Se anuncia una próxima asamblea para reorganizar al PAN; sus miembros intentarán que no desaparezca como opción política y como franquicia de empleos. Nadie podía imaginar tan prematuro deceso; apenas va a cumplir 86 años.

Cuando en 2000 los panistas ganaron la presidencia de la República, uno de sus líderes predijo: el PAN la conservará hasta el año de 2030. Erró. No previó que la perderían en 2012; y que, para el 2024, la organización blanquiazul estaría en vías de extinción. En las encuestas realizadas en febrero pasado sólo un 3 por ciento de los consultados se consideran panistas; abajo del 5 por ciento que alcanzaron los priistas (Leo Zuckermann, Juegos de poder, Excélsior, 10 de marzo de 2025).

Muchas causas explican la debacle en que se encuentra, algunas de ellas son: no haber impedido el ascenso de dos advenedizos a la presidencia de la República: Martha Sahagún y Vicente Fox, en ese orden; una pareja frívola y sin oficio político, que poco o nada estaba identificada con la ideología del partido.

Otra, no haber sabido separar la función de presidir el partido y la candidatura a la presidencia de la República. El cargo fue tomado como un trampolín para aspirar a la candidatura presidencial. Otra, no haber observado el consejo de Maquiavelo: A los hombres grandes no hay que tocarlos y si se les toca es preciso acabar con ellos. (Historia de Florencia, libro 4, cap. XXX). Quisieron meter a la cárcel a AMLO; aunque les sobraron motivos y perversidad, les faltó valor para llevar su intento hasta el final.

La frivolidad de la pareja presidencial; la ambición de los líderes del Partido; el que algunos de ellos lucraran al amparo de poder y la falta de compromisos de los líderes más representativos, no pasó desapercibida para la ciudadanía. Ésta cobró en las urnas los errores, omisiones y excesos de los panistas.

Los líderes de ese partido no fueron capaces de actualizar a las circunstancias del momento la ideología partidista ni de encontrar qué ofrecer a una ciudadanía engolosinada con las mesadas que recibe.

El PAN afronta otro grave problema: si bien en el pasado el Bajío o región cristera fue su reducto natural: Guanajuato, Querétaro, Jalisco, Michoacán, Colima, y San Luis Potosí, hoy esa zona está en manos de la delincuencia organizada y ella, por una u otra razón, está con Morena y sus gobernantes; esa región, además, es en la que más crímenes se cometen o la más insegura.

El pensamiento conservador, como sinónimo de afinidad con la iglesia católica, ha dejado de ser atractiva para la ciudadanía. La pérdida de influencia de esa religión entre los mexicanos, incidió en la disminución de los votos a favor de Acción Nacional.

Por otra parte, la iglesia católica está pasmada ante la pérdida de feligreses, ingresos y de jóvenes que aspiren al sacerdocio. No ha acabado de digerir el estado de cosas en que se encuentra; no se explica el por qué, de una generación a otra, la gente, en general, dejó de creer y de recurrir a los auxilios espirituales que ella ofrecía. Al parecer la incredulidad llegó para quedarse.

No es un problema de ideología; en este momento ningún partido la tiene, incluyo a Morena. Esta organización, conformada por presupuestivoros, serviles, sin convicciones; muchos de ellos delincuentes reincidentes, realmente no es un partido político, a lo que más puede aspirar es a ser considerada como una especie de cosa nostra; no llega a serlo por cuanto a que, si bien impone disciplina a sus miembros, no cuenta con un código de honor que los una; únicamente está para ofrecer posiciones a cambio de una sumisión ciega. No es código de honor el hecho de aceptar una disciplina a cambio de no ser procesados penalmente, por fiscalías que los líderes de Morena controlan o amenace a los disidentes con hacer pública información confidencial que tiene de ellos.

Morena existe y es apoyada por el electorado por cuanto a que aún está en posibilidad de dar y ofrecer dádivas.

El pensamiento ultraconservador por el que José Eduardo Verastegui Córdoba propugna, no es entendido ni por él mismo. Al parecer su ideología deriva de una lectura ligera, apresurada y mal entendida de las obras Mi Lucha de Adolfo Hitler, Derrota mundial de Salvador Borrego y de los discursos de Donald Trump. Mucho tiene de nacional socialista y poco o nada de opción democrática para el siglo XXI. Él nunca debió haber abandonado la actuación; pudo haber tenido un mejor destino en ese rubro de su actividad profesional. Un papel secundario nunca es despreciable en una actividad tan competida.

No veo a Verastegui ofrecer a los adultos mayores poner fin a las dádivas; a las mujeres, quitarles las conquistas que han alcanzado; a las que abortan la posibilidad de hacerlo; a los trans su derecho a serlo; y a los ninis, su opción a no hacer.

En las actuales circunstancias, una vez echada a andar la política de dádivas, Acción Nacional, por más que no esté de acuerdo con ella, nunca predicará, como parte de su ideología, su fin. En el momento en que lo insinúe perderá el poco porcentaje de electores que tiene. Lo que más puede prometer es estimular el aparato productivo para poder seguir pagando su costo.

La única ideología que el electorado entiende es: quién da más. Una vez echada a andar esa forma de hacer política, no puede haber marcha atrás hasta que la hacienda pública quiebre. Ante el reclamo de más y mayores pensiones, el gobierno intentará extraer más y más del aparato productivo hasta que llegue a un límite crítico: su paralización y, como consecuencia, la incapacidad para sostener el pago de las pensiones.

Es en ese momento, cuando el Estado se paralizará, incapaz de sostener la política de dádivas, es previsible un rompimiento de la paz social y que surja una autoridad fuerte, apoyada por las fuerzas armadas, que sea la que intente poner fin a la política de derroche y despilfarro echada a andar Morena con fines netamente electorales.

Los líderes de Acción Nacional más deben ocuparse en preparar la liquidación de su partido, que en preocuparse en buscar elementos para integrar un nuevo programa político. Las ideologías: de derecha, centro o izquierda han desaparecido. La política de ofrecer dádivas, por sí, no basta para conformar una ideología partidista.