Faltan menos de diez días para que México experimente un proceso sin precedentes: la elección de jueces, magistrados y ministros mediante el voto directo. Si uno observa con atención el movimiento real en territorio, da la impresión de que no se trata de una elección que va a ocurrir… sino de una que ya empezó. No desde las instituciones, ni mucho menos desde las conferencias matutinas, sino desde abajo, donde el activismo político de los grupos locales afines al oficialismo está marcando la pauta.
Mientras la Federación y los gobiernos estatales aún no articulan una directriz clara sobre el rumbo que debe tomar esta elección inédita, las bases del movimiento ya comenzaron a hacer lo que mejor saben hacer: organizarse. Las listas que circulan en redes —con nombres de aspirantes presuntamente favorecidos por facciones específicas— pueden gustar o no, pero lo cierto es que responden a una lógica muy clara: no dejar el futuro del Poder Judicial al azar ni a la desinformación ciudadana.
En estas listas, compartidas en chats, reuniones territoriales y redes sociales locales, hay algo más que especulación. Son, en muchos casos, el resultado de un trabajo minucioso de filtrado interno, alianzas previas y acuerdos de grupo. Lo interesante no es solo el contenido, sino su temporalidad: se están difundiendo justo en el momento en que comienza la capacitación electoral en territorio. Coincidencia o no, el hecho es que esta sincronía permite que las y los promotores del voto lleguen con un mensaje claro: aquí están las propuestas, aquí está la orientación, y así se vota.
Mientras esto ocurre, en paralelo, desde las alturas institucionales aún no se emite una señal inequívoca. Ni desde Palacio Nacional ni desde las sedes de los gobiernos estatales han surgido mensajes contundentes que orienten o encaucen esta elección. ¿Están esperando el momento oportuno o simplemente están dejando que la elección se organice sola desde abajo? Es difícil saberlo, pero lo cierto es que cuando la “línea” federal finalmente llegue, si llega, es posible que se enfrente a una estructura que ya decidió. Y esa estructura no suele esperar.
Si esta tendencia se confirma, la elección judicial será definida no por el voto espontáneo, ni por las campañas institucionales de concientización, sino por la operación de los liderazgos territoriales. Esos que saben mover comunidades, articular acuerdos y, sobre todo, leer los tiempos políticos.
En esa lógica, la circulación de acordeones con los nombres “sugeridos” deja de ser un problema para convertirse en una solución práctica. En un proceso complejo, con boletas kilométricas y decenas de aspirantes por cargo, el riesgo de que el voto se disperse, se anule o se diluya es real. Por eso, para muchos operadores, garantizar un voto efectivo —aunque venga previamente marcado en un papelito doblado— es parte del trabajo de tierra. Un trabajo que no se improvisa.
Más aún: las listas que se han dado a conocer no parecen estar enfocadas en todas las candidaturas, sino especialmente en las que pueden definir la correlación de fuerzas futuras en la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Pero la apuesta táctica está más abajo. Son las Salas Regionales —particularmente las de la Ciudad de México y el Estado de México— las que concentran el interés operativo. Ahí es donde se juega el control de los litigios más sensibles, las decisiones de fondo y, eventualmente, la conducción institucional del nuevo modelo judicial.
Es decir, no se trata de una operación de corto plazo. Lo que se está construyendo desde los grupos locales es una base crítica movilizada, una red de activismo jurídico-electoral que podría definir no solo la elección inmediata, sino el diseño del poder judicial por venir.
En este contexto, más que escandalizarse por la existencia de listas o de estructuras que enseñan a votar, conviene preguntarse por qué quienes tienen mayor visibilidad institucional no están haciendo lo mismo. ¿Esperan un proceso espontáneo? ¿Confían en que el ciudadano promedio podrá discernir entre miles de nombres y elegir con precisión quirúrgica? ¿O simplemente están apostando a que otros hagan el trabajo sucio?
Lo que queda claro es que, a diferencia de otros actores, los grupos organizados del oficialismo no están improvisando. Lejos de ello, están aplicando una vieja lección de la política mexicana: cuando el terreno es incierto, gana quien llega primero.
Si usted quiere saber hacia dónde va esta elección, no hace falta esperar los resultados. Basta con ingresar al sistema CONÓCELES del INE y cruzarlo con las listas que ya circulan por territorio. Ahí encontrará nombres repetidos, perfiles estratégicos y tendencias que, con o sin boleta en mano, están tomando forma en los hechos.
La democracia también se escribe con estructuras. Y en esta elección, parece que ya se están imprimiendo las líneas finales.
Nota final: Las listas que se han filtrado definen la operación de poderosos grupos en Ciudad de México, un pequeño pero eficaz operador de Nezahualcóyotl, las de un dominante grupo texcocano, los nuevos liderazgos sindicales y el del oficialismo en Michoacán. Todos ellos ya hicieron su tarea. A quienes no lo hicieron —y a quienes han decidido abstenerse—, ya no les queda ni tiempo ni margen de maniobra.
@DrThe