“Me imagino que será declarado culpable y espero que reciba la pena de muerte. En Utah, tienen la pena de muerte y tienen un muy buen gobernador. Spencer Cox, lo conozco, está muy decidido a aplicar la pena capital en este caso”; “Por años, el ala radical de izquierda ha comparado a estos estadounidenses maravillosos como Charlie (Kirk) con nazis y con los peores asesinos masivos del planeta. Esta clase de retórica es directamente responsable del terrorismo que vive nuestro país…Estoy realmente preocupado por EUA. Tenemos una hermosa nación, pero también contamos con un grupo de lunáticos de la izquierda radical, absolutamente lunáticos que cometen terrorismo, y vamos a resolver ese problema”: Donald Trump.

 

“La izquierda es el partido del asesinato”: Elon Musk.

“Las manos de la izquierda radical están llenas de sangre”: Katia Miller (esposa de Stephen Miler, el segundo jefe de la Oficina de la Casa Blanca y uno de los principales ideólogos del gobierno Trump).

Matt Forney, supremacista blanco, fundador de la editorial Terror House Press, comparó el asesinato de Kirk al incendio del Reichstag en 1933, la sede del Bunestag (parlamento alemán) que Hitler y sus seguidores aprovecharon para hacerse del poder e implantar la dictadura en Alemania, y con motivo del asesinato del activista declaró: “Es tiempo para una represión total de La izquierda, todo político demócrata debería ser arrestado y su partido prohibido”.

En suma, Donald Trump ha usado el término de “izquierda radical” contra casi todos sus opositores. Desde el ex presidente Joe Biden a manifestantes en las calles. Aprovechando el asesinato de Kirk, su antiguo estratega político y figura clave en el movimiento de derecha, Steve Bannon, declaró que “Charlie Kirk es una baja de guerra. Estamos en guerra en este país”.

El magnate señaló que Kirk había viajado “alegremente por el país dialogando con todos”, promoviendo la libertad y la justicia. Construyó un movimiento de jóvenes conservadores por todo el país; fue clave en la elección del republicano (y en su retorno), y se convirtió en el ariete decisivo para derrotar a Kamala Harris.

Los hechos demuestran que Kirk era un fomentador explícito de odio racista y xenófobo. Parte de su discurso tocaba puntos particularmente inaceptables, como afirmar que “los nazis no fueron objetivamente malvados”, o declarar que el reverendo Martín Luther King Jr. “era horrible”. Además, no tuvo empacho en asegurar que Claudia Sheinbaum representaba “una amenaza mayor para EUA que Vladimir Putin”, acusándola de ser la “autora intelectual” de movilizaciones de mexicanos en la Unión Americana, insinuando que promovía levantamientos internos. Sin olvidar que “denunció” la abundancia de banderas mexicanas en Los Ángeles, sugiriendo que si los manifestantes estaban tan orgullosos de México deberían “regresar a su país. Es más, propuso posibles operaciones militares conta cárteles en territorio mexicano.

A grosso modo, lo anterior es parte del panorama que se ha desarrollado en EUA con motivo del asesinato del propagandista de Donald Trump —uno de sus preferidos—, Charlie Kirk. Aceptado por muchos, o por lo menos millones de jóvenes le seguían los pasos. Aunque en el extranjero no era tan conocido, sin duda si lo fue en los campus de su país.

Acorde a los tiempos, los medios publicaron, en cuestión de horas, toda suerte de colaboraciones para exponer la carrera del personaje asesinado. Kirk frisaba poco más de 31 años. Pese a su activismo político no ocupó un cargo público, ni por designación  ni por elección en las urnas. No obstante, supo captar y mantener el diálogo con la juventud conservadora y la que no lo era, entre millones de jóvenes por medio de su organización Turning Point USA (TPUSA) -que fundó hace una década en compañía de Bill Montgomery, con el propósito de promover los principios de libertad, libre mercado y gobierno limitado—, que disputaba la hegemonía cultural de los centros universitarios estadounidenses.

Su asesinato tiene lugar cuando estaba en la cúspide de su existencia —además de contar con esposa y dos hijos—, y de su influencia: tanto en la escenografía como en lo histriónico, a base de tournées universitarias, y los magnavoces abiertos para el debate y la confrontación. Como dice Susana Moscatel en su colaboración periodística Estado Fallido, titulado Charlie Kirk y las trágicas guerras culturales: “…la gran ironía es que Kirk, por más que nos desagraden sus discursos y posturas de extremo conservadurismo, por lo menos seguía usando la retórica y el debate para defender sus puntos de vista.  Usaba palabras. Muchas que apoyaban cosas que muchos consideramos indefendibles, pero diálogo al fin. Por eso fue tan efectivo en temas incluso, como la reelección de Trump”. Y agrega: “La violencia política no es asunto nuevo, pero sin la menor duda es algo que ya se salió de control en el mundo entero. En el caso de EUA, queda claro que ahí ya no existe eso de izquierda y derecha en los extremos: solo locos radicales dispuestos a “ganar argumentos” con plomo”. Y en México para allá vamos.

Termina Moscatel: “No se trata de crear un mártir para su gente, pero sí de reconocer la humanidad en los de enfrente. Sobre todo, cuando no estamos de acuerdo con ellos. Eso, y el diálogo —que al fin de cuentas muy a su manera era la herramienta de Kirk— es lo único que nos puede salvar de nosotros mismos en estos tempos de violentas guerras culturales”.

Su particular forma de ser —sin olvidar el oportunismo de acercase a Trump y a su movimiento—, explica que excediera el ámbito de los jóvenes derechistas. El campus era lo suyo, todos eran un plató televisivo, sus “debates” —hay que llamarlos de alguna manera—, con los micrófonos encendidos era un evento viral. Por eso en las redes sociales sus seguidores sumaban millones.

Coincidía con Trump en su particular manera de entender el fenómeno religioso Como una derivación del nacionalismo con raíz espiritual. Podría decirse que el joven era un fanático, un moderno cruzado del movimiento Make America Great Again (MAGA). A punto con el magnate: “Fronteras duras; rechazo frontal a la ideología “woke” —término que se convirtió en sinónimo de políticas de izquierda o liberales que abogan por causas como la equidad racial y social, el feminismo, el movimiento LGBT, el uso de pronombres de género neutral, el multiculturalismo, el uso de vacunas, el civismo ecológico y el derecho a abortar. BGS)—; postulaba por Igual la homofobia, el supremcismo blanco, el racismo, el desprecio por los emigrantes o por todos aquellos que abrazan el Islam como un credo; llegó a justificar la esclavitud al insinuar que la sociedad estadounidense vivía más tranquila y ordenada en esos tiempos; y triste, paradójicamente, defendió a rabiar la Segunda Enmienda constitucional de los EUA, que permite la libre posesión de armamento a sus habitantes”.

Estaba convencido de que el adversario a vencer era un enemigo mayor: el régimen cultural enquistado en la historia de la Unión Americana, que tendría que desaparecer para dar paso a una nueva era, promovida por Trump. Lo mismo de los Enemigos extranjeros: China, Irán, y la casi totalidad de los países árabes representantes” del terrorismo trasnacional, dentro del cual revolvía a los países productores de droga, como México, a cuya presidenta “alaba” pero a cuyo pueblo denigra. En suma, Kirk recicló y revivió todos los fantasmas de la “Guerra Fría”.

Originario de Chicago, ciudad “santuario” que Trump quiere cobijar en su manto policiaco ante el embate criminal que supone imposible de combatir por parte del gobierno demócrata local, el joven activista abandonó los estudios en un Community College —escuela pública de menor nivel académico que una universidad— para realizar el proyecto que le daría fama Turning Point USA: TUPSA. Con el tiempo, le agregó dos ramas: Turning Point Action y Turning Point Faith. El primero de carácter electoral y el segundo una plataforma para movilizar iglesias y pastores en temas públicos. Y, su plataforma mediática permanente: The Charlie Kirk Show, la suma de púlpito, call center (una de las formas más tradicionales de marketng responsable de recibir y realizar llamadas—, e incubadora de cuadros. Algunos consideran que The Charlie Kirk Show no “fue sólo una cantera juvenil super ideologizada, sino una auténtica fábrica de odios”. A tal grado, que este activismo desbocado en los centros universitarios estadounidenses fue denunciado por varias organizaciones defensoras de la libertad de cátedra.

El ejemplo de la carrera televisiva de Donald Trump en Kirk fue definitivo. Quizás lo superó, los panegiristas del trumpismo lo consideraron un genio de la propaganda que convirtió la política en un híbrido: mezcla de talk show, militancia y catecismo. Resultado: maniobra fascista que caló hondo en muchas conciencias juveniles y en otros cerebros sin defensa ante el impacto de la propaganda populista. Sin duda cayó en los excesos propios de un Trump mentiroso, amoral, y promotor de una antipolítica democrática, como la campaña de hechos falsos como la del “fraude electoral en 2020 y su papel, directo o indirecto, en el asalto al Capitolio en enero de 2021. Su participación en esos denigrantes episodios de la historia de EUA lo dejó marcado para siempre. Pero, por razones que algún día saldrán a la luz, salió prácticamente indemne y fue exculpado por el Comité Ad hoc de la Cámara de Representantes.

Su legado durará todo el periodo de Trump. Por lo pronto se le rindieron homenajes nacionales por órdenes del magnate, incluyendo la entrega póstuma de la Medalla de la Libertad que otorga la Casa Blanca, con la Bandera ondeando a media asta.

La vida de Charlie Kirk fue interrumpida en Orem, una pequeña ciudad del estado de Utah, el miércoles 10 de septiembre por una bala que fue disparada con un rifle Mauser calibre 30, modelo antiguo de importación, accionado por un joven blanco estadounidense de 22 años de edad, identificado como Tyler Robinson, detenido por la policía del estado de Utah. La bala dio en el cuello, cuando el activista hablaba en el auditorio de la Utah Valley University, repleto con tres mil estudiantes que estupefactos vieron como el orador se llevo la mano a la herida que lo cubría de sangre. El evento donde sucedió el atentado daba inicio a una serie de apariciones en escuelas desde Colorado hasta Virginia, denominada The American Comeback Tour (“La gira del regreso estadunidense”).

El acusado de asesinar al activista conservador Charlie Kirk fue detenido la noche del jueves 11en St. George, unos 400 kilómetros al sur del lugar del atentado en Orem. Y una semana después del homicidio, Tyler James Robinson, escuchó la acusación en su contra que le fue leída en su primera audiencia ante una corte distrital del Estado de Utah. El fiscal del Distrito, Jeffe Gray informó que su equipo investigador solicitará la pena de muerte contra el acusado. Además, se le imputaron cargos por impagos con agravantes, con una pena máxima de cadena perpetua y por obstrucción a la justicia con hasta 15 años de prisión. De acuerdo con la fiscalía, Robinson disparó el rifle —como un francotirador de película de acción-, desde la azotea de un edificio del campus, más o menos a 180 metros die distancia, impactando en el cuello de Kirk. Donald Trump, en su atentado corrió con suerte, el francotirador solo le dio en la oreja.

En su corta presentación en la corte distrital, Robinson fue interrogado sobre las razones de por qué había cometido el atentado. Simplemente contestó: “me he hartado de su odio. Hay odios que no se pueden negociar”. Uno de los presentes en la vista judicial musitó: “El que siembra vientos, cosecha tempestades”. VALE.