para estos y que, al no haber un fiscal general de la Nación independiente, ni jueces imparciales, toda la fuerza que se ha concentrado en la presidencia de la República y en Morena, sea usada para acabar con los disidentes, incluyendo a los López.

Para el caso de resultar triunfadora la facción que apoye a Andresito, es previsible que ese mismo poder sea utilizado para eliminar a los disidentes, sin que existan jueces ni amparos que lo impidan.