A Francisco José Salas Cruz,
Mi nieto generoso.
Las elecciones presidenciales de Chile, el 14 de diciembre, devolvieron el poder a la derecha y han sido objeto de comentarios tanto en Latinoamérica como en Europa, Estados Unidos y más allá. El candidato de la derecha radical José Antonio Kast se impuso a la comunista ex ministra de Justicia Jeannette Jara, cuya filiación comunista escandalizaba a muchos, a pesar de su muy profesional gestión como ministra.
Sin perjuicio de referirme a los comentarios de toda índole a que ha dado lugar la elección, me interesa recordar a los lectores el papel del socialismo chileno de Salvador Allende en las izquierdas latinoamericanas como opción válida de gobierno.
En los primeros cincuenta años del siglo XX América Latina fue víctima de intervenciones armadas de Estados Unidos -por ejemplo, la invasión de la marina de Estados Unidos a Veracruz en 1914- y de dictaduras de derecha, “gorilatos”, prohijadas por Washington -recuérdese la dinastía nicaragüense de los Somoza, de quienes el secretario de Estado John Foster Dulles, habría dicho: “Son unos hijos de puta, pero son nuestros hijos de puta”.
En tan horrible escenario, en que los gobiernos democráticos eran barridos por golpes militares de factura yanqui -recuérdese también el derrocamiento, vía sublevación de un jefe militar, del presidente, tímidamente progresista, Jacobo Árbenz, en Guatemala en 1954- para los latinoamericanos la conquista del poder tenía que ser por la izquierda y por las armas.
Y vino la revolución cubana, un movimiento nacionalista de izquierda, liderado por Fidel Castro, que tomó el poder el 1º de enero de 1959. Una vez que el dictador Fulgencio Batista fue derrotado por las armas. Para declararse revolución comunista y comunista al gobierno de Cuba. Su historia ha sido accidentada, víctima del brutal acoso de Estados Unidos y protectorado y esbirro de la Unión Soviética. En ella ha tenido más de una vez participación la diplomacia de México.
Lo que importa señalar es que si hasta finales de la década de 1960, los movimientos políticos y gobiernos latinoamericanos que querían estar libres de tutela y sumisión a Estados Unidos y hacer reformas sociales y económicas, solo podían hacerlo por la vía revolucionaria, armada. Como Cuba y con las limitaciones, abusos y torpezas del castrismo.
Pero entonces se inició la experiencia chilena de un gobierno socialista que llegó a través de elecciones y de Salvador Allende como presidente: “la vía chilena al socialismo” o “la vía pacífica al socialismo”. Una opción que, independientemente de haber sido frustrada por el golpe militar que dio lugar a la abominable dictadura de Augusto Pinochet, de alguna manera abrió las puertas a las opciones de gobiernos de izquierda. Tolerados a regañadientes por Estados Unidos, conviviendo con gobiernos de distinto signo político y económico.
¡Y hasta formando una suerte de coaliciones con gobiernos de partidos con planteamientos similares, pero no iguales! Las famosas Mareas Rosa de partidos de izquierda, socialdemócratas, etc.
Los múltiples análisis y comentarios sobre los comicios hurgan -si se me permite el término- en la personalidad de los dos candidatos que se enfrentaron: de José Antonio Kast, se informa que es padre de nueve hijos y practicó, con su esposa, “compañera maravillosa”, la abstención de relaciones sexuales como método anti conceptivo, para ser fieles a las reglas del conservadurismo católico que prohiben condones y pastillas anticonceptivas. Se hace referencia, asimismo, a su catolicismo conservador y su vinculación al neoliberalismo económico. Para volver a información personal que abona al escándalo en las “almas puras”: el padre de Kats, alemán emigrado, ¡perteneció al nazismo, con credenciales!
Aún más: The New York Times informó que el domingo de la elección, frente al centro de operaciones de Kast, en un barrio de lujo de Santiago, mientras los simpatizantes envueltos en banderas chilenas celebraban, vendedores ambulantes ofrecían gorras rojas en las que se leía “Make Chile Great Again” (Hagamos a Chile grande otra vez), mientras otros optaban por la gorra original del movimiento MAGA.

Adicionalmente, las promesas del hoy presidente electo, de tipificar la migración ilegal como delito y sus duras críticas a esta migración “desatada”, de bolivianos ¡y de venezolanos que huyen de la dictadura de Maduro!, hacen pensar a más de un analista, que Kats y sus asesores empiezan a utilizar la teoría de “el gran reemplazo (la gran sustitución)”, que publica con escándalo el temor de que los inmigrantes se multipliquen a extremos tales que sean más que los chilenos. Esta teoría racista ha sido muy exitosa para la extrema derecha europea en su asalto al poder y sus expulsiones a inmigrantes “ilegales”, en las que abundan crueldad y violación de derechos humanos.
A este respecto, Francc Delle Donne, argentino, doctor por la Universidad Libre de Berlín y autor del libro Epidemia ultra (Península, 2025), afirma que “Kats ha copiado con éxito el discurso antiinmigración de Europa por primera vez en Latinoamérica”. Hace notar, asimismo, que el flamante presidente chileno, lejos de ser un outsider, como se presenta, vive de la política desde hace más de 20 años.
Critica, por supuesto el “Pinochetismo” de Katz, quien, aclaremos, aun cuando ha considerado que en el gobierno del dictador hubo políticas buenas, condenó las violaciones a los derechos humanos cometidas por la dictadura.
El presidente electo recibió numerosas felicitaciones de sus pares. Entre otras, del presidente de Bolivia Rodrigo Paz Pereira, de Lula, Milei, el ecuatoriano Daniel Noboa, el secretario de Estado Marco Rubio, Jeannette Jara, su contrincante, Boric, mandatario saliente y la prestigiada exmandataria chilena, Michelle Bachelet. También de Claudia Sheeinbaum, felizmente, entendiendo que las buenas formas de la diplomacia deben estar más allá de afinidades o diferencias políticas.
Debo confesar, sin embargo, que me incomoda la felicitación de Santiago Abascal, líder de Vox, el partido español de ultraderecha, saludando a Kats como “mi querido amigo y aliado”.
El triunfo de Kast lo incluye entre la irrupción de la derecha vencedora en Latinoamérica, que modifica el mapa geopolítico de la región: Argentina, Perú, Ecuador, Paraguay, Bolivia y Honduras. Mientras que la desfalleciente Marea Rosa, de izquierda, solo contaría con México, Guatemala y Brasil, los presentables, y Cuba, Nicaragua, Venezuela y Colombia, de vergüenza.
