La reaparición de López Obrador en un video de casi una hora tuvo un solo objetivo: Darle oxígeno a una Presidenta debilitada que ha perdido el control del país, con baja popularidad y que comienza a poner en riesgo la continuidad de la Cuarta Transformación.

Su reaparición sólo confirma lo que él mismo niega: Ella no es nada sin él. Tuvo que salir a callar rumores de enojo y distanciamiento con su discípula, a hacer un llamado al “movimiento” para que no dejen sola a su hija política y a ordenarles que se mantengan unidos.

El tirano también salió a satisfacer su ego. Le gusta demostrar que no está sentado en una silla mecedora –donde aparentar estar– sino en la silla presidencial. Que el poder no está en Palacio Nacional sino en Palenque y que lo hará sentir cuando sus adversarios atenten contra la democracia, en caso de un golpe de Estado o cuando la soberanía esté en riesgo.

Tres advertencias que son tres amenazas. El rugido del “tigre” es señal de que huele peligro en la “selva”. Su hija predilecta está cercada por la inconformidad social. Ya no hay quien esté satisfecho con su estilo y falta de resultados.

El magnicidio de Carlos Manzo no puede leerse al margen del retroceso de Morena en la escena electoral. La memoria de Manzo y el “Movimiento del Sombrero” constituyen un riesgo para quienes se creen dueños únicos de la lucha social.

De ahí que la primera amenaza tenga que ver con el riesgo de que Morena pierda la Cámara de Diputados y varias gubernaturas en el 2027. Por eso el tirano lanza el primer disparo: “Saldré si hay fraude”, lo que significa una sola cosa: el gobierno no reconocerá el triunfo de la oposición.

Segunda amenaza: “Me opondré a un golpe de Estado”. El gran y único golpista que hay en México se llama Andrés Manuel López Obrador.

Todo, absolutamente todo lo que hizo y sigue haciendo desde que llegó al poder es dar golpes a la Constitución. Para asegurar la continuación de un proyecto dictatorial tuvo que desaparecer la división de poderes, el Estado de derecho y tener como aliado al crimen organizado.

Y no solo es un golpista consumado, también es un usurpador. La silla presidencial tiene hoy forma de una mecedora colocada en los jardines de “la Chingada” para desde ahí ordenar la renuncia de Gertz Manero porque ya no le garantizaba impunidad.

Sheinbaum no necesita que la derroquen porque ya la derrocó López Obrador. Él, nunca le entregó el poder a ella. Sólo hubo una transición simulada para crear una presidencia virtual donde no se toman decisiones estratégicas.

La nueva “Ley de Aguas” cuya imposición es una semilla de guerra en el campo y en todo el país salió de Palenque. La reforma busca tener el control político del campo por medio del agua, pero también puede convertirse en detonante de un estallido social que lleve a Sheinbaum a renunciar.

A López Obrador le urge –de una u otra forma– regresar al poder. Hombre torvo, siniestro dedicado a crear trampas para que sus presas caigan. No importa que sus víctimas sean de su mismo corral, como los pavorreales que desplegaban su cola detrás del tirano para indicar donde está el verdadero poder.

 

@PagesBeatriz

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