Por Bernardo González Solano
En pleno desarrollo del mundo de la Internet y las maravillosas máquinas que diariamente sorprenden a buena parte de la población del planeta, el cáncer (de páncreas, por ejemplo) todavía parece ganarle la partida a la medicina, al genio informático y a la riqueza.
A veces se olvida que la enfermedad es parte de la condición humana, sin importar qué tan sorprendente sea el genio de alguien como el estadounidense Steve Jobs, de 56 años de edad, uno de los dos creadores en 1976 —con Steve Wozniak de la compañía tecnológica Apple—que ha cambiado la vida a millones de seres humanos; muy enfermo, anunció el miércoles 24 de agosto pasado su renuncia al puesto de consejero delegado de Apple, hoy por hoy, la segunda empresa más valiosa del mundo, sólo después de Exxon Mobil Corporation.
El día que Jobs envió su carta de renuncia al consejo de la empresa, Apple capitalizaba en la Bolsa de Nueva York 348 mil 700 millones de dólares y Exxon Mobil 357 mil 600 millones, apenas una diferencia de 8 mil 900 millones de dólares. Situación que la marca de la manzana mordida la debe a un visionario, carismático y paranoico, niño adoptado que no terminó sus estudios universitarios.
Eco planetario de su renuncia
Gravemente enfermo, quizás más de lo que él mismo dijo, este personaje que gusta de vestir de negro como si fuera personaje de la farándula o cantante de moda, tuvo que renunciar a su cargo. ¿Y luego?
Es extraño que la salida de un directivo empresarial (por más renombrado que sea) suscite tanto revuelo. Los pantalones están llenos de “personas irremplazables”, en general los sucesores ocupan sus lugares y la vida continúa. Nada sucede.
Pero, para el caso, no todos se llaman Steve Jobs. El carismático ex presidente ejecutivo de Apple ocupa un status definitivamente aparte en el mundo de los negocios, que testimonia el eco planetario de su renuncia, al grado que el periódico neoyorkino The Wall Street Journal —líder de la prensa mundial de negocios—publicó, el viernes 26 de agosto, un editorial en el que resalta la importancia de esa decisión:
“Cuando se escriba la historia de los últimos 40 años, ¿quién pasará como la figura más trascendental, un presidente como Bush o Clinton o un universitario que dejó la carrera, construyó el primer ordenador personal en un garaje y llegó a liderar la empresa más importante de comienzos de este siglo?”.
“Apostamos —responde el mismo rotativo—por Steve Jobs, que el miércoles dimitió como primer ejecutivo de Apple por razones de salud. Aunque su vida laboral haya finalizado, seguirá siendo un de los más connotados emprendedores de nuestro tiempo. Ha generado bienestar a millones de personas creando productos que ellas no sabían que necesitaban hasta que Apple los fabricó. Y aquí reside una lección de mayor alcance sobre el crecimiento económico y sus causas”.
Al principio se encuentra la increíble sucess story de la que tanto se vanaglorian los estadounidenses, el trayecto totalmente fuera de serie de este huérfano (adoptado) que creció en un medio modesto, pero que se convirtió en multimillonario a los 23 años de edad.
A continuación se desarrolla este personaje convertido en mito, sabiamente conducido, año tras año, con tanto cuidado como los productos de Apple. Patrón, ciertamente, pero también medio gurú, medio estrella de rock, cuyas apariciones, preparadas hasta el último detalle, constituyen un acontecimiento mundial, esperado y presenciado directamente por millones de fanáticos.
Exitos y fracasos
A lo largo de tres décadas y casi un lustro, como creador de máquinas, programas o impulsores de películas —incluso puede decirse que derrotó a los clásicos estudios Disney a los que a final de cuentas vendió los estudios que él mismo creó— Steve Jobs demostró que la tecnología no sólo puede ser útil y necesaria, sino también bella y fácil de utilizar.
Pueden citarse varios de sus principales éxitos y también sus fracasos: Apple II, desarrollado junto a Steve Wozniak en 1977. Fue el prototipo de ordenador personal, con un procesador de 1MHz (el MacPro de hoy 3,2 GHz). Lisa, en 1983, el primer ordenador personal con interfaz gráfica. Completo fracaso. ¿La razón? Su elevadísimo precio: 9 mil 995 dólares. Demasiado caro.
Mac, a partir de 1984, todos los ordenadores de Apple se llaman Macintosh. Precio económico; la gama de Mac va desde el Mini al Pro. Pixar; en 1985, cuando lo despidieron de Apple, Steve fundó NeXT Computer y compró Pixar. La primera no tuvo éxito, pero Pixar, pequeña compañía de dibujos animados en 3D, revolucionó el cine animado. Toy Story se convirtió en el primer filme creado totalmente en ordenador y fue un superéxito de taquilla. Esta película terminó con el modelo escénico de Walt Disney y captó la preferencia tanto de niños como de adultos.
También produjo Bichos, Up, Ratatouille y Buscando a Nemo. Después de volver a Apple la vendió a Disney. iMac fue lo que primero produjo al regresar a Apple: un monitor con un ordenador a cuestas. Finalizó con la era del disquete y representó la bendición de la red en 1998.
Por cierto, a partir de ese momento los nombres de varios de sus aparatos van precedidos de la i de Internet. iPod presentado sin mayor ínfulas en 2001, el reproductor de música significa el antes y el después en la trayectoria de Apple, que de fabricante de ordenadores para minorías (no superaba el 3% de cuota del mercado) se convirtió en vendedor de productos de masas. iPod fue al MP3 lo que el walkman de Sony al casete. En 2010 se vendieron 50 millones de iPods en el mundo. iTunes y App Store son las tiendas en Internet de Apple. La primera vende música, películas y libros, la segunda, aplicaciones.
Con la combinación tienda-aparato (iTunes-iPod), Steve Jobs demostró que las descargas de canciones no eran sinónimo de piratería, además de facilitar el vaciado de la discoteca del ordenador al aparato celular.
iPhone, al presentarlo, en 2007, Jobs anunció sin ambages que había reinventado el teléfono celular. Ni él ni Apple habían hecho un celular propio —un intento anterior, con Motorola, fue un completo fracaso—; con el iPhone, navegar por la Internet dejó de ser un suplicio, con la ventaja de que concentra muchas de las innovaciones de las últimas décadas.
Tan simple como esto: el innovador iPhone convirtió al líder mundial, Nokia, en un dinosaurio. iPad, el éxito más reciente de Jobs, dicen los expertos, está enterrando a todo un sector, el de los ordenadores. Esa fue una profecía de Steve Jobs.
El año pasado, al introducir el primer modelo de iPad, Steve Jobs afirmó que la tableta era un aparato que acabaría con los miniportátiles; en marzo último, al presentar el iPad2, fue apocalíptico: dijo que se iniciaba la era postPC.
Inmediatamente, el primer fabricante mundial de computadoras, Hewlett Packard, anunció que cerraría su división de computadoras personales.
Después de todo esto, su lucha encarnizada contra el cáncer. En 2004 se somete a una primera cirugía por cáncer de páncreas. En 2009 se toma una nueva licencia médica y en junio del mismo año regresó al trabajo. En plena gloria y en cúspide de su éxito, se gana el respeto y termina por construir su llamativa leyenda. Sin embargo, afirman sus panegíricos, Steve Jobs está más allá de todo esto.
Incesantes innovaciones
Antes que nada es un emprendedor de genio que, después de treinta años, revoluciona el universo de la tecnología para toda la gente. La música con los iPod, la informática con los ordenadores iMac, después con las tabletas iPad, el celular con los iPhone, la telecarga de música y películas con los iTunes.
Con sus incesantes innovaciones, como la pantalla táctil, Apple cambia completamente el universo numérico. La empresa estadounidense crea nuevos mercados, desequilibra el orden establecido, pone patas arriba las jerarquías establecidas. No hay que olvidar, por cierto, que de las diez primeras empresas tecnológicas del mundo, ocho son de la Unión Americana: Apple, Microsoft, IBM, Google, Oracle, Intel, Cisco y Qualcomm, y solamente dos extranjeras, Samsung, de Corea del Sur, y SAP, de Alemania.
Sólo como recordatorio para quienes afirman que el Tío Sam ya no es la primera potencia mundial, China sólo cuenta con una compañía, Baidu, que está en el lugar 14 de las principales del mundo.
Los aparatos de Apple son promovidos por una política de marketing (mercadotecnia) sin paralelo, han invadido los hogares del mundo y modificado profundamente las relaciones de los consumidores con los aparatos de high-tech (alta tecnología), convertidos en bienes de consumo corriente, como vestidos a la moda.
Con grado de sofisticación suprema, Apple creó con todas sus piezas un verdadero ecosistema, en el que comunica, juega o compra. Todo este edifico, cuya hegemonía se convierte en algunas partes de algo horroso, es obra de Steve Jobs. Desde hace algún tiempo, él mismo se empecinó en enraizar una cultura empresarial, en ordenar una organización sólida y a colocar, en puestos claves, hombres de confianza. Su última consagración sería lograr que el éxito de Apple sobreviva.
Tim Cook, el sucesor
La pregunta que muchos se hacen, y no sólo Wall Street, es cuál será la suerte de Apple cuando el maestro se retire. El propio Jobs recomendó a su sucesor: Tim Cook, de 50 años de edad, que ocupaba oficialmente el puesto de director de operaciones globales de la corporación.
El nuevo consejero delegado de la “manzana” (mordida) llegó a Cupertino, California (sede de la empresa), hace 13 años, aunque tiene una experiencia de más de tres décadas en el negocio. Tras la recomendación de Jobs, el Consejo de Administración de la firma tecnológica le dio la bendición a Tim Cook como nuevo consejero delegado.
Aunque difícil, el trabajo de Tim Cook no será imposible. De antemano se sabe que las sucesiones en corporaciones marcadas por el fundador (o los fundadores) son muy problemáticas, como aconteció en Honda, Ford, Walmart o Microsoft. Por lo mismo, la nueva era que se inicia en Cupertino puede no estar libre de sobresaltos.
En tanto, Steve Jobs ya pasó a la historia.