“Si del cielo te caen limones, aprende a hacer limonadas”, dicen el proverbio y tal parece que la nueva primera ministra de Japón —recién confirmada por la Dieta en el cargo el 21 de octubre—, Sanae Takaichi, no solo se aplicó a ello, sino que demostró a su país el por qué su mentor, el asesinado Shinzo Abe, la promovió a distintos cargos para que un día fuera su sustituta al frente del vitriólico mundo político japonés del que tan poco se sabe al otro lado del Pacífico.
Abe fue, durante la primera gestión de Donald Trump de los pocos mandatarios en el mundo que no riñó con el magnate, merced a su afición al golf, el deporte favorito del residente de la Casa Blanca y a su habilidad para descifrar el trato que gustaba a un personaje tan excéntrico como Trump. Sanae no juega al golf, ni comparte su afición por las hamburguesas, ni por la Coca Cola, pero si sabe del enorme ego que domina al hombre de las largas corbatas y de las cachuchas beisboleras.
En su primer encuentro en Tokio, el martes 28 de octubre, en su debut internacional como primera ministra y primera japonesa en el cargo, si no lo “ponchó” en primera, si lo paró en seco. Takaichi ganó el primer juego. Para los tiempos que corren, que muchos dicen que son “tiempos de mujeres”, no es mal score, en tiempos de la Serie Mundial de Béisbol en la que jugadores japoneses hacen historia. Takaichi “cachó” en primera a Donald Trump, dicen los auténticos beisboleros.
Agrade o no, por infinidad de razones, la presencia de Donad Trump incide en la vida del planeta. La verdad, creo que con gratitud los medios dejarían de hablar del magnate pero, entretanto, es personaje imprescindible para la vida que va corriendo. Y la política japonesa, con el tacto femenino de las mujeres de la Tierra del Sol Naciente—, le ofreció en su encuentro en el Palacio Akasaka, el reconstruido palacio donde se reciben las visitas selectas del gobierno japonés, como le gusta a Trump, que el año próximo lo propondría como candidato al Premio Nobel de la Paz, a lo que el susodicho agradeció con su mueca característica que no se sabe si es de alegría o de dolor.
Además, le obsequió, como si fuera el grial supremo un palo de golf, el putter de Shinzo Abe. Casi llora el hombre de la Casa Blanca. Las crónicas cuentan que el encuentro fue una cita en la que el ceremonial nipón se entrelazó con el teatro más profundo entre Tokio y Washington desde hace muchos años.
Con el viento totalmente a su favor, la primera ministra Takaichi logró que la reunión fuera algo más que un simple visita de Estado del presidente del país que venció a Japón en la Segunda Guerra Mundial, después del lanzamiento de dos bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki. La relación que desde 1945 se impuso entre los dos países ahora es una alianza que todavía configura el equilibrio entre Occidente y Oriente, diseñada para la contención de China y gestionar la volatilidad del régimen de Corea del Norte, con los riesgos que presupone una política corresponsable de disuasión estratégica, sobre todo con un personaje tan impredecible como Donald Trump, que en el día teje lo que por la noche deshace.
Los antiguos aliados de EUA en el Viejo Continente lo saben, como también lo atestigua Canadá, el otro vecino geográfico de la Unión Americana junto con México, que todos los días tienen que sortear las borrascosas aguas que salen de Washington.
En momentos tan delicados como los presentes, en los que se monta una “paz” en el Oriente Medio en donde todos los días continúan los muertos por los ataques israelíes, y donde Hamás juega al gato y al ratón con EUA e Israel que tratan que la organización terrorista islámica se desarme, la anfitriona japonesa puso en práctica una diplomacia audaz mediante la cual su país está dispuesto a recuperar la influencia global tras más de ocho décadas de introspección económica y de turbulencia política que ha culminado con el asesinato de su mentor, Shinzo Abe.
La mujer aficionada al beisbol, que durante mucho tiempo se transportaba en una motocicleta Kawasaki Z400, de seis velocidades y transmisión manual y de un auto Toyota Supra A70 2.5GT Twin-TurboLimited, que usó durante 20 años, demuestra contar con determinación, y deseo de cambio, con un discurso de modernización nacional que, de acuerdo con sus asesores, aspira a transformar a Japón en el eje de estabilidad democrática en el continente asiático.
En un giro que no dejó de llamar la atención de los analistas internacionales, Trump aprovechó el momento para consolidar su política de “alianzas forzadas”, sin dejar de lado su acostumbrada actitud pragmática —a la mexicana, no da salto sin huarache—, con una pose revestida de cordialidad (al fin y al cabo, sus planes por el momento le han ido bien), sin subterfugios revaloró su preferencia por las relaciones bilaterales en términos de seguridad y proyección económica: “Si Japón necesita cualquier cosa, estaremos allí. Somos aliados al más alto nivel”. Ya se sabe, el prometer no empobrece, el dar es el que aniquila.
Trump no esperó mucho tipo por la contestación. Takaichi estaba lista: “Nuestra asociación es la más poderosa del mundo, una garantía de estabilidad mundial”. Nada más, nada menos. Tal para cual. Para que nada quedara en el tintero agregó: “Empieza una nueva era dorada en las relaciones de EUA y Japón”.
Pompa y circunstancia. Primero fue la reunión con el emperador del Japón, Naruhito, que ascendió al trono en 2019, después de que su padre abdicara. Como se sabe, el emperador no gobierna, pero es la principal figura histórica del país. Al término del encuentro, Trump simplemente repitió dos veces, al despedirse: “Es un gran hombre, es un gran hombre”. Y hasta la próxima.
El principal objetivo del viaje de Trump a Japón fue una monumental pero nebulosa promesa de parte de Tokio: que antes de 2029 el País del Sol Naciente realice inversiones en EUA por la cantidad de ¡550,000 millones de dólares! Nada más. Con estas ofertas y la declaración de Takaichi en su primer discurso de política general de que aumentará, en forma adelantada, al 2% del PIB el presupuesto de defensa para el próximo año fiscal.
Algo que a Trump le encanta, que sus “aliados” de la OTAN aseguren que van a hacer crecer sus presupuestos bélicos. Cuando alguno se muestra reacio, el magnate se disgusta. Sanae juega bien la “pelota ensalivada”, ya se verá.
Los supuestos fondos estarían enfocados a sectores neurálgicos: semiconductores, energía limpia, inteligencia artificial, astilleros, farmacéutica, minerales estratégicos, tierras raras y otras tecnologías—, lo que la conocida empresa de información financiera Bloomberg llamó un Plan Marshal (instituido por EUA en Europa después de la Segunda Guerra Mundial, que lleva el nombre del General George Catlett Marshall, jefe del Estado Mayor del Ejército estadounidense durante dicha contienda) a la inversa: capital oriental al servicio de la hegemonía occidental.
El acuerdo, concebido originalmente en el gobierno de Fumio Kishida (2021-2024) y refinado por el ministro Ryosei Akazawa (principal negociador japonés con el gobierno de EUA, desde julio pasado estuvo en Washington donde se reunió con Donald Trump y los secretarios de los sectores correspondiente para dejar todo bien planchado), combina inversión, crédito y garantías bilaterales. Dicho acuerdo se financiará con los fondos de divisas de Japón, sin alterar sus reservas y otorga a Tokio una exención arancelaria estratégica: las exportaciones industriales japonesas —desde automóviles hasta semiconductores—, tendrán un límite tributario del 15%. ¡Esos son socios, nada de cuentos!
En tales circunstancias, para el magnate el pacto simboliza “un fondo flexible para asegurar la supremacía tecnológica del mundo libre y para Sanae Takaichi una inyección de legitimidad interna apuntando a que Japón no solo cumple, también lidera.
Momento crucial fue la firma del acuerdo de cooperación en el codiciado tema de las tierras raras y minerales críticos como el litio, cobalto, níquel y cobre, cuya producción está dominada por China, además de que son cruciales para la tecnología moderna, la defensa y la energía verde.
Por coincidencia (?), el pacto se firma justo cuando Japón se prepara para explotar las reservas submarinas descubiertas frente a las costas de la isla de Minamitorishima, proyecto estratégico japonés para reducir la dependencia de otros países, especialmente de China. El área está ubicada en la Zona Económica Exclusiva (ZEE) nipona, a más de cinco mil metros de profundidad.
Los investigadores estiman reservas de 23 millones de toneladas de nódulos. Los depósitos tienen el equivalente, según los expertos de la Universidad de Tokio, a 75 años de consumo de cobalto y 11 años de níquel. Los expertos definen el proyecto algo fuera de lo común. Washington contribuirá con fondos y tecnología al inicio de las exploraciones de extracción calculadas para el próximo año. Además, un comité tecnológico bilateral armonizará inversiones en astilleros y componentes navales, en tanto el nuevo Acuerdo de Prosperidad Tecnológica impulsará la colaboración en inteligencia artificial, computación cuántica y exploración.
De tal suerte, la “Dama de Hierro” —como le llaman algunos por su admiración a Margaret Tatcher, la famosa primera ministra de Gran Bretaña, incluso en algunos trajes como el que la nipona portó el día de su elección para el cargo hace pocos días, y dice que su gran tesoro son las Memorias de la ex primera ministra: los dos volúmenes The Path to Power y The Downing Street Years—, es un hito para la historia de Japón al convertirse en la primera mujer que gobernará el país del Sol Naciente, donde menos del 10 por ciento de los parlamentarios son del sexo femenino.
Sin embargo, tampoco es representante del feminismo como podría creerse. Aunque sí defiende los valores tradicionales de la familia. Sólo nombró dos mujeres en su gabinete, una de gran importancia, Satsuki Katayama, para Finanzas, la primera mujer en Japón que ocupará el cargo. Y Kimi Onda, para Seguridad Económica.
Sanae Takaichi, de 64 años de edad, nació en la prefectura de Naro, en una familia humilde, muy lejos de los círculos políticos tradicionales japoneses. El padre, Daikyu Takaichi, empleado de una empresa automotriz mientras que su madre, Kazuko, era oficial de la policía local.
Aunque calificó para cursar sus estudios universitarios en la capital el país, sus padres no querían que viviera en una pensión juvenil, por lo que se graduó en la Universidad de su prefectura. Joven universitaria en los años 80, fue baterista en una banda de heavy metal que tocaba música de Black Sabbath y Deep Purple, las bandas británicas famosas de aquellos tiempos, aunque sus preferidos fueron otros británicos, Iron Maiden. Y, como buena japonesa su ídolo era el cantante japonés Yoshiki Hayashi de la banda X Japón, que también formó parte del grupo Gloe y The Last Rockstars. Dice que aún toca una batería electrónica para desahogarse “cuando me irritan las palabras o el comportamiento de su marido”, Taku Yamamoto, otro político del Partido Liberal Democrático (PLD), con quien se ha casado dos ocasiones, después de divorciase en 2017, y volver a casarse en 2021. Conozco personas así.
Se graduó en 1984 con licenciatura en Administración de Empresas. Posteriormente estudió en el Instituto Matsushita de Gobierno y Gestión. En 1987 vivió en Washington, D.C., como becaria para la entonces representante demócrata Patricia Schroeder, que murió hace dos años. Dos años más tarde retornó a su patria e inició su vida pública, como periodista, analizando información política en TV Anahí, uno de los canales más importantes de Japón y en Fuji Televisión.
Su carrera política inició en 1993 al ganar un escaño en la Cámara de Representantes como independiente por su prefectura de nacimiento. Desde entonces ha sido reelegida varias ocasiones, y se unió al PLD, el partido fuerte de Japón, en 1996, donde fue apoyada por el primer ministro Shinzo Abe, en cuya memoria ha prometido revivir su modelo económico, el “Abenomics”, basado en la inversión pública y préstamos a bajo interés. Además, la cercanía con Abe, infortunadamente asesinado el 8 de julio de 2022, ahora le ha servido para lidiar al presidente Donald Trump.
Ha ocupado cargos como viceministra parlamentaria de Industria y Comercio Internacional (1999), y viceministra Senior de Economía, Comercio e Industria 2022). En sus horas libres, en 2004, se desempeñó como catedrática de Economía en la Universidad Kinki, que no forma parte de las diez principales del país, pero tampoco es de las peores.
Para que no haya dudas sobre sus propósitos de gobierno, acaba de decir: “Mi objetivo es convertirme en la Dama de Hierro. Quiero liderar con firmeza, pero también con sensibilidad hacia las necesidades de la gente. Quiero convertir las ansiedades del pueblo en esperanza”. VALE.


