En 2017, el Pew Research Center realizó una encuesta en varios países, incluido México, para conocer el grado de satisfacción de los ciudadanos con la democracia. Ese año, el 49% de los entrevistados se mostró satisfecho, en contraste con otro 49% que opinaba lo contrario. Desde entonces, el porcentaje de insatisfechos ha aumentado. Los resultados del estudio de 2025 muestran que quienes se declaran satisfechos han descendido al 35%, mientras que los insatisfechos han crecido hasta el 64%.

En contraparte, Latinobarómetro encontró dos hallazgos significativos. El primero es que “el deterioro democrático visto desde 2010 hasta hoy, 2024, se detiene y se revierte”, con un “aumento de cuatro puntos porcentuales de apoyo a la democracia, llegando al 52%”. El segundo hallazgo concuerda con un punto que también señaló Pew Research: “un récord de expectativas económicas personales positivas”.

De hecho, el Pew Research Center halló que “los países donde una gran proporción de la población afirma que la economía está en buen estado también tienden a tener una gran proporción de personas satisfechas con su democracia”. Latinobarómetro, por su parte, encontró que “en el año 2024 un 52% de los latinoamericanos (sin incluir Nicaragua) apoya la democracia, porcentaje que significa un aumento muy significativo de cuatro puntos porcentuales respecto de 2023”, un dato que debe contrastarse con otro: “El año 2024 destaca como aquel en que se observa mayor optimismo sobre el futuro de la economía personal y familiar, desde que se mide este indicador en la región en 1995”. En este mismo sentido, Pew Research encontró que “India, Indonesia, México, Países Bajos y Suecia son ejemplos de países donde la población está relativamente satisfecha tanto con su democracia como con su economía”.

 

Democracia es resultados

Ante los resultados comentados, se comprende mejor el discurso de la presidenta Claudia Sheinbaum de que “vamos bien” —como solía repetir su antecesor— y la insistencia en mostrar indicadores que respalden sus palabras.

El problema radica en que, mientras la presidenta goza de una buena evaluación y un gran respaldo ciudadano, su gobierno no corre con la misma suerte. Consulta Mitofsky ofrece un claro contraste. En su última encuesta sobre aprobación presidencial, mientras Sheinbaum Pardo cuenta con un 70.1% de aprobación, en materia de seguridad el 40.2% de los entrevistados considera que la situación es peor, frente al 36.4% que opina que mejoró. En economía, el 33% dice que su situación es mejor, pero el 27.2% afirma que es peor. Los servicios de salud son calificados como peores por el 44.4% de los encuestados, contra un 27.4% que los considera mejores. En cuanto a la percepción de corrupción, el 81.5% observa que hay mucha o regular, frente a solo un 6.7% que dice que hay poca o nada.

Al relacionar esta información con la que ofrecen Pew Research y Latinobarómetro, se observa una satisfacción con la democracia que alcanza niveles cercanos al 50%. Sin embargo, esto puede cambiar cuando el ciudadano se encuentre en la casilla de votación, ya que los datos de Mitofsky indican que hay un porcentaje importante de electores que no perciben buenos resultados, especialmente en sus bolsillos.

La otra narrativa

En el contexto del inicio de la discusión pública sobre la futura reforma electoral, hay un dato clave a considerar: la participación electoral. Históricamente, el porcentaje más alto se presentó en los comicios presidenciales de 1994, con un 79%, mientras que el más bajo fue en las elecciones intermedias de 2003, con un 42%. Un detalle interesante es que en la elección presidencial de 2018 la participación fue del 63%, cifra que disminuyó al 61% en la de 2024.

La situación económica, las campañas electorales y la aprobación de los gobernantes son factores que ayudan a entender estos datos. Por ello, se puede anticipar que, en 2027, al ser elecciones intermedias, el porcentaje de participación bajará, como ha sucedido en otras ocasiones. Sin embargo, de continuar el duelo para exhibir al adversario como el más corrupto, podríamos tener un nuevo récord histórico de abstencionismo.

Con Morena bajo el escrutinio por temas como “La Barredora” de Adán Augusto López, el turismo y la ostentación de lujos de varios de sus militantes, y la vinculación que se hace, principalmente desde Estados Unidos, de algunos de sus miembros con el crimen organizado; con el PRI afectado por el posible desafuero de su dirigente nacional, Alejandro “Alito” Moreno; y con el PAN enfrentando asuntos como la casa en Houston del exgobernador de Guanajuato Diego Sinhue Rodríguez, la investigación del FBI que involucra a su excandidato a la gubernatura de Campeche, Mario Ávila, el presunto fraude en Querétaro que afecta a Ricardo Anaya y el tema del Cártel Inmobiliario que involucra a su dirigente nacional, Jorge Romero, es claro que para muchos ciudadanos la mejor decisión ante este panorama será no asistir a las urnas. Los incentivos para votar son pocos para una persona ajena al mundo de la política, especialmente si percibe que su situación económica no mejora y si ve que todos los partidos tienen casos de corrupción. Esto lo podremos apreciar mejor en 2027.