No se puede hablar de soberanía verdadera si el Estado no controla la totalidad del territorio nacional y ejerce el monopolio legítimo de la violencia para brindar seguridad a la totalidad de las personas, en sus vidas y sus bienes legalmente adquiridos, con el propósito de que tengan una mejor calidad de vida.
En este mes patrio, como hemos acostumbrado llamarlo, es pertinente subrayar estos preceptos para no olvidar que las amenazas principales a nuestra soberanía nacional vienen desde dentro, están en nuestro país. Y, peor aún, han sido propiciadas y alimentadas por altos funcionarios políticos y mandos militares del actual gobierno. Más todavía, han sido denunciados y revelados por gobernantes de Morena y puestos a la vista con las acciones del gabinete de seguridad de Claudia Sheinbaum.
Paradójicamente, los ominosos escándalos de corrupción relacionados con el tráfico de combustibles y el denominado “huachicol fiscal”, así como el señalamiento sobre los laboratorios clandestinos para la fabricación de fentanilo y otras drogas, junto con la identificación de los integrantes de los grupos criminales y sus nexos con funcionarios gubernamentales, policías, militares y políticos de Morena del más alto nivel, que constituyen una perversa telaraña, fue puesta sobre la mesa del gobierno mexicano por parte de las autoridades de Estados Unidos y es la base de las presiones y amenazas del gobierno de Trump para que se actúe contra esa coalición criminal de políticos y grupos delictivos, quienes, juntos, se sienten dueños del país y tienen el descaro de querer darnos lecciones de honestidad y de “defensa de la patria”.
Lo que se ha revelado en las últimas semanas es que la corrupción enraizó y se fortaleció tanto en el sexenio de AMLO, que se convirtió en un cáncer con riesgo de alcanzar dimensiones de metástasis y que requiere de una cirugía profunda. Eso exige del gobierno de Claudia Sheinbaum que se restaure el imperio de la ley y se actúe sin contemplaciones, caiga quien caiga. Porque la descarada actuación de Andrés Manuel siendo presidente de México (recuérdese, tan solo, la foto con la mamá del “Chapo” Guzmán en la tan visitada por el propio mandatario Sierra de Badiraguato, Sinaloa), bien puede calificarse como TRAICIÓN A LA PATRIA, ya que entregó grandes porciones del territorio nacional a los grupos delictivos.
Por eso subrayo que, sin desconocer que los Estados Unidos actúan por sus propios intereses políticos y económicos, lo que ha facilitado esa vulnerabilidad de México ante esas presiones ha sido precisamente la actuación del Santa Anna de Morena, López Obrador.
Y es que no es sólo la evidente corrupción de estos falsos redentores lo que daña el tejido nacional, sino la falta de seguridad que dificulta el desarrollo pleno, con libertades plenas, de nuestra sociedad. Sin seguridad no puede haber una mejor calidad de vida.
El innegable hecho de que haya municipios, regiones y estados controlados plenamente por el crimen organizado no permite el funcionamiento armonioso de la sociedad en la economía, la educación y actividades diversas de las familias para vivir en paz. Como bien diría el periodista y analista de Excélsior, Pascal Beltrán del Río: “¿y para cuándo el grito contra el crimen y la corrupción?”
Por último, un tema fundamental que ha quedado de lado en medio de la vorágine de noticias que nos han inundado en estos últimos días es el de la educación, rubro que es víctima de la falta de suficientes presupuestos oficiales en los últimos 7 años, lo cual ha provocado alarmantes caídas en la matrícula escolar. Además, se han abandonado los preceptos constitucionales fundamentales en la materia. Menciono sólo dos de ellos: 1) dice la Constitución en su artículo 3° que “el Estado garantizará la calidad en la educación obligatoria de manera que los materiales y métodos educativos, la organización escolar, la infraestructura y la idoneidad de los docentes y los directivos garanticen el máximo logro de aprendizaje”. Pero en sentido contrario van los contenidos de los programas de la llamada Nueva Escuela Mexicana, a cargo de Marx Arriaga, condenando en su discurso expresamente a “los conservadores y a la derecha”, a “los que se les ha derrotado”. Eso es esencialmente ideología y no una educación basada “en los resultados del progreso científico”, contrario a lo que dice el artículo 3°.
Y 2) tampoco asume el criterio “democrático, considerando a la democracia no solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo”.
Todo ello está abandonado. La democracia está en ruta de ser sustituida por el autoritarismo. Y eso no nos hará más soberanos como país, sino más vulnerables.
Insisto: ¡no perdamos la fe!