¡Qué difícil es trabajar como empresario en México! El gobierno nos obliga a competir contra los empresarios de Estados Unidos, donde toda la estructura pública está alineada y trabaja de manera permanente para proteger y defender a sus empresas. Ellos sí entienden quién genera valor y cómo se construye el desarrollo y la riqueza.
El gobierno norteamericano tiene muy claro que son las empresas las que producen, las que generan empleo, tecnología, innovación y crecimiento. En Estados Unidos, la autoridad actúa de inmediato para proteger su sistema productivo: incentiva, apoya, brinda seguridad jurídica y crea un marco legal favorable para que sus empresas se desarrollen y se defiendan de la competencia extranjera.
Por el contrario, el gobierno mexicano ha satanizado al empresario. Lo persigue, lo difama, lo ataca, lo hostiga, lo confronta y, en muchos casos, lo extorsiona. Y no hablamos solamente de las grandes empresas: son muchas más las micro, pequeñas y medianas, que son precisamente las que generan mayor valor en todo el país.
No existen incentivos para ninguna actividad. Las leyes, que deberían promover el orden, el Estado de derecho y condiciones de justicia, hoy se elaboran con fines políticos.
El gobierno se ha convertido en un socio arbitrario que no perdona, que te exige su parte en todos los rubros y que te exprime. Y, como si no bastara, ahora nos han impuesto nuevos “socios” que, mediante amenazas y extorsiones, exigen participación en la producción y cobro de piso. El crimen organizado ha estado operando no solo en total impunidad, sino bajo la protección de quienes deberían velar por la seguridad de todos los ciudadanos. El precio de no colaborar con ellos es aún más alto. No hay manera de demandar, no hay forma de defenderse: el costo puede ser la vida.
