Obispo Rojo (México, 2024) de Francesco Taboada Tabone. Guión y edición de él mismo y fotografía de Fernanda Robinson.
Indiscutiblemente, Francesco Taboada Tabone (25 de mayo de 1973, Cuernavaca, Morelos, México) es una figura de la historia de la cultura cinematográfica mexicana. Especialmente, en lo que toca al género documental. Su filmografía, cortometrajes y largometrajes, lo identifica como un activista comprometido, ideológicamente, con las causas populares. Su posición marxista-católica (él se ha definido así) le ha permitido, sin duda, realizar un poderoso documental en homenaje a Sergio Méndez Arceo, quien fue Obispo de la Diócesis de Cuernavaca, de 1952-1982, e impulsor de la Teología de la Liberación, conjuntamente con Iván Illlich. Vaya que tiene fuerza y poder de convencimiento su Obispo Rojo y, también, tiene y tendrá imán de taquilla. Su manufactura técnica y fluir narrativo es impecable. Nada queda al margen, es historiografía viva audiovisual, sin tapujos. La figura del obispo revolucionario crece y es digna de admiración, hasta por quienes no comulgan con su posición cristiana progresitsa revolucionaria que apela al marxismo y al psicoanálisis, para transformar la conciencia social de una sociedad carente de los más elementales derechos por tener una vida digna. Pocas veces se ha visto una identificación tan estrecha entre el realizador y el personaje, en la puesta en escena cinematográfica. Sin ser un trabajo de encargo, para ser explotado en el mercado, este producto-mercancía recuperará la inversión, teniendo ganancias, sin duda. Ojalá así ocurriera con el cine de calidad de compromiso social.
O último azul (Brasil-México-Chile-Paises Bajos, 2025) de Gabriel Mascaro.
Tierna incursión, sobre una anciana que se atreve a buscar la libertad (desea viajar en avión), rebelándose contra la norma impuesta en una sociedad quesque distópica, y de crítica social, a una gobierno, disque autoritario, que adelanta la marginación de los adultos mayores, al confinarlos en asilos donde pasarán el resto de sus vidas, porque, supuestamente, han dejado de ser productivos. El realizador Gabriel Mascaro (24 de septiembre de 1983, Recife, Pernambuco, Brasil) nos receta una obra con momentos de belleza mágica, acentuado folklorismo musical y una travesía por el Río Amazonas, colmada de incidentes, de lo más cotidiano, en ese hábitat exuberante y ajeno a la neurosis política-social. ¿Higiene psíquica de la vejez? Sí, pero en la libertad, no en un asilo, dónde en la noche duermen y, por el día se consumen. La inactividad, como enfermedad crónica, diría Víctor L. Frankl, en La Psicoterapia al Alcance de Todos.
Un fantasma para servirte (Pee chai dai ka, Tailandia-Singapur-Alemania-Francia) de Ratchapoom Boonbunchachoke (nacido hace 38 años, en Bangkok, Tailandia).
Un joven que se autodenomina “marica” despierta en la noche, al escuchar toses que salen de una aspiradora que ha comprado y ve que el aparato ha rechazado el polvo absobido. Lo reporta como descompuesto y al llegar el técnico, para repararlo, este comienza a contarle extrañas historias de fantasmas que se han materializado en otros aparatos. El realizador nos receta una divertida fantasía delirante, indirectamente crítica (la sublevación de sirvienta, en una casa burguesa, apoyada por los fantasmas), sobre la tendencia social de olvidar a gente muerta y que se afana en regresar, para seguir sirviendo y amando, preservando su memoria. Lo más divertido es el momentos en que el supuesto técnico, fantasma “en realidad”, le otorga un servicio sexual, al “marica”.
Romería (España-Alemania, 2025) de Carla Simón Pipó (22 de diciembre de 1986, Barcelona, España.
Una chica llega a Vigo, Galicia, proveniente de Barcelona, Cataluña, con el propósito de de visitar a la familia de sus padres muertos. Aspira a estudiar cine. Su estancia es placentera; pero, poco a poco, confrontando escritos de tiempos de los años 80, del siglo pasado, y 20, del presente siglo, andando de aquí para allá, de isla en isla, en busca de su identidad, teniendo encuentros imaginarios con sus progenitores, en ese paraiso del noreste de España, descubre una verdad que le querían ocultar. La realizadora Carla Simón nos receta su autobiografía, salpicada de sentimientos perdidos y encontrados, en los que la introspección deja atrás la actitud fatalista, consiguiendo lograr, por así decirlo, mediante su personaje, la higiene psíquica de la madurez, mediante su trabajo creador y logrando la felicidad, como consecuencia del cumplimiento de la obligación de saber la verdad oculta y descubierta.
