El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca en enero marcó un giro agresivo en la política exterior de EE.UU., con tarifas a China que escalaron la guerra económica, un alto al fuego en Gaza y fin a conflictos globales. Mientras, China avanzó en su visión de un orden mundial alternativo, con planes quinquenales y alianzas en América Latina. Conflictos como el choque Cambodia-Tailandia y la elección del Papa León XIV destacaron, junto a negociaciones de paz en Ucrania y eventos como ataques en New Orleans y el boom de la IA.

El año 2025 ha sido un torbellino en el ámbito internacional, definido por el retorno de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos y la intensificación de la rivalidad con China, que muchos analistas califican como el nacimiento de un nuevo orden mundial multipolar. Trump asumió el cargo el 20 de enero, tras su victoria en las elecciones de 2024, prometiendo “America First” con un enfoque agresivo que priorizó el poder económico y militar. Su administración rápidamente implementó medidas que reconfiguraron alianzas globales, reduciendo la migración ilegal a niveles récord y presionando a Europa para aumentar sus gastos en defensa, lo que generó tensiones en la OTAN, pero fortaleció la postura estadounidense.

Uno de los impactos más notorios del regreso de Trump fue en el Medio Oriente. Su equipo negoció un alto el fuego inestable en Gaza, poniendo fin temporal a hostilidades que habían escalado desde años previos. Además, Trump reivindicó haber “destruido la amenaza nuclear iraní” mediante diplomacia mixta: ataques verbales seguidos de ofertas de acuerdos. En Ucrania, las negociaciones de paz involucrando a Vladimir Putin avanzaron, con EE.UU. reduciendo su apoyo directo y enfocándose en presionar a aliados europeos. Esto culminó en un acuerdo preliminar que detuvo la escalada del conflicto ruso-ucraniano, aunque críticos lo ven como una concesión a Moscú. Domésticamente, Trump impulsó recortes en el gobierno a través del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), afectando programas internacionales y retirando a EE.UU. del Acuerdo de París sobre clima por segunda vez, argumentando que perjudicaba la economía americana.

La disputa entre Estados Unidos y China dominó el panorama, simbolizando la transición hacia un nuevo orden mundial. Trump firmó una orden ejecutiva el 1 de febrero imponiendo un 10% de aranceles a importaciones chinas, escalando a medidas recíprocas en abril. Esto intensificó la guerra económica, con China demostrando resiliencia al desafiar a EE.UU. en minerales raros y tecnología. Xi Jinping avanzó en construir un “orden alternativo” centrado en Beijing, expandiendo influencia en América Latina y el Caribe mediante un tercer documento de política que promovió alianzas institucionales y elevadas. El plan quinquenal chino, revelado en noviembre, priorizó ciencia e investigación, atrayendo talento extranjero y desafiando la supremacía tecnológica estadounidense. Analistas como Odd Arne Westad describen esto como un mundo multipolar, donde la interdependencia económica entre ambos gigantes –unidos por cadenas de suministro globales– coexiste con rivalidades en Taiwán, espacio y comercio.

Otros eventos clave marcaron el año. En Asia, el choque fronterizo entre Cambodia y Tailandia en torno a templos antiguos escaló a un conflicto armado breve, destacando tensiones regionales mostrando el vacío de liderazgo global. En el Vaticano, el cardenal Robert Prevost fue elegido Papa León XIV, el primero estadounidense, inyectando un tono progresista a la Iglesia Católica. India y Pakistán iniciaron diálogos tentativos, mientras que eventos como el ataque en New Orleans y incendios en California recordaron vulnerabilidades internas con repercusiones globales. En deportes, la Copa Mundial de Clubes FIFA en EE.UU. y la Eurocopa Femenina en Suiza unieron naciones, pero la carrera por la IA –con avances chinos y regulaciones trumpianas– subrayó divisiones tecnológicas.

Económicamente, el mundo vio un auge en la globalización fracturada: China fortaleció lazos con el Sur Global, mientras EE.UU. priorizó acuerdos bilaterales. El retiro estadounidense de instituciones multilaterales como el Acuerdo de París debilitó esfuerzos climáticos colectivos, pero impulsó innovaciones privadas. En resumen, 2025 redefinió el equilibrio de poder, con Trump como catalizador de cambios disruptivos y China como arquitecto de alternativas. Este año deja un legado de incertidumbre, pero también de oportunidades para un orden más equilibrado.