Los líderes de Morena, principalmente AMLO y la señora Sheinbaum, consideran que los recursos públicos son ilimitados y que pueden disponer de ellos como si de cosa propia se tratara. Como nunca han trabajado, pues a grillar, desde cualquier punto de vista que se la vea, no es trabajar; los morenos no saben lo difícil que es ganar el dinero. Tampoco saben de ahorrar para el futuro.

Los morenos tiran el dinero y lo hacen al primer pretexto que se les presenta para lucirse. No haré referencia a los muchos megaproyectos fracasado del sexenio pasado. Sólo recordaré la ilegal e inútil consulta ciudadana organizada por AMLO para que la ciudadanía determinara si se enjuiciaba o no a los ex presidentes de la República. Como lo afirmé en su oportunidad: la acción de la justicia, el ejercicio de la acción penal, no puede estar sujeta al resultado de una consulta amañada y tendenciosa, con base en una pregunta que nadie entendió:

“¿Estás de acuerdo o no en que se lleven a cabo las acciones pertinentes, con apego al marco constitucional y legal, para emprender un proceso de esclarecimiento de las decisiones política tomadas en los años pasados por los actores políticos encaminadas a garantizar la justicia y los derechos de las posibles víctimas?”

En 2020, al igual que ahora, la respuesta de la ciudadanía fue despreciar la supuesta consulta; el resultado de ella, aunque, ínfimo, pues apenas tuvo una participación del 17 por ciento, superó la cifra ridícula del 9 por ciento que se alcanzó el primero de junio pasado. Pues el 13 por ciento al que aludió la señora Sheinbaum al comentar el ejercicio electoral, era un aproximado bruto, sin tomar en consideración los votos anulables.

No se necesitaba ser profeta o videntes para prever lo que resultaría de la elección judicial. Todos vaticinábamos que sería otro enjuague de Morena y, por lo mismo, un nuevo fiasco. Nunca me imaginé que éste fuera de la magnitud de lo que se dio el primero de junio. La elección, por el lado que se le vea, fue un fracaso total y notorio.

Un siete o nueve por ciento de la participación efectiva y válida de los electores no puede ser motivo de orgullo para nadie; la escasa participación ciudadana no legitimó el proceso de imponer a los funcionarios judiciales; todo lo contrario: puso en evidencia el fracaso del sistema adoptado.

La presidenta Sheinbaum, con sus cuentas alegres, consideró ejemplar el ejercicio electoral y apropiado el sistema seguido para elegir a los miembros del Poder Judicial. Consideró que la intervención de un 13 por ciento del padrón legitima el proceso.

Ella no toma en consideración que:

Fue una elección a ciegas; nadie sabía a ciencias cierta por quién votar;

Muchos votos están siendo anulados y que, por ellos, la participación ciudadana pudiera bajar al 8 por ciento. Ese porcentaje, en ningún país democrático, se tendría como representativo y válido.

Morena y el gobierno apostaron a tener carro completo en las pasadas elecciones. Si bien los nombres incluidos en los “acordeones” salieron como ganadores, no puede afirmarse, con honestidad, que hayan sido electos por la ciudadanía.

Los nombres de los candidatos a ministros de la Corte, magistrados y jueces ganadores, garantizan una justicia tendenciosa, parcial y favorable al gobierno y a la 4T. Los mexicanos hemos perdido la instancia controladora de la constitucionalidad.

Bien visto el estado de cosas que resultó de la supuesta elección ¿qué objeto tendría que el Pleno de la Corte fuera independiente e imparcial, si Morena con el concurso de los partidos comparsa, puede modificar la Constitución? Qué le preocupan las eventuales declaraciones de inconstitucionalidad que pudiera emitir. Si la Corte declara tal o cual ley contraria a la Constitución, Morena y sus partidos comparsa, modifican la parte de la Constitución que les incomoda. Si el más alto Tribunal declara viciado un acto de la presidenta de la República, si ella se niega a acatar la determinación por considerarla inconstitucional, no pasa absolutamente nada. La presidenta, para lo que le conviene, ha asumida la función controladora de la Constitución.

Qué objeto tiene impugnar la elección por la nula participación ciudadana y las irregularidades que se presentaron, si Morena cuenta con una INE incondicional y, al parecer, a base de amenazas y chantajes, tiene también sometidos a algunos de los magistrados que integran el Tribunal Electoral. Fueron estas instituciones las que, como cómplices de Morena, destruyeron la democracia en México y el sistema Judicial.

Ante un bloque formado por Yasmín Esquivel Mosa, Lenia Batres Guadarrama, María Estela Ríos, ex consejera de AMLO, Loretta Ortiz Ahlf y otros que se les sumen, no habrá forma de declarar contrarias a la Constitución leyes o actos de los gobiernos morenistas, tanto central como de las entidades federativas.

La farsa de elección terminó y, al parecer, en forma definitiva. Todos sabíamos que, fuera el que fuera el resultado de ella, Claudia Sheinbaum, siguiendo a su maestro y guía, saldría con la cantaleta de que el pueblo manda, que la ciudadanía mexicana, de manera libre y responsable, ejerció su derecho a elegir.

Nos hubiéramos ahorrado mucho dinero —más de siete mil millones de pesos— si, como lo hizo AMLO en su momento, en una reunión y a mano alzada, hubiera preguntado a los presentes si estaban o no de acuerdo con que llegaran a ministros, magistrados y jueces los candidatos que aparecían en las listas que se entregó a la entrada. Este procedimiento, y el ejercicio electoral del primero de junio, son lo mismo, con la ventaja de que una consulta a mano alzada no implicaba mayores gastos.

Es una gran pena que nuestro México tenga que prescindir de los servicios de profesionales del derecho altamente calificados, en cuya formación se invirtieron grandes cantidades de recursos públicos y todo ello bajo el pretexto de que existía corrupción en algunos de ellos. Los morenos son parciales, no desaparecen a la actual administración pública federal, a pesar de que existe la sospecha de que no pocos de los que la sirven están inmersos en actos de corrupción.

Alla en mi tierra, en el estado de Guerrero, a quienes intervenía en una farsa, los llamaban farsantes. No sé cómo se les llame en la Ciudad de México. Veo que aquí los usos y costumbres son diferentes. He oído que a los que organizan esa clase de elecciones les llaman demócratas; y a los que resultan electos: ministros del pueblo y hasta patriotas. Tengo que aprender a usar los términos.