Pese a que muchos críticos del magnate neoyorquino dudaban que pudiera realizar la hazaña de retornar como el jefe de la Casa Blanca, después de haber perdido la reelección hace cuatro años, Donald John Trump regresó al poder el lunes 20 de enero del año que recién comienza. De hecho, el extravagante hombre naranja, estrella del entretenimiento televisivo en el país del Tío Sam, el primer mandatario convicto de Estados Unidos de América (EUA) asume el Ejecutivo estadounidense como el cuadragésimo séptimo de la selecta lista —después de ser el número 45–, para desempeñarse como el “mandatario electo por Dios, para consolidar su poder” e iniciar lo que ha llamado “una revolución del sentido común”.

Al iniciar su nuevo mandato, tres de sus principales objetivos han sido ordenar la militarización de la frontera con México, volver a controlar el Canal de Panamá y ordenar el cobro de aranceles a países vecinos —Canadá y México—, o competitivos como China e incluso a los miembros de la Unión Europea que tradicionalmente han sido aliados de EUA en tópicos tan delicados como la Organización del Tratado del Atlántico Norte: OTAN, y en cuestiones económicas. Aparte de haber compartido frentes comunes en el seno de la Organización de Naciones Unidas (ONU) y organismos especializados como la Organización Mundial de la Salud (OMS) de la que acaba de anunciar su separación pero que no ha sido bien recibida por el resto de sus miembros, incluso se le solicitó que su decisión no fuera definitiva. De hecho, tiene que transcurrir un año para que lo fuera.

Por razones casi inescrutables pero anunciadas desde su campaña electoral, en sus primeras horas como nuevo presidente Trump firmó un gran número de órdenes ejecutivas que afectan a buena parte del mundo, pero que repercutirán con saña en México.

En su discurso inaugural, calificado por buena parte de los medios más importantes de la Tierra como el de un mandatario narcisista, mesiánico, el magnate no guardó ninguna modestia: “Dios me salvó (del atentado de julio durante un hermoso mítin) para hacer a EUA grande de nuevo”…”la edad de oro de Estados Unidos comienza ahora”…”a partir de este día, nuestro país florecerá y será respetado otra vez en todo el mundo. Será la envidiada de todas las naciones y no permitiremos ya que se aprovechen de nosotros”.

“Regreso a la Presidencia con confianza y optimismo, de que estamos al inicio de una nueva y emocionante era de éxito nacional…Mi reciente elección es un mandato para revertir completa y totalmente una traición…A partir de este momento la declinación de América ha terminado”.

El mesianismo del ex presidente fue más que claro en su discurso inaugural: “En los últimos ocho años he sido sometido a más pruebas y retos que cualquier Presidente en nuestros 250 años de historia…Aquellos que querían detener nuestra causa han tratado de privarme de la libertad e incluso de mi vida…Hace apenas unos meses…la bala de un asesino hirió mi oreja…Sentí entonces y lo creo mucho más ahora, que mi vida me salvó por una razón. Dios me salvó para hacer grande a América otra vez”.

El Donald Trump que protagonizó su primer show en 2017 como Presidente republicano —presumiendo que no era un político profesional—, es diferente al que acaba de jurar nuevamente como mandatario estadunidense para sustituir al demócrata Joe Biden. En la primera ocasión solo firmó una orden ejecutiva al iniciar su gestión, ahora suscribió decenas consciente de que tanto su gabinete como él mismo conoce a la perfección todo el aparato burocrático presidencial y que cuenta ahora con todo el apoyo popular y legislativo del que carecía hace ocho años. El mismo personaje con poderes diferentes.

El magnate únicamente repitió una escena de su primera inauguración: en 2017 juró ante el décimo séptimo presidente de la Corte Suprema, John Glover Roberts Jr., (presidente del Tribunal desde 2005), sobre dos Biblias —la de su propiedad y la que usó el histórico presidente Abraham Lincoln en 1861; ambos volúmenes los sostenía en sus manos su esposa Melania sólo que Donald no reposó su extremidad derecha sobre ellos  al hacer el juramento porque el juez Robert aceleró la ceremonia sin esperar al resto de la familia Trump; hizo que el ungido repitiera las 38 palabras del juramento enmarcadas en la Constitución para el efecto.

Por cierto, la mimética esposa de Trump, la hermosa ex modelo originaria de Eslovenia, antigua Yugoslavia, llamó la atención en la ceremonia por el sombrero que usó en la ceremonia presidencial, que le tapaba prácticamente su rostro. No se lo quitó durante el juramento lo que impidió que su esposo la besara al terminar el acto. Toque de misterio y de modernidad, presumió la bella mujer que siempre atrae por sus 1.80 metros de estatura y, por su color de piel.

El discurso inaugural de Trump duró 30 minutos. Entre promesas y adelantos de su nuevo mandato “dorado” y de prosperidad para los estadounidenses, el magnate, de 78 años de edad, desglosó sus lineamientos de obrero y el aluvión de órdenes ejecutivas sobre migración y seguridad nacional, así como continuar con las críticas a la administración de Joe Biden y Kamala Harris, al recordar los roces de la campaña electoral y de anunciar que revertiría el “declive” que heredó de los demócratas con un llamamiento a la unidad pese a la confrontación política.

Trump reivindicó, en su primer discurso ya como el nuevo presidente de EUA, sus planes expansionistas sobre el Canal de Panamá y el Golfo de México, al cambiar su nombre como “Golfo de América”, lo que originó gestos de su adversaria, Kamala Harris. Que por cierto no fue la única persona presente en la ceremonia que no pudo contener la risa ante los anuncios “geográficos” de Trump como la ex candidata presidencial, Hillary Clinton y hasta algunos republicanos.

En su discurso de toma de posesión anticipó las órdenes ejecutivas que firmaría en el curso del día. “Primero declararé una emergencia nacional en nuestra frontera sur. Toda la entrada ilegal será detenida y comenzaremos el proceso de regresar a Criminales a los lugares de donde vienen…Reinstauraremos la política  de “Quédate en México”, y enviaré tropas a la frontera sur para combatir la invasión de nuestro país”. Y fundamentó la declaración de cárteles como terroristas en la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798, “para eliminar la presencia de todas las redes de bandas criminales extranjeras”. Esta legislación se ha utilizado en varias ocasiones para encarcelar a extranjeros o descendientes de los mismos sin pruebas de haber cometido alguna falta. Como lo hizo el presidente Franklin Delano Roosevelt en 1942, a la mitad de la Segunda Guerra Mundial, cuando firmó un decreto para internar a a120,000 japoneses e hijos de japoneses nacidos en EUA en campos de concentración. Esta ley existe para sancionar a personas en el territorio estadounidense no para ordenar expediciones de captura a otros países, como algunos analistas aseguran para detener a narcotraficantes en México.

Parte importante del discurso presidencial, Que podría considerarse como uno de los más radicales y antimexicanos de la historia, es el anuncio de la imposición de aranceles del 25% a las importaciones de México y Canadá a partir del 1 de febrero. Asimismo, deja la puerta abierta a una posible intervención armada en territorio mexicano, después de declarar a los cárteles aztecas como organizaciones terroristas, lo que posibilita el “derecho” de perseguirlos en cualquier parte. A la pregunta de un periodista sobre si esta posibilidad implica una intervención armada en el Vecino del sur declaró con sorna no disimulada: “Podría pasar, han sucedido cosas más extrañas”.

En tono casi apocalíptico, el magnate lamentó la herencia recibida del presidente Biden, a quien señaló como culpable de “no haber defendido la frontera sur ni haber dado seguridad a los ciudadanos mientras le daba refugio a criminales de fuera”. Frente a los expresidentes estadounidenses vivos, incluyendo Biden —George W. Bush, Bill Clinton, Barack Obama—, Trump aseguró que va a “restaurar la fe de la gente” y proclamó que “la decadencia de EUA ha acabado”.

Tan prioritario para el empresario neoyorquino es expulsar a “millones de ilegales” como impedir que nadie entre, por lo que firmó el día de su ascensión al poder dos órdenes ejecutivas al respecto y decretó la emergencia nacional en la frontera.

La aplicación CBP One que permitía a migrantes a ingresar a territorio estadounidense por medio de los puertos de entrada en la frontera con México, dejó de funcionar el mismo lunes 20 de enero, según informó la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) en su página web, sin tomar en cuenta la desesperación que esto significa para miles de seres humanos que tratan de llegar al “sueño americano”.

En el inhumano mensaje de la CBP, que se refiere a los migrantes en tránsito en México como “extranjeros indocumentados”, se avisa además que las citas “agendadas” ya se anhelaron, para desolación de todos los solicitantes, aún a las 6 de la mañana en el puente fronterizo de Ciudad Juárez con una cita confirmada del CBP ONE sólo minutos después de la toma de posesión del cargo de Trump, por lo que se invalidó.

“Se detendrá inmediatamente toda entrada ilegal y enviaré tropas a la frontera para repeler la desastrosa invasión de nuestro país”, dijo Trump sobre la emergencia nacional, que permitirá militarizar la frontera y disponer de un arsenal de fondo.

Otra de las órdenes ejecutivas firmadas el lunes 20 por el presidente Trump que llegó a lo más profundo de los sentimientos de los inmigrantes, es la que trata de negar la ciudadanía a los hijos de inmigrantes indocumentados nacidos en territorio del Tío Sam.

La orden trata de modificar la Interpretación actual de La Enmienda 14 de la Constitución de EUA, que establece que toda persona nacida en territorio estadounidense obtiene automáticamente la nacionalidad, independientemente del status migratorio de sus padres. Eliminar este derecho a los hijos de los inmigrantes ha sido una demanda de grupos ultra conservadores. El magnate ya había amenazado con revocar esta Oportunidad a los ilegales mediante una orden ejecutiva durante su primer mandato (2017-2021), aunque nunca llegó a hacerlo.

Sin duda el nuevo intento de Trump enfrentará desafíos legales en los tribunales y que muchos expertos consideran inconstitucional.

Para cumplir su sueño “dictatorial” de un día, por lo menos, Trump tomó la decisión de que EUA saliera de los Acuerdos de París, negando de esa manera el compromiso de uno de los países que más contaminan a combatir el calentamiento global. Y firmó el perdón presidencial y la conmutación de penas a los detenidos por el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021, a los que llamó “rehenes” que trataron de impedir el triunfo del presidente Joe Biden.

Trump ya podrá dormir en la Casa Blanca, pero el mundo está en ascuas. La era del magnate es imprevisible. Nadie sabe hasta dónde puede llegar en sus arrebatos nacionalistas. Los próximos cuatro años estarán llenos de sorpresas. Donald John Trump, el coco del planeta. VALE.