La inconformidad social, cada vez más parecida al hartazgo, está en los médicos que ven destruido el sistema de salud, en los comerciantes y transportistas que sufren extorsiones, en los ganaderos obligados a paga cuota por cada cabeza que venden, en los aguacateros y limoneros de Michoacán, en los agricultores amenazados con perder la seguridad de sus tierras, en los pescadores obligados a trabajar para mafiecillas locales.

Cuando los gobiernos cancelan los causes institucionales de participación social, la expresión ciudadana se desborda en las calles y, años recientes, en las redes sociales. Sólo ahí encuentra espacios de libertad. Eso pasa en nuestro país, hoy potenciado por el asesinato de un valiente presidente municipal que desafió, por igual, a las organizaciones criminales y al gobierno. La rebelión está sucediendo muy pronto, demasiado para un régimen que pretende durar mil años e instalar en el pináculo de los héroes nacionales a su fundador.

La marcha del 15 de noviembre, primera en el sexenio de Sheinbaum, es una manifestación social de hartazgo colectivo contra un gobierno sordo, ciego y mudo. Contra un gobierno cada vez más autoritario y encerrado en sí mismo que decidió impulsar una agenda cuyo fin es concentrar todo el poder en manos de una persona (el escondido de Palenque) y cerrar los caminos a la disidencia social o política. Se apropiaron de una mayoría legislativa espuria no recibida de los votantes y, apalancados ahí, sometieron al Poder Judicial, concluyeron la eliminación de organismos e instituciones autónomas que hacían contrapeso al poder y están por coronar la usurpación con la regresiva reforma electoral.

Estamos en vías de un Estado totalitario que no deja otra alternativa más que las calles y, temerosos de que mañana prenda generalizadamente la inconformidad, también quieren impedirla. La presidenta Sheinbaum y la propaganda del régimen estuvieron toda la semana intentando desacreditar el naciente movimiento, vinculándolo con personajes desacreditados del pasado y diciendo que era una campaña de bots. Y ayer, cuando todavía no terminaban la manifestación, la Presidenta sólo vio la violencia que provocan los de siempre y volvió con el cuento de que eran muy pocos jóvenes.

Sobre la violencia me detengo solo de pasada, pues la Presidenta sabe que esos grupos son financiados históricamente por los corruptos gobiernos en Ciudad de México, donde ella estuvo. Ellos los crearon y ellos los siguen usando para sus siniestros fines, a su lado crecieron y se han fortalecido, ¿Violencia? Si, la que ellos practicaron siempre y practican hoy como gobierno. En cuanto a los jóvenes comete otro error, sean pocos o muchos sus reclamos son legítimos, sienten temor de vivir en un país sin seguridad y ven cómo van perdiendo progresivamente libertades. Pongamos que ahora son pocos, cuántos serán mañana cuando más y más tomen conciencia de que podrían ser los más perjudicados, de que su generación podría vivir en un país sin libertades ni esperanza de movilidad social.

Sheinbaum debería, es su deber como Presidenta de todos los mexicanos, mostrar sensibilidad a las manifestaciones, aceptar que hay un México vibrante más allá del que orbita en torno a la demagogia populista. La inconformidad social, cada vez más parecida al hartazgo, está en los médicos que ven destruido el sistema de salud, en los comerciantes y transportistas que sufren extorsiones, en los ganaderos obligados a paga cuota por cada cabeza que venden, en los aguacateros y limoneros de Michoacán, en los agricultores amenazados con perder la seguridad de sus tierras, en los pescadores obligados a trabajar para mafiecillas locales y si, también en los jóvenes que van viendo su futuro incierto. La inconformidad está en millones y millones de mexicanos que ven aterrados como el país colapsa mientras van perdiendo libertades.

Ese otro México está olvidado por el régimen, los nuevos empoderados han decidido simular que no existe, ignorarlo, dejarlo a su suerte. Ellos miran en la dirección de quien recibe las dádivas, los pobres e incultos “con los que van a la segura”. Si acaso voltean de vez en cuando hacia los devotos que siguen defendiendo sus contrarreformas restrictivas por razones ideológicas, los entusiastas útiles dispuestos a defender o guardar silencio por las peores tropelías, los que aplaudieron los abrazos y no balazos y responsabilizan al pasado por la corrupción del presente. Son los que justifican el autoritarismo corrupto y criminal con la propaganda de que “si, pero el PRI robó más”. Es su México, el único país admitido en el ideario que dejó el escondido. El otro México no existe para ellos.

Con dejo de ingenuidad, hay quienes esperan una reacción positiva de la Presidenta Sheinbaum, piensan que relajará el autoritarismo por necesidad política. Sucederá exactamente, al contrario, antes de prestar oídos a las legítimas inconformidades sociales se radicalizará cada vez más, ya se está radicalizando, su gobierno se parece cada día más al de López Obrador. Ella esta sinceramente convencida de la demagogia populista, su empeño es afianzar el régimen y, lo peor para una sociedad abandonada, parece cómoda en su calidad de presidenta subordinada al “fundador del movimiento”. Más que su legado personal, está empeñada en cuidar el legado de López Obrador. En ese afán nada le importa, supongo que recibe con timbre de orgullo los gritos de “servipresidenta”, “narcopresidenta”.

Sin embargo y pese a la radicalización observada, predecible según los manuales de Sao Pablo, las señales de que el régimen está mostrando incapacidad para administrar las crisis del país son cada ves más claras. Están perdiendo capacidad de respuesta, no saben como lidiar con la rebeldía social naciente. Muchos esperaban que las grietas empezarían a expandirse desde adentro, que ellos mismos se despedazarían como lo han hecho antes. Hoy vemos que sí, la división entre sus grupos crece, pero vemos también que sigue habiendo una potente sociedad independiente, una sociedad que pide libertad y democracia. Ese impulso impacta con más fuerza la gruesa indiferencia del autoritarismo, que sus divisiones internas.

No empezó en Uruapan con el asesinato de Carlos Manzo, con esa vileza detonó, exacerbada por los abusos del gobierno cómplice de criminales y el despertar de una sociedad cansada de ser víctima. Fatalmente seguirá creciendo, no sabemos a qué ritmo ni qué dirección tome, pero el movimiento social que ayer salió a las calles en Ciudad de México y varias capitales del país, entre ellas Chihuahua, no se detendrá. Está en marcha, vigente y actuante, se cansó de creer y esperan el cambio prometido.

Muchos dieron el beneficio de la duda al populismo, cansados del PRIAN, ese beneficio lo perdieron al año del segundo sexenio. Ya nadie se traga sus mentiras, ya no surte efecto desempolvar al pasado, perdió efectividad su narrativa. Piensan que con la contrarreforma electoral terminarán imponiendose por la fuerza, asegurando el triunfo electoral por ser los que organicen la elección, cuenten los votos y declaren ganadores. No, ahora estamos seguros de que los mexicanos libres se han hartado o están hartándose, y cuando un pueblo se harta no hay forma de que ningún gobierno represor los detenga. Pese a su enorme poder, entran en pánico, la liberación del país está en marcha, hagámosla valer.