Desde hace muchos años el crimen organizado se empoderó, en detrimento de la sociedad en diversos rumbos y tierras de nuestro país, las dentelladas de este poder fáctico han sido evidentes, por ello urge vigorizar al estado de derecho para que no sea uno de simulación.
En la historia reciente tenemos una lista considerable de hechos infaustos que han cobrado vidas y han generado angustia en la población, matanzas, personas desaparecidas y fosas gigantescas. En ocasiones parece normalizarse la violencia, la misma que se convierte en veneno.
Tenemos memoria, aunque, a veces, parece que se extravió. En Morelia este mes de septiembre nos hace recordar uno de los hechos más cruentos que tiene que ver con una de las manifestaciones más agresivas y de mala sombra como lo significa el terrorismo, un atentado contra la población civil que se registró la noche del grito de independencia, esto fue en la fecha del 15 en el centro histórico de la antigua Valladolid. Fue una jornada aciaga teñida por la sangre derramada.
Morelia y sus aportes en el pasado para que floreciera la independencia, en un origen a través de los nicolaitas como Don Miguel Hidalgo y Costilla y quien fuera su discípulo, el Generalísimo José María Morelos y Pavón, ambos con la influencia del periodo de la ilustración, misma que inspiró la revolución francesa y la independencia de Estados Unidos.
El 15 de septiembre suele ser una noche de jolgorio, una fiesta popular en donde mucha gente participa para gritar loas y vítores a quienes participaron en la insurgencia que entregaría como su producto final la independencia y el surgimiento de una nueva nación.
En el año 2008 la noche del 15 de septiembre en Morelia transcurría en medio de actividades cívicas y artísticas tradicionales, el grito, el repique de campanas y vivas a los héroes. Lo sombrío y aciago no demoraría.
Tras la ceremonia protocolaria del grito arribó el caos y los impulsos homicidas, manos asesinas harían detonar dos granadas. Muertos, lesionados aunados al temor e incertidumbre pintaban un cuadro estrujante plagado de interrogantes.
El ambiente festivo se tornó oscuro, la noche fue ultrajada por criminales que atentaban contra la población de modo alevoso, cobarde. No se daba crédito ante la infamia perpetrada desde la oscuridad. La sicosis ganaba terreno, las personas afectadas en la plaza Melchor Ocampo, frente a Palacio de Gobierno fueron canalizadas a diferentes nosocomios, el caos avanzaba.
El 15 de septiembre de 2008 permanecerá en la memoria colectiva de la capital michoacana porque en tan infausta noche se sufrió la dentellada de unas fauces salvajes.
El acto permanece en la impunidad, mucha gente sobrevivió con secuelas permanentes y otras más resienten las pérdidas humanas.
Ya han transcurrido 17 años del hecho trágico, la impunidad se mantiene, las oleadas violentas en nuestro país no han cesado, el crimen hace de las suyas para restar gobernabilidad y generar zozobra.
Hay hechos que no deben borrarse porque hacerlo implica la destrucción de la memoria, se deben mantener los registros porque es conveniente no olvidar el pasado para saber el costo que tiene la construcción de la paz.