Trump cumplió parte de las amenazas que formuló durante su campaña: imponer a México y a Canadá aranceles del 25 por ciento sobre todas las mercancías que provienen de ambos países. Sobre advertencia no hay engaño. Falta que cumpla su otra amenaza: que mediante una intervención armada combata la producción del fentanilo que, según él y muchos otros, se procesa en México, es decir: que haga la tarea que corresponde a las autoridades mexicanas.

Donald Trump, por su gran benignidad, como una merced especial, ha diferido la entrada en vigor de los aranceles un mes, a condición de que el gobierno de la señora Sheinbaum acate su orden de mandar soldados a la frontera y, al parecer, de que el Ejército y la Marina mexicanos se hagan de la vista gorda ante la incursión de un avión militar espía y de tres buques de guerra, entre ellos el USS Nimitz (CVN-68) de la armada de los Estados Unidos de América a 194 kilómetros de Ensenada, capital del estado de Baja California (Reforma 5 de febrero de 2025).

A China, por ser una auténtica potencia económica y militar y, al parecer, proveedora de los precursores, de los que derivan las drogas que supuestamente se producen en México, dado su poderío y de que posee una cantidad importante de bonos de la deuda pública de los Estados Unidos de América, únicamente le impuso un arancel del 10 por ciento sobre las mercancías que entren al país del Norte. Donald Trump: tonto, tonto no es, sabe perfectamente con quién se pone y con quién no. Bien que sabe escoger a sus tarugos: México, Canadá, Colombia, más otros que se agreguen esta semana.

Trump, con la debida anticipación, con el fin de ganar votos, previno de lo que iba a hacer; la señora Sheinbaum y sus asesores tuvieron tiempo para prever los escenarios posibles y las soluciones a las que recurrir. No lo hicieron. Gran irresponsabilidad. Ella, siguiendo a su mentor, se dedicó a dividir al país, a ofender a quienes no comulgaban con ella, a quienes atacaban a su jefe y, finalmente. a no invitar a la presidenta de la Suprema Corte al festejo del aniversario de la Constitución. Ahí están los resultados. Están improvisando sobre la marcha y, obvio, mal.

Con la debida oportunidad, el plan pudo haber sido: ante el peligro inminente de la victoria del amenazador, convocar a una reunión urgente a los presidentes y primer ministro de las restantes naciones americanas, para formular estrategias que les permitieran hacer frente al adversario común. A pesar de que son políticos de tiempo completo y de que ella, supuestamente se comprometió a defender la soberanía nacional, no lo hizo. En su descargo debemos decir que tampoco lo hicieron los restantes jefes de Estado americanos. Fueron negligentes y miopes.

A estas alturas del partido la señora Sheinbaum y su equipo no nos pueden salir con que para hacer frente a las medidas arancelarias de Trump, la opción B es decirle: si señor haremos lo que usted nos ordena; y la C, la que ya conocemos y de la que en el pasado Trump se jactó: que tanto ella, como sus secretarios de economía y de relaciones exteriores, se agachen ante el magnate y le digan haz de nosotros lo que te venga en gana. A como están las cosas eso es lo único que nos falta.

Por ironías de la vida, la expulsión violenta de los ilegales que vivían y trabajaban en los Estados Unidos de América y, como consecuencia, la caída de las remesas que ellos enviaban, son factores que inciden en la disminución del ingreso de dólares a México, lo que implicó la devaluación del peso y la disminución del poder adquisitivo de los mexicanos, lo que derivará en que, sin campaña de por medio, en un boicot de hecho a las mercancías provenientes de norteamericana.

Para reforzar ese boicot, no estaría por demás que tanto los gobiernos: federal y locales y las autoridades municipales hicieran su parte y, entre otras medidas, dispusieran que:

Respecto de los insumos de los que existan sustitutos, disponer que no se vuelva a comprar nada proveniente de los Estados Unidos de América: automóviles oficiales, camiones, maquinaria pesada, papelería y otros insumos; ello implicará que los funcionarios públicos no deben volver a comprar las ostentosas camionetas Chevrolet, Ford, o Dodge, que son del gusto de lo que, en son de burla, se llaman servidores públicos y de los que deriva el ostentoso boato, con el que se pavonean y humillan a los pobres y ello a pesar de la promesa de austeridad republicana que predican; y

En las comidas, banquetes y reuniones oficiales no se consuma ningún artículo de franquicias norteamericanas: Coca cola, Pepsi cola, whiskys, lácteos, quesos, kleenexs y otros productos; y

Una disminución del 20 o 30 por ciento de las compras de mercancías norteamericanas implicará un grave deterioro para las finanzas de las grandes empresas.

Los mexicanos no podemos volver a confiarnos en alguien que dijo: de los mexicanos nadie se burla, que tiene  un plan A, B y C y que es defensora de nuestra soberanía como país independiente, no hizo mayor cosa; no debemos dar ningún crédito a ella y a todos aquellos que, en su momento, ante las afirmaciones de ya saben quién de ABRAZOS Y NO BALAZOS, no protestaron contra tamaña estupidez y que, con su apatía y silencio, dejaron crecer el crimen organizado y el tráfico de drogas.

En el caso, el responsable del no combate a la delincuencia no fue únicamente AMLO, lo fueron también, y en gran medida, la señora Sheinbaum, su actual gabinete y demás servidores públicos que no tuvieron el valor de gritar que esa política de no hacer y de permitir nos estaba llevando al precipicio en el que ahora estamos en caída libre.

Los que actualmente se rasgan las vestiduras en defensa de nuestra soberanía y llaman a la unidad no hicieron nada en el momento oportuno. Ellos no son ni serán los salvadores de la patria; todo lo contrario: son los cómplices de una traición que pagaremos todos los mexicanos.

Sería una locura exigir que, para acabar con el tráfico de armas o el consumo de drogas, la señora Sheinbaum amenazara con atacar los centros de ventas de armas y de tráfico y consumo de drogas que hay en los Estados Unidos de América; no nos podemos poner con Sansón a las patadas, pero ella, en su momento, el ver las amenazas, con una negligencia inexcusable, dejó crecer el problema y permitió el cumplimiento de las amenazas.

El alarde de fuerza del que México es objeto en el Mar de Cortés, a muchos nos recuerda la presencia de una flota de barcos norteamericanos en el Golfo de México y la posterior invasión al Puerto de Veracruz, durante la dictadora de Victoriano Huerta, de las que el Ejército Nacional actuó como testigo.

Una intervención armada de los norteamericanos para dar fin a los centros de producción de droga, pudiera ser el fin de ese negocio ilícito en México, del crédito del que aún gozan el Ejército y la Marina, como supuestos defensores de nuestra independencia y soberanía, de Morena, como partido oficial y de la 4T, como facción supuestamente nacionalista.