Después de 20 años, en Bolivia “la izquierda hartó al pueblo”. La frase la usó el sevillano Felipe González Márquez en 1996 cuando su partido Socialista Obrero Español (PSOE), perdió la presidencia del gobierno del reino de España frente al Partido Popular (PP) que postuló al madrileño José María Aznar López. En una entrevista que el suscrito le hizo a González Márquez, éste le contestó: “Hartamos a los españoles”. Así acaba de suceder en Bolivia, el domingo anterior, cuando los bolivianos, hartos de la izquierda dirigida por Evo Morales, decidieron sufragar por dos candidatos de la derecha: el senador del Partido Demócrata Cristiano (PDC), Rodrigo Paz Pereira, que por cierto nació en España cuando su padre, el ex presidente boliviano Jaime Paz Zamora estaba en el exilio durante la dictadura militar en 1968, y el ex presidente Jorge Tuto Quiroga Ramírez, de la coalición Alianza Libre. Como ninguno de los dos obtuvo el 50 por ciento de los votos, las elecciones presidenciales se definirán en una segunda vuelta el próximo 19 de octubre. El resultado del balotaje es incierto, pero lo seguro es que el próximo mandatario de Bolivia será de derecha. La izquierda se labró a pulso su derrota.

En Bolivia, como en muchos otros países las encuestas no son de fiar, porque suelen dejar de lado un voto que es clave en la nación andina: el rural. Otro factor a tomar en cuenta es la cantidad de indecisos, que suele llegar al 30 por ciento. En esta ocasión, el factor inflación y el temor a la inseguridad fueron decisivos. La inflación ronda en junio pasado entre el 24.9 por ciento y el 30 por ciento. En el primer semestre del año en curso, según datos del gobierno, la inflación acumulada fue de 15.53 por ciento, porcentaje que duplicó 7.5 por ciento proyectado por el presidente en turno Luis Arce, que antaño iba de la mano con el ahora defenestrado Evo Morales, el ex presidente preferido por el tabasqueño Andrés Manuel López Obrador que en momentos peliagudos le envió un avión de la fuerza aérea mexicana para salvarlo de la cárcel.

Otra razón para que los bolivianos votaran por la derecha en esta ocasión, fue el aumento desmedido de los precios en los productos básicos: la carne de res subió 10.7 por ciento, la de pollo 12.9 por ciento, y la papa (alimento esencial en la dieta boliviana) 20.8 por ciento. Según datos oficiales, la pobreza extrema se sitúa en 11.9 por ciento, aunque, de acuerdo con la Fundación Jubileo, dedicada a la promoción de la transparencia y buena gobernanza, podría rondar en 17.5 por ciento si se considera la inflación acumulada. La propia Fundación Jubileo advierte: “Más Familias son pobres, pero no aparecen en las cifras oficiales. Al aplicar una actualización basada en la inflación acumulada, tanto la pobreza extrema como la pobreza moderada aumentan de forma significativa”.

En síntesis, los bolivianos están cansados y de tal suerte, pedían un cambio, como declaró el ingeniero, Freddy Millán, a la agencia France Press: “Nuestra situación está realmente por los suelos. Nuestra moneda (el boliviano) se ha devaluado, los sueldos no alcanzan, todo está carísimo. Una gran mayoría quiere el cambio porque está cansada de esta política del socialismo”. Es más, infinidad de bolivianos que votaban por la izquierda, ahora decidieron hacerlo por los de la derecha.

El resultado fue que dos personajes de la derecha —de un total de ocho candidatos— resultaron los idóneos para hacerse del poder y sustituir al Movimiento Al Socialismo (MÁS) que a lo largo de veinte años movió los hilos del poder en Bolivia, como hábil titiritero que maneja a su antojo a sus manipulables muñecos.

Casi ocho millones de votantes —en un país de 11.3 millones de habitantes—, fueron convocados para elegir al nuevo presidente, el vicepresidente, diputados y senadores. Acudieron a las urnas hartos de la lucha por el poder dentro de MÁS, y con la preocupación por la carestía de la vida, producto de la mala situación económica, por la falta de combustibles (que se comprueba por las largas filas de vehículos dentro y fuera de las gasolinerías), y, especialmente por el temor de ser víctimas de la violencia, que cada día es peor.

En contra de los pronósticos, y tras semanas de encuestas que daban ventaja a a otros aspirantes, Rodrigo Paz obtuvo más del 32 por ciento de los votos y quedó en primer lugar; y disputará la presidencia en segunda vuelta, con el expresidente de Bolivia, Jorge Tuto Quiroga, que recibió el 27 por ciento de las papeletas. Paz relegó al empresario Samuel Doris Medina, que había liderado las encuestas previas, a un humillante tercer lugar con el 20.2 por ciento. Mientras que Andrónico Rodríguez, representante de la izquierda dividida del MÁS, a duras penas logró un 8 por ciento. A su vez, Eduardo del Castillo, candidato oficialista, respaldado por el presidente Luis Arce, sufrió un duro revés al recibir un pobre 3.2 por ciento. Fin de la historia. Dos terceras partes de los electores votaron por una Opción diferente.

Durante cuatro lustros los políticos bolivianos tradicionales intentaron, sin éxito, echar por tierra la mayoría del MÁS. Ni siquiera un golpe de Estado sacó al Movimiento del poder. Y, ahora, arribó un outsider, una figura emergente que no es considerada —con o sin razón—, como parte de la vieja clase política e hizo la tarea, auspiciado por la combinación de circunstancias.

De tal forma, el gran derrotado de la jornada dominical fue Evo Morales y su partido, el Movimiento Al Socialismo (MÁS), que durante casi dos décadas señaló el rumbo de Bolivia, a la manera de una brújula. Tras la exclusión de Evo Morales, inhabilitado constitucionalmente para competir, la fuerza oficialista no logró proponer candidatos con posibilidades de triunfo y terminó fragmentada. El turbulento líder cocalero, de 65 años de edad, que durante su gestión pudo reducir la pobreza y triplicar el producto interno bruto (PIB) con su programa de nacionalizaciones, peleó con Luis Arce, lo que puso la puntilla al MAS. La soberbia los pierde.

De tal forma, desde el mes de octubre pasado Evo se resguarda en un poblado del centro de Bolivia donde sus leales simpatizantes lo cobijan para evitar que la policía lo detenga. Fuera del partido que él mismo fundó, Morales hizo campaña por el voto nulo, como cualquier político golpeador. El domingo 17, salió de su escondite para depositar su voto, y declaró a la prensa local: “Esta votación va a demostrar que es una elección sin legitimidad”, aseguró que “si no hay fraude”, el voto nulo saldrá “primero”. La amargura envenenó a Evo Morales. Desde el Chapare, donde se esconde, enfrenta una orden de detención, acusado de abuso sexual y cargos de terrorismo. Desde allí llamó a “rayar, tachar o pintar” la papeleta como una “rebelión democrática” contra Luis Arce, su rival, y contra Andrónico Rodríguez al que acusa de traidor. Así terminan muchos ex gobernantes cuando pierden el poder. Amargados.

En fin, la nueva figura boliviana es Rodrigo Paz Pereira, hijo del exilio, nació en España cuando sus padres bebían el amargo vino del destierro. Creció entre los vaivenes de la política nacional de la patria de sus mayores. Con estudios en economía, relaciones internacionales y una maestría en gestión política en Washington, inició su trayectoria política como diputado en 2002, fue alcalde de Tarija, capital del departamento del mismo nombre, al sur de Bolivia, en la frontera con Argentina, se le conoce como la ciudad de las flores y el vino; actualmente es senador en la cámara alta, junto con otros 35 parlamentarios.

Su campaña se estructuró en torno a la Agenda 50/50, un programa que busca redistribuir los recursos nacionales a partes iguales entre el gobierno central y las entidades regionales. La Agenda propone descentralizar un Estado que, según Rodrigo “asfixia” a las regiones al concentrar el 85 por ciento del Presupuesto.

Asimismo, hizo popular la consigna “Capitalismo para todos”, con la que promete créditos accesibles, reducción de aranceles y estímulos a la economía formal. Se aleja, no obstante, de organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), y asegura que Bolivia puede financiar su propia recuperación económica.

Incluye también en su plataforma la lucha contra la corrupción —el grave problema de todos los países iberoamericanos—, y la reforma judicial a la que califica como indispensable para recuperar la confianza institucional. Y en su estrategia de comunicación, Paz busca proyectar una imagen de renovación generacional. “Hay quienes viven de la política y quienes hacemos servicio público”, dijo en uno de sus mítines. Y sus mensajes en las redes sociales refuerza una identidad ligada a Tarija, el futbol y la vida familiar.

Como compañero de fórmula, lleva a Edman Lara, en calidad de vicepresidente, un ex oficial de policía que denunció irregularidades en la corporación antes de ser dado de baja.

Por su parte, Tuto Quiroga, ex presidente de Bolivia entre 2001 y 2002, tras la renuncia de Hugo Banzer, considerado como un referente de la derecha latinoamericana, compitió, por quinta ocasión, con un programa que define como “radical”, al proponer la privatización de empresas estatales, medidas duras contra la crisis y la eliminación de subsidios.

Ingeniero industrial formado en Texas, EUA, con maestría en Administración en la Universidad de Austin, asegura tener la fórmula para “rescatar” a Bolivia de la crisis económica, caracterizada por la inflación de dos dígitos, escasez del billete verde estadounidense y la fractura política del gobernante Movimiento Al Socialismo (MÁS).

El candidato de la Alianza Libre celebró su pase a la segunda vuelta como un “día histórico” para Bolivia; prometió centrar su gobierno en tratar de resolver la crisis económica. “La situación será más difícil en los próximos meses, ese es el principal desafío que enfrentamos”, advirtió. Su propuesta se enfoca en un cambio de modelo, con recortes al gasto público y un reposicionamiento de Bolivia en el mercado internacional, en contraste con las críticas de Rodrigo Paz a la dependencia del FMI.

Quiroga busca capitalizar el descontento contra el MÁS y se presenta como la opción de experiencia frente al “salto al vacío” que, asegura, representa el programa de Rodrigo Paz. De hecho, su principal reto es atraer a los electores descontentos con la política tradicional y con fuerte rechazo a los ajustes económicos.

Respecto a lo que esta elección enseña a México, donde el partido en el poder pretende eternizarse en el poder, emulando al PRI, sería recomendable que los simpatizantes de la 4T no olviden que los electores suelen cambiar sus preferencias cuando los “gobiernos hartan a los pueblos”. Felipe González Márquez lo declaró con toda claridad: “Hartamos a los españoles”. VALE.