La inacción de las autoridades mexicanas responsables de vigilar el cumplimiento de las leyes, unida a la pachorra de las que deben investigar los delitos y de ejercer la acción penal en contra de sus autores, ha llevado al extremo de que sean las autoridades de los Estados Unidos de América las que los investiguen, pongan en sobre aviso a las autoridades mexicanas de sus posibles autores, persigan a los delincuentes y adviertan a nuestra presidenta de la existencia de eventuales infractores de la Ley; en respeto de las formalidades, lo han hecho de manera elegante: a través de cancelarles las visas.
Nuestra presidenta de la República no entendió el mensaje. Consideró que la medida agraviaba su alta investidura, incidía para mal en el prestigio impoluto de Morena y ponía en duda la virginidad de sus miembros.
Lo anterior es atribuible a muchas causas. La inacción de la presidenta de la República tiene, en principio, razones de índole partidista; esta apanicada, debido factores externos: la llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos; su política exterior y sus aranceles; la pesada carga que significa la inacción o apatía, que llegó a los linderos de la complicidad, del gobierno anterior con la delincuencia organizada y a la difícil situación de los negocios hacendarios que dejó AMLO
Como lo han puesto en evidencia casos pasados y presentes, sobre el deber de vigilar el riguroso respeto a la Ley, ha terminado por prevalecer la solidaridad partidista; sobre la imparcialidad judicial, la consigna y sobre el cumplimiento de la Ley, la dilación.
Ella no tiene la culpa total del caos existente; pero tampoco es inocente; ocupa el cargo de presidenta de la República por razón de que su aún jefe vio en ella dotes de obediencia y fidelidad.
No querer romper con el pasado y defender, a como dé lugar lo indefendible: a AMLO, a su familia, a sus allegados y a los morenos, en general tiene un precio que hay que pagar,
La cancelación de la visa de la gobernadora de Baja California tiene un trasfondo: es un aviso, comedido, por cierto, de que esa señora pudiera andar en algunos negocios no del todo claros. Pudieron haberla arrestado; lo que hubiera sido un golpe mortal para la señora Sheinbaum, para las instituciones públicas y para Morena.
En el supuesto anterior, nuestras autoridades y, en concreto de nuestra presidenta de la República, fue ponerse de lado de quien ha sido cuestionada, no por considerarla inocente, sino por el simple hecho de emanar de Morena. Para ella los compromisos partidistas son más importantes.
Nuestra presidenta, al saber del retiro de la visa a la señora Ávila, gobernadora por su partido Morena, no la puso en tela de duda; tampoco solicitó al Fiscal General de la Nación abriera, sin dilación, una averiguación respecto de su persona y desempeño.
En el caso, sobre la justicia, terminó por prevalecer el espíritu de grupo; sobre el imperativo de que, sin importar de quien se trate, debe prevalecer el principio de responsabilidad. Terminaron por imponerse las razones partidistas.
Con toda razón los adversarios políticos que tiene Morena y la señora Ávila aprovecharon el incidente para llevar agua a su molino: en esto aprendieron a AMLO; éste, para llegar a la presidencia, se la pasó censurando la actuación de los presidentes panistas y priistas. Tenía soluciones para todos los problemas. Se vio que no.
Se debe reconocer que, en el caso, las autoridades norteamericanas, fueron benévolas: no la aprendieron a su primer ingreso a su territorio; dieron a las autoridades mexicanas el beneficio de la duda: presidenta Sheinbaum: la señora Marina del Pilar Ávila, gobernadora de Baja California, anda en malos pasos; no me gustan los amigos que tiene ni los negocios en los que anda metida; como respeto la soberanía de tu país y la competencia que tienen tus autoridades, te dejo a ti y a éstas, la responsabilidad de investigarla y castigarla.
Es de desearse que la reacción presidencial haya sido únicamente para los efectos políticos y que, en lo privado, como jefa de Morena, haya pedido a la señora gobernadora un informe detallado de su actuación y de los posibles motivos que llevaron a las autoridades norteamericanas a retirarle la visa de entrada a su país.
Llegado el caso, de existir elementos, con la autoridad de que goza, exigirle renuncie al cargo. A estas alturas de su sexenio, viendo los precedentes, no nos va a salir con que es respetuosa de la autonomía del estado de Baja California y que, por ellos, no puede actuar para esclarecer las posibles responsabilidades en las que, la aún gobernadora, pudo haber incurrido.
En el caso de la señora Ávila es evidente de que, entre los morenos, tiene más enemigos que amigos. Son algunos de sus compañeros de partido los que se están encargando de denostarla, desprestigiarla y de poner en duda su integridad como política y gobernante.
Dada las graves sospechas, en el caso son más importantes los hechos que las palabras; pues como dice Maquiavelo: siempre es más importante saber que hacer, que qué decir; pues una vez tomada una determinación, es más fácil acomodar las palabras a los hechos, que los hechos a las palabras.
La señora Sheinbaum debe impedir que la política nacional se siga ventilando y resolviendo en los Estados Unidos de América. La soberanía, de la que se dice defensora implica, en lo interno, dejar que las autoridades mexicanas competentes para conocer de delitos y para perseguir a sus autores, sin importar el cargo que ocupan y sin distinguir si se trata o no de un miembro de Morena, hagan su trabajo.
Encubrir a la señora Ávila, implicará adquirir el compromiso de que, llegado el momento, tenga que hacer lo mismo por lo que toca a los gobernadores de Sinaloa, Sonora, Guerrero y Jalisco, sobre los que pudiera en el futuro haber cancelaciones de visas de entrada al país del norte.
Los morenistas ni viendo aprenden. Han de pensar si tengo cabeza propia, por qué he de aprender en cabeza ajena. Los priistas perdieron el poder, entre otras razones, por no haber separado la solidaridad partidista, del principio de quien la hace la paga. Durante el largo periodo en que detentaron el poder, encubrieron a auténticos delincuentes.