DOS OBRAS MAESTRAS DEL CINE: EL ACORAZADO POTEMKIN Y LA QUIMERA DEL ORO

“(¿1925?) EL CINE SONORO abre sus puertas al teatro que ocupa la plaza y la rodea de alambradas”.

(Robert Bresson: Notas sobre el cinematógrafo).

Antes, démosle los adioses, como se merece, a Claudia Cardinale (15 de abril de 1938, la Goleta, Túnez-23 de septiembre de 2025, Nemours, Francia), bella diva del cine mundial.

Hace 100 años se realizaron dos obras maestras (¿habrá otras?): El Acorazado Potemkin (Bronerozets Potiemkin, Unión Soviética, 1925) de Serguei M. Eisenstein, tragedia colectiva vuelta revolución, y La Quimera del Oro (The Gold Rush, Estados Unidos, 1925) de Charles S. Chaplin, tragedia individual vuelta felicidad.

El No. 1 (cine y actualidad) de la Revista cine MONTAJE  (mayo-junio de 1966), en la que mi amigo Alberto Bojórquez Patrón (integrante de la redacción) escribió el artículo A PROPÓSITO DE WALSH, se publicó la lista de las 10 mejores películas de la historia del cine. Previa aclaración (… se trata de reunir el material más selecto, artísticamente hablando y a jucio del jurado en Cannes en 1957, integrado entre otros por Sadoul, Bardem, Wyler, Bresson, etc. …), se incluyó El Acorazado y La Quimera en el primero y segundo lugar, respectivamente.

Sí, El Acorazado Potemkin, la mejor película del mundo. En la publIcidad de SOVEXPORTFILM, se lee: “… Desde los primeros cuadros, cuando las olas se estrellan contra las rocas, la imagen del mar parece llenar la sala con la impresión de una potente e invencible fuerza elemental…” Charles Chaplin que, en ese mismo año, realizó La Quimera, otra obra maestra, fue el primero en caracterizarlo como “el mejor film de todo los tiempos“.

Jean Mitry escribió sobre La Quimera: “La primera obra completa de Chaplin. La tragedia de Vida de perro, la epopeya cómica de Armas al hombro, la poesía de Al sol, se encuentran felizmente conjugadas en este film. Pero, esta película difiere de las otras, en el sentido de que las perspectivas tragicómicas determinan al individuo, más que dependen de él. El drama de la soledad es menos el del hombre perdido entre los hombres, que el del hombre extraviado en el frío, la nieve y el viento. Es cierto que su soledad moral se manifiesta en todo; él es siempre el réprobo, pero su tragedia es el resultado de una especie de fatalidad exterior, más que un destino social. Mientras que en sus otros films, no son ni la sociedad ni el azar quienes escogen ciegamente a Charlot como víctima, sino que es él quien por su rechazo a la sumisión se predispone a serlo, aquí es ajeno a las causas profundas de su drama y aún está más solitario por estar separado de todo. En su aspecto más general, La Quimera del Oro es menos la tragedia de un hombre, que de la desesperación y la inutilidad de los esfuerzos humanos, que se hunden en lo absurdo”.

Los historiadores del cine y la critica mundial coinciden. En El Acorazado Potemkin, “S. M. E.  no escatima en efectos sorpresa (recusando el cine-ojo de su compatriota Dziga Vertov, él pregona un cine-puño): toda la secuencia sin fundamento histórico de las escaleras de Odessa es en un principio un prodigioso ejercicio de estilo, una coreografía hecha a partir de estallidos, de rupturas y de motivos visuales, con el colofón del grito de la madre que ‘desgarra’ la pantalla. La genial intuición de S. M. E. consitió en haber dado el protagonismo de un film no a un héroe, digamos socialista, sino a una multitud anónima. De ahí la poesía de masas violenta y espontánea que hace olvidar el aspecto algo mecánico de su teorías estéticas.” En La Quimera del Oro Chaplin “tuvo que retroceder en el tiempo y compartir la dura vida de los pioneros de Klondyke. De aquello que un crítico italiano llama el capítulo romántico, la etapa bohemia de la epopeya capitalista, la fiebre del oro, él propone una alegoría definitiva en la que lo cómico oculta con dificultad el amargo combate cotidiano contra el hambre, el frío y la soledad”.

Recientemente, volví a preguntar: ¿Cuál es la película más conmovedora de todos los tiempos? Para mi es El Acorazado Potemkin (Unión Soviética, 1925) de Serguei M. Eisenstein, sobre todo la secuencia final (“UNÍOS”), con música de Dimitri Shostakovich. Comparte los honores con La Quimera del Oro (The Gold Rush, Estados Unidos, 1925) de Charles Chaplin, también conmoverdora, con música del propio Chaplin.