El cumpleaños número setenta de Ricardo Salinas Pliego —el “Tío Richie” para las redes sociales— fue muchas cosas, principalmente un acto de precampaña. A diferencia de otros empresarios que hablan a través de su dinero y prefieren mantener su vida y sus opiniones en privado o en círculos cerrados, Salinas Pliego no sólo es empresario y deudor del SAT, también es influencer: tan sólo en X tiene más de dos millones de seguidores.
A Salinas Pliego le gusta la conversación tóxica de las redes; aguanta vara, le dicen, y contesta. En 2018, cuando Andrés Manuel López Obrador llegó al poder, lo apoyó y acudió a sus convocatorias; después rompió con él por su deuda fiscal, las comisiones y las remesas. El pleito se agudizó en el primer año de Claudia Sheinbaum. Por redes no sólo litiga sus procesos judiciales con el gobierno: se ha convertido en el empresario más crítico de la Cuarta Transformación. Qué decir de la línea editorial de TV Azteca y del resto de sus medios afines, totalmente adversa al gobierno.
Por el formato —idéntico a los eventos de Donald Trump de 2016 y 2024—, por los asistentes, lo que se dijo y lo que se vio, la celebración de su cumpleaños en la Arena Ciudad de México fue, para no pocos, el destape de sus aspiraciones políticas. Las preguntas son: ¿Ricardo Salinas será el Donald Trump azteca? ¿Existirán en México las condiciones para que un personaje como Salinas compita por el poder?
Aparte de ser empresario, si se le mira bien, Ricardo Salinas tiene varias características similares al mandatario estadounidense: una personalidad ególatra; una fortuna construida no por la innovación, sino por la habilidad, los favores y el oportunismo. Como a Trump, a Salinas Pliego le gusta la polémica, nunca acepta una equivocación y es capaz de hacer cualquier cosa para cumplir con sus intereses. Si la mejor defensa es el ataque. Su mejor forma de defenderse del gobierno es disputarle el poder.
Su aliciente surge cuando observa a su alrededor el elenco de la oposición. No existe en estos momentos alguna figura opositora, no digamos para competirle a Morena, sino siquiera para detener su descenso. En el PRI, Alito Moreno se encuentra en su mejor momento, pero su partido en el peor. Sus dos gobernadores, Durango y Coahuila, son personajes locales. En el PAN, la caballada está muy flaca: su tocayo Ricardo Anaya está de regreso, pero sin fuerza; sus gobernadores tienen poca proyección nacional, incluido Mauricio Kuri en Querétaro; Xóchitl Gálvez anda en otro carril y Lilly Téllez juega también para TV Azteca. En MC, el “junior” aún está tierno.
Luego mira hacia Morena: López Obrador ya no está en la boleta ni en las plazas. Claudia Sheinbaum tiene un liderazgo sólido, pero ninguno de sus gobernadores y representantes suma; en cambio, varios se han convertido en lastre.
Ricardo Salinas se mira en el espejo de Donald Trump: hace una década nadie daba un dólar por su candidatura. Regresó a la Casa Blanca y, en un año, cambió la geopolítica mundial.
Salinas tiene el dinero, tiene la edad y, sobre todo, tiene las ansias de poder. Ya veremos —dijo el ciego—. Eso pienso yo. ¿Usted qué opina? La política es de bronce.
@onelortiz


