Ricardo Muñoz Munguía
(Primera de dos partes)
Los cuentos que desde el título El menor espectáculo del mundo —nos hace voltear a la película El mayor espectáculo del mundo, de Cecil B. DeMille, pero finalmente nada que ver con el circo—, y su portada, nos proponen escenarios circenses pero el único circo que aparece es el de la realidad, en la que cada personaje cobrará al fin un papel estelar.
Félix J. Palma (Sanlúcar de Barrameda, 1968) ha sido galardonado en más de un centenar de ocasiones gracias a su labor de cuentista. Y con toda seguridad bien merecido. De ello nos convencemos al entrar en las páginas de El menor espectáculo del mundo. Sus relatos nos trasladan a las situaciones que se van trazando y, al llegar a ellas, nos fascinan no sólo porque nada está avisado sino porque de algún modo nos va involucrando. Sus relatos atrapan, y veamos porqué: “El País de las Muñecas” enternece en gran medida pues explota a fondo el enorme asombro de una niña que pierde su muñeca y su padre reconoce que conseguirá mejor posición ante su esposa e hija si encuentra la muñeca, pero en el camino se encuentra un conocido que le ha de narrar lo que Franz Kafka hiciera con otra niña en el mismo caso, pero desconocida: le enviaba cartas de su muñeca que el propio Kafka escribía. El papá se animará a hacer lo que no imaginaba: una serie de cartas para que la hija mantenga viva la relación con su muñeca, hasta que los papeles se cambien. “Margabarismos” expone a un hombre que se volverá asiduo cliente de un bar de mala facha porque en ese sitio ha encontrado ver el futuro, gracias a un tío fallecido, un fantasma que deja los avisos en una pared del baño de qué sucederá; su sobrino entablará un diálogo con él que lo llevará hasta el suicidio pero el tío juguetón le tiene preparado nuevos cambios. “Una palabra tuya” nos involucra por la desesperación que un hombre nos provoca al quedarse atrapado en el “trastero” (zotehuela) de su departamento y al no encontrar salida, y acercarse la hora para recoger a su hija en el colegio, decide pedir auxilio a gritos pero la voz de una mujer atenta no logra solucionar lo de su escape pero sí para ir por la hija, aunque más tarde el hombre descubra que la mujer —la única que lo escucha— no lo ayudará porque ella cree haber recuperado a su hija, fallecida tiempo atrás.
De los demás cuentos me ocuparé en la siguiente entrega.